“Para producir buen material en una publicación periódica hay que entenderse bien con quienes la hacen”, dice Elvio Gandolfo desde el prólogo de La mujer de mi vida, su más reciente libro que incluye una serie de artículos publicados en la revista homónima. Esta sentencia del autor de Boomerang puede parecer un tanto sencilla, pero la verdad que no lo es. Se suele decir que muchas veces para un escritor llevar adelante una columna semanal puede resultar un martirio, una especie de cárcel, de obligación impuesta más que de satisfacción. En ese compromiso asumido tanto con el medio como con el lector, son muy pocos los que encuentran un tono y una historia que siempre resulte atractiva. No todos poseen la virtud de tener algo para decir periódicamente. Así como no es fácil ser certero en cada entrega, es más complicado aún que lo que fue pensado para la inmediatez del género periodístico, para ser leído en una revista, pasado el tiempo mantenga su interés de modo tal que el mismo contenido resista una edición en otro formato. Sin embargo, en La mujer de mi vida (Letra Sudaca), Elvio Gandolfo no solo logra atraparnos en cada una de sus notas, sino que incluso nos deja con ganas de seguir leyendo.
Elvio Gandolfo no solo logra atraparnos en cada una de sus notas, sino que incluso nos deja con ganas de seguir leyendo.
Con un tono que contagia entusiasmo, Gandolfo nos habla de las mujeres de los directores de cine, de las manías de los medios por hacer listas y cada vez menos notas, de lo que debe y no debe hacer la crítica literaria, de la imposibilidad de leer libros largos y de las diferencias entre Argentina y Uruguay. En “El azar o el destino” esboza un perfil del escritor Charlie Feiling y nos revela su misteriosa pasión por ser inglés. Gandolfo es bien consciente de las dificultades de los distintos géneros y así lo expresa: “Uno cree que lo popular, lo tal vez bajo, es fácil. Pero no es así: el policial, el terror, la ciencia ficción, el periodismo son tan implacables como Joyce o Beckett: se vengan. Puede verse en los intentos de Beatriz Sarlo de hacer buen periodismo o columnismo”. En otro de sus artículos, el autor rosarino contrasta el cuento con la novela y dice: “El cuento, no solo por su brevedad, sino por su propia tradición interna milenaria, no anda con subterfugios: sea lo que fuera lo que busca, lo encuentra con la mínima cantidad de movimientos y la intensidad máxima. La novela se pierde la mayoría de las veces en rodeos, demoras y garliborleos. Las buenas no: parecen cuentos”.
«Uno cree que lo popular, lo tal vez bajo, es fácil. Pero no es así: el policial, el terror, la ciencia ficción, el periodismo son tan implacables como Joyce o Beckett: se vengan».
A esta antología de notas, para conocer más su “perfil de consumidor”, Gandolfo agregó como apéndice final cinco “margaritas”. “Las Margaritas” era una de las secciones más leídas de la extinta revista. El escritor rosarino junto a Sergio Olguín deshojaba la margarita y ambos decían qué les había gustado mucho, poquito o nada del mundo cultural en general o en particular. Así nos enteramos por ejemplo de que le gustó muchísimo Voces en la noche de Isidoro Blaisten y Otro invierno en las trincheras del Cuarteto de nos; poco, los textos de Guzmán, Chitarroni y Kohan y nada, Sábado de Ian McEwan y España en los diarios de mi vejez de Sábato. La mujer de mi vida es el libro de un escritor que se corre de foco para dejar en primer plano a un lector voraz. A través de su mirada corrosiva, Gandolfo nos cuenta sus lecturas y nos siembra el entusiasmo por salir a buscar cada uno de los libros de los que habla////////PACO