A diferencia de lo monstruoso, la diferencia es difícil de tramitar. Cuando lo heterogéneo se percibe como diferente, se frustran las expectativas compartidas, se abre la puerta a lo original y lo inesperado y se cuestiona la seguridad de una identidad aparentemente definida: la nuestra. ¿Qué hacer con la diferencia? ¿Rechazarla? ¿Incorporarla hasta lograr una masa uniforme? ¿Incluirla para borrar las tensiones y disfrutar del “crisol de razas? ¿Debemos ser condescendientes con el diferente o debemos resaltar nuestra diferencia para reclamar beneficios y agitar el fantasma del totalitarismo homogeneizante? El Gran Hermano que acaba de terminar fue un fracaso relativo. Su rating osciló entre los 5 y los 8 puntos. Los participantes corrieron riesgo de inanición mediática durante las Olimpiadas. Duró treinta días menos que anteriores emisiones. Como si la producción hubiese elegido la desbandada antes que apostar por el “aparato”, su final fue con cinco participantes en vez de cuatro. La edición y el guión de GH 2016 dejó a la luz una fuerte incapacidad para salir del recurso narrativo trillado del triangulo. La Puta habla mal del Pobre con El Gay. El Gay se lo cuenta al Pobre. El Pobre encara a la Puta. O, dado que no hubo gays o putas declarados en esta edición, demos un ejemplo. Macarena Pérez (La Novia del Valijero Leonardo Fariña) seduce a Matías Schwartzman (el Hermano del Famoso) pero éste no logra una erección. Matías se justifica frente a sus compañeros: la mina no me gusta. Macarena decide irse de la casa insultándolos a todos. Si este Gran Hermano no funcionó es porque no supo tramitar adecuadamente la diferencia. No debería saber cómo hacerlo por razones morales o políticas sino porque mostrar la diferencia genera rating, público y rebote mediático. En esta edición, aquellos que, por sus incapacidades o virtudes, hicieron algo fuera de lo ordinario, algo que excediera la trama de “doce personas encerradas que son grabadas las 24 horas”, quedaron invisibilizados, expulsados o ni siquiera registrados. La máquina de hacer famosos los devolvió sin abrir el paquete.
El rating osciló entre los 5 y los 8 puntos. Los participantes corrieron riesgo de inanición mediática durante las Olimpiadas. Y duró 30 días menos que anteriores emisiones.
En su primera semana, Lucas Tissera (el Marginal Amplio) apenas alcanzó a contar que había estado en pareja durante años con Lizzy Tagliani, una travesti famosa. Una noche se despertó mojado con agua y casi faja en vivo a la mitad de los participantes. Fue expulsado de la casa por decisión del propio Jorge Rial. Dante Sendyk (El Nudista Exasperante) fue la siguiente víctima. Ansioso por demostrarse como el más piola de todos o por dejar de estar en un lugar que le quedaba chico, escaló la medianera de la Casa, se pasó a la casa contigua, se tomó un fernet con los vecinos, subió el video a las redes sociales y logró que lo expulsaran. El episodio más interesante, sin embargo, ni siquiera fue captado por el programa con “más cámaras de la Argentina”. Azul Carrizo (Depredador) estaba aislada como un chico del secundario con capacidades especiales. Nadie la entendía, ella no entendía el juego de las nominaciones y su “pasión por la cumbia” era lo único que la diferenciaba de la heladera de la casa. Un día, en el medio de una discusión de todos los integrantes, Azul se fue. Mientras las cámaras seguían concentradas en el registro de esa pelea verbal y anodina, Azul trepó los muros, se pasó a una casa de donde la echaron, la bajaron del colectivo por no tener la SUBE y, finalmente, llegó a su casa en remise. La pelea siguió y Gran Hermano tardó tres horas en darse cuenta que faltaba un participante. Revisaron las cámaras y, a diferencia de Truman Show o de la fuga de los hermanos Lanatta, no hallaron ningún rastro. Lo diferente no sólo no tenía lugar en GH 2016; era tan distinto que ni siquiera podía ser identificado.
Un GH más receptivo a la diferencia y al riesgo de seguir explotándola hubiera tenido alguna chance mayor de éxito.
Lucas y Azul fueron prácticamente borrados del universo GH 2016. Apenas participaron del debate, dieron pocas notas y casi nadie los volvió a nombrar. La diferencia fue escondida. Distinta suerte corrió Dante, que terminó aprendiendo a ser una “persona común”; aceptó estar arrepentido, dijo que no volvería a romper las reglas, soportó las cargadas de todos por saltar el tapial y reconquistó su lugar. La diferencia se incorporaba. El diferente se arrepentía de serlo; persistir como tal implicaba riesgos y ser excluido de la pantalla, de la plata de las presentaciones y del sexo por ser conocido. Probablemente, un GH más receptivo a la diferencia y al riesgo de seguir explotándola hubiera tenido alguna chance mayor de éxito. Una edición de las escenas donde Azul quedaba sola y aislada la podría haberla puesto en la categoría de víctima de bullying (algo que los guionistas del GH de Marianela Mirra vieron); sancionar pero dejar adentro de la casa a Lucas y a Dante hubiera sido riesgoso pero podía construir un antagonismo clásico y rico: el barrio contra el cosmopolita, el pobre contra el rico, etc.; una edición que, en vez de registrar las peleas, se centre en quién y cómo se planearon previamente (como los guionistas del GH de Cristián U.) construye personajes ricos y sutiles: liderazgos antagónicos, segundones necesarios y el rebaño. Desplazada la diferencia, lo que quedó fue lo indistinto. GH 2016 terminó en la tragedia de los comunes: poco rating, poco dinero ganado en las votaciones finales y poca fama para repartir. Los finalistas festejaron más los contratos que les ofrecieron que el alcanzar la categoría de celebrities. No serán famosos pero tienen trabajo. Ganó Luifa (el Cordobés Moroso) pero, excepto para el target duro de GH, eso no señala a nadie en particular. Tan indiferenciados fueron quienes sobrevivieron en la casa que terminaron representado un absurdo “final de la grieta”: los “enemigos” durante todo el reality –Luifa e Ivana Icardi (la Hermana del Famoso)– terminaron teniendo un romance tan inentendible como fogoso. Por supuesto, tuvo la forma de un triángulo: Ivana se había besado con Dante. Dante odiaba a Luifa. Luifa conquista a Ivana y se lo dedica a Dante////PACO
(*) Facundo García Valverde acaba de publicar la novela Fama.