I
Trabajo en una oficina en Palermo. Es un lugar conveniente en el sentido anglosajón de la palabra. El inconveniente es que está saturado de mosquitos. Hay un land lord en mi oficina -un departamento amplio, oscuro, ventilado, secreto- al que los mosquitos no le hacen nada, pero a mí sí. Sé que la alimentación es un factor importante para el targeting de los mosquitos. Mi land lord come muchas más carnes rojas que yo, que de a poco me hice cada vez más dependiente de las verduras, las frutas y las comidas que oscilan en el medio. ¿Esa decadente debilidad del carácter hace que los mosquitos se sientan más valientes?
La guerra contra los mosquitos no tiene horarios. Antes –antes, no sé bien de qué- los mosquitos aparecían de noche. Los mosquitos de mi oficina están durante todo el día. Sus zumbidos no son molestos porque los mosquitos se entrenaron en el arte de disminuir los zumbidos hasta el mínimo para picar con mayor efectividad. No solo los drones vuelvan peligrosamente en este lugar.
II
Los mosquitos vuelan ahorrando el máximo de energía posible. El resto del tiempo se dedican a la tarea intelectual de medir riesgos y establecer prioridades a una altura precavida. Lo suyo no es el despliegue físico: es fácil aplastar a un mosquito. El problema es alcanzarlo. Por otro lado, les va muy bien atacando a los indefensos. He visto niños incapaces de comprender picados sin piedad por los mosquitos. El suyo es un trabajo de usureria sanguínea eficaz y permanente. Mi teoría es que si aplasto a un mosquito y dejo su cadáver cerca de los otros mosquitos vivos, podría averiguar bajo qué religión lo llorarían y lo enterrarían. Tengo una ligera sospecha.
III
Leer es una tarea complicada durante la guerra contra los mosquitos. Los aniquila el frío, pero el clima se africanizó. Un aire acondicionado podría recrear las condiciones atmosféricas para su exilio. Pero no hay aire acondicionado en mi oficina y el land lord no está dispuesto a comprar uno. No es una solución. Hay espirales… Uno los enciende y los mantiene cerca pero el humo… El humo es demasiado molesto. El arma química más sofisticada es uno de esos líquidos que se enchufan y llenan todo de un gas invisible y casi inoloro que los extermina bastante rápido. El uso de ese elemento queda reservado a la noche y para espacios reducidos.
Como fuera, leer es una tarea complicada durante la guerra contra los mosquitos y la lectura es una parte esencial del trabajo en la oficina. Hacerlo sentado involucra desguarnecer los brazos y la espalda. Hacerlo acostado es dejar las piernas y los pies -esta es una guerra por el cuidado de los pies- a la voluntad de los mosquitos. Leer y mantenerse atento a los mosquitos es incompatible. Ni se termina de leer con atención, ni se logra asesinar mosquitos.
IV
En los techos pero también en los muebles. Entre los almohadones. En los baños. En las habitaciones. Bajo la mesa. Entre las sillas. Alrededor de las luces. Cerca de los monitores. He visto emerger mosquitos de inodoros, bañaderas y bidets. Cocinas. Canillas. Incluso botiquines. Especialmente en los botiquines. En las alacenas. Las macetas… bueno, las macetas son asentamientos impenetrables. A veces temo por las picaduras porque despiertan fantasías. Hay un vecino a unos pocos pisos de distancia en el mismo edificio cuya vida personal ha sido suficientemente ventilada en las reuniones de consorcio. Un padre de familia ya mayor, bastante petiso, con una barbita candado más alargada que lo ordinario. Le gusta salir a dar paseos a solas. O con su perrito blanco y delicado. Lo han visto en más de una oportunidad acompañado por la calle. Hombres jóvenes que no se repetían y a los que se cuidaba de despedir lejos de la puerta de entrada.
Una vez uno de esos amigos lo dejó en una situación bastante penosa. Fue en su propio departamento, un fin de semana cuando su mujer y su hija se habían ido de viaje a Bahía Blanca. A pesar de la desnudez en la que lo encontraron atado a una silla, gritando, el portero no cuestionó su hipótesis del robo. Me pregunto qué pasaría si algún mosquito lo picara y bajara volando, con la sangre fresca en sus labios de mosquito, hacia mi oficina…
V
Las picaduras son estéticamente agresivas. Se inflaman, se irritan, se enrojecen. Recién después comienzan a picar. La vida del mosquito es fugaz. La guerra contra los mosquitos es infinita. ///PACO