Fiesta en mansión en Malibu.
Amanece.
Todd Spencer, productor musical de culto y dessscubridor de bandas como The Strokes y The Killers, pela una bolsa de peyote recien traído de lo más profundo del rainforest yucateco.
Chicas salivan ávidas de tripear con ese mini cargamento.
En la fiestita hay varias actrices y modelos en ascenso.
Igual permanecen calladas.
Todavía no es el momento.
Ellas saben que recién da comienzo el mating ritual.
El pissing contest.
Los alpha males se están disssputando los trofeos, los coños más deseables de la noche.
Los pavos reales se dissssponen a mossstrar el plumaje.
Un poco descolocado por la pole posishon de Todd, Craig Scobinsky pone sus cartas sobre el paño.
Scobinsky, Silicon Valley wunderkind, bishonario, coleccionista de Ferraris antiguas, muestra en su telefonito un vídeo submarino donde se lo ve nadando con tiburones en un arrecife sudafricano.
Los tertulianos se pasan el telefonito, haciendo comentarios de aprobación.
Trevor Harris, dueño de casa, observa con la quijada trabada.
Está esperando su momento.
Trevor nunca trabajó en sus casi cuatro décadas de vida.
De los cuales habrá tenido 3 o 4 lussstros de lucidez en total.
Es heredero del desarrollador inmobiliario más pulenta de la costa oessste de EEUU.
Se supone que su padre mantiene fluidas conexiones con el crimen organizado en varios continentes.
Obviamente, no se va a dejar aporongar jugando de local en su propio shalé.
Es hora de sacar el arsenal.
De mostrar quién la tiene más grande.
Sin decir agua va, Trevor oprime un botón disimulado detrás de un sillón.
Una enorme biblioteca cargada de libros que probablemente nunca nadie abrió empieza a desplazarse.
El aparatoso mueble se dessscorre lentamente.
No vuela una mossssca.
Detrás de la falsa biblioteca asoma un cuadro de caballería.
O algo así.
Tendrá unos 3 metros por 3 metros el lienzo.
Pareciera tener varios siglos de antigüedad.
Trevor hace una pausa dramática mientras camina hacia al cuadro.
Ocho segundos eternos.
-La batalla de Leuven, de Van Eyck. Robado del museo nacional de Bruselas hace un año, como Vds. recordarán. Su valor está esssstimado en 42 millones de euros.
Ante semejante alarde de poronga el público presente empieza a romper el silencio.
Queda claro que el dueño de casa hizo valer la localidad.
Las chichis ríen, cuchichean.
Ya están lubricadas.
A punto caramelo.
Se intercambian miradas.
Furtivas y no tanto.
Se empiezan a formar las parejas.
Va quedando claro el pecking order de la vernisash.
En eso se escucha un grito primitivo, tribal.
-¡Gooooooooool!
Todos giran la cabeza, sobresaltados.
Viggo Mortensen besa un escapulario azulgrana, enajenado.
Camina de rodillas como un pingüino con convulsiones.
Se persigna, agradece al cielo.
Hace un extraño gesto con la palma de la mano, como cortando el aire sobre su cabeza.
Los presentes lo rodean, asustados.
Ya ha habido ODs en esta casa y no conviene atraer la atención de la policía o los papparazzi.
-Viggo, are you ok?
-Yeah, I’m just watching the highlights of my soccer team, San Lorenzo from Almagro. Let me show you some selfies I took at the new gasometer, in the slums of Buenos Aires, Aryentina. One of the roughest neighborhoods in the world. The great Bambi Veira used to say that Rambo got mugged there.
Tres chicas se acurrucan junto a él.///PACO