I
Gwyneth Paltrow. Cuarenta y un años. Un metro setenta y dos. Norteamericana. Madre de dos. Separada. Rubia. Estudiante de antropología. Actriz, cantante y crítica gastronómica. Habla con fluidez por lo menos otro idioma además del inglés: el español que aprendió durante la adolescencia en Talavera de la Reina. Y probablemente —esto es simple transferencia libidinal— se las arregla aceptablemente con el francés. El día que Wikipedia formalice una definición de las damas high maintenance, es probable que la imagen de Gwyneth Paltrow ilustre el artículo.
Todo en Gwyneth refracta complejidad. Una complejidad turbia. Un tipo de exigencia que solo puede demandar con crueldad (y con éxito) un cierto tipo muy específico de mujer, mientras que a otro tipo de mujer la puede volver ridícula (y reducirla al fracaso más absurdo). Desde el nombre celta vinculado a los daneses que colonizaron la Patagonia argentina con su idioma welsh —en la Y Wladfa Gymreig de Chubut—, hasta el delicado historial amoroso —abandonó a Brad Pitt—, todo en Gwyneth Paltrow es una historia breve de altos estándares, caprichos y high maintenance.
II
Por un lado, la relación de Gwyneth Paltrow con Hollywood se mantiene en el plano de la elegancia. Papeles simples y bien ejecutados. Calculados para lucirse: la esposa infiel, la esposa considerada, la secretaria ejecutiva simpática, la doncella que enamora a William Shakespeare en las tablas del Globo. Gwyneth Paltrow es probablemente la única capaz de participar de películas tan estúpidas como Iron Man y sobrevivir sin asperezas los crudos doce años de diferencia con Scarlett Johansson en The Avengers. En 2013 declararon a Gwyneth Paltrow la mujer más hermosa del mundo. Fue el mismo año que declararon a Scarlett Johansson la mujer más sexy viva. La diferencia no es menor y distingue claramente dos formas de la sensibilidad humana ante lo humano. Una más sublime, otra más carnal.
John Maxwell Coetzee escribe en Costas extrañas que hoy en día la palabra hermosa aplicada a las mujeres ha caído en desuso para ser reemplazada principalmente por atractiva o por su intensificador muy atractiva. Hermosa parece reservarse —dice Coetzee— cada vez más para mujeres que ya han cumplido los cuarenta sin haber perdido su capacidad de seducción. Gwyneth sería entonces muy hermosa. Y como la belleza no abunda, cuando existe no reprime sus prerrogativas. Son los privilegios concedidos a la gracia a cambio del derecho —o la aspiración— a gozarla. Toda la sensibilidad y estética nice de Gwyneth se almacena en Goop.com, «a digital media and e-commerce company founded by Gwyneth Paltrow».
Por otro lado, la relación de Gwyneth Paltrow con la masculinidad. Nunca fue sencilla, no para los hombres. El padre de Gwyneth, Bruce, se murió en Italia en 2002. Tenía cincuenta y ocho años y estaba en Roma porque Gwyneth se preparaba para festejar su cumpleaños número treinta. No era el primero en caer. Entre 1994 y 1997 fue la novia de Brad Pitt. Lo abandonó antes de comprometerse y él la pasó muy mal. Ella se consideraba por entonces demasiado joven para la vida matrimonial. Durante los siguientes tres años fue la novia de Ben Affleck. Affleck todavía podía actuar y durante el ocaso de su relación —e incluso cuando ya se habían separado—, Gwyneth lo convenció para que protagonizaran juntos una película romántica. Fue tan persuasiva que la relación se vivificó durante la filmación y durante la producción y durante el lanzamiento. Pero no sobrevivió al estreno.
Dos años después conoció a Chris Martin, cuatro años menor que ella. Un año después se casó con él (su hija se llama Apple, explicó Gwyneth, porque «las manzanas son dulces y bíblicas»). Después del nacimiento de su hijo Moses, en 2006, tuvo una depresión postparto y se alejó del cine. Entonces se dedicó a la música y a escribir libros de recetas nice. Al mismo tiempo, las exigencias del mantenimiento subieron. Gwyneth se volvió demandante y ahí fue cuando probablemente Chris empezó a ceder. Los vecinos en Los Ángeles dicen que las rejas que ella ordenó construir alrededor de la mansión de diez millones de dólares en Mandeville Canon no solo son horribles, también son ilegales. Y que mientras el matrimonio habitó el barrio, ella jamás saludó. Sí se ocupaba de planificar modificaciones constantes en la propiedad. A Chris Martin sí podían verlo. En la pareja, era el que se encargaba de pasear a los perros. Y de llevar a los hijos a la escuela. También fue Chris Martin el que le dedicó un disco a un suegro muerto que nunca conoció.
III
Según la revista People, Gwyneth Paltrow y Chris Martin tenían una relación abierta. No es un mal recurso si se considera que con amantes la vida cotidiana siempre retrocede. Él salía con chicas inevitablemente más feas que ella, ella salía con hombres inevitablemente más ricos que él. Una relación adúltera funciona mejor si solo uno de los dos se queja de las insatisfacciones domésticas. Porque si lo hacen los dos, se vuelve difícil tener tiempo para el adulterio en sí. Pero la verdadera obsesión de Gwyneth durante los últimos años, la que ahora algunos mencionan como la verdadera cruz de Chris Martin, era la juventud. A una joya no le preocupa estar en un sótano, y las flores prefieren no ser recolectadas. Pero las joyas y las flores no son high maintenance.
Para Gwyneth lo sustancial del adulterio no era la traición al matrimonio ni el abanico de opciones posibles del deseo sino la confirmación narcisista de la atracción. Resultar todavía sexy y resultar todavía seductora. El gusto —que después evolucionó a fanatismo— de Gwyneth Paltrow por la moda, ante un marido que se conformaba con camisetas, se acoplaba a lo mismo. Márgenes de deseabilidad. Pero que además ella lo llamara a Chris Martin imbécil —según la revista US Weekly— y que también lo tratara como un esclavo no ayudó. Según un amigo no identificado de la pareja, she was a control freak. Parte del territorio bajo control de Gwyneth era la alimentación: pocos carbohidratos y nada de gluten. Por su lado, Chris Martin consentía a los hijos con helado. Durante los últimos meses, Gwyneth y Martin se habían transformado en una pareja de hermanos con accidentales eventos de incesto.
La relación de Gwyneth con el mundo. Una relación high maintenance. Alta moda, alimentación monárquica y ejercicio. Dominación sádica y humillante del hombre. Habitaciones y heladeras separadas. Salidas con amigas como Cameron Díaz y Madonna «en las que se dedicaban a recolectar halagos de los hombres». Almohadas decorativas de seiscientos dólares. Juegos de dominó decorativos de trescientos dólares. Una mesa de backgammon de siete mil quinientos. Las posibilidades materiales de la insoportabilidad siguen. Al final, ¿cómo se separan las parejas nice? Con comunicados nice, llenos de comprensión y tolerancia y máscaras amables para el desamor.
Conscius Uncoupling, la breve nota con la que hace unos días Gwyneth Paltrow clausuró diez años de matrimonio, se puede leer como una mortaja tan nice que probablemente surgió como borrador encargado a algún secretario para darles la noticia a Apple y Moses, mientras pasaban las últimas vacaciones en familia en las Islas Exuma . «Hemos trabajado duro durante un año, una parte juntos, una parte separados, para ver qué podía ser posible entre nosotros, y hemos llegado a la conclusión de que aunque nos amamos mucho el uno al otro, permaneceremos separados». En un jardín verde, integrados amablemente a pesar de la elegancia a los tiempos de la Naturaleza, firman con amor, Gwyneth & Chris////PACO