Por Juan Terranova
1.
Domingo al mediodía. Sebakis me habla por Facebook del Slam de poesía que ocurrió el sábado a la noche: “uno de los slams más épicos y el más emocionante de este año”. Me dice que fueron 340 personas. Le comento que en otras mesas no se llegaba a veinte. Me corrige. La comparación no es válida: “Esto es un espectáculo, uno mayor, y con mas circo, pero la verdad escuchar cincuenta poéticas diferentes, para cualquiera que esta ahí, es un desborde de alegría”. ¿Qué es el slam? Muchos tipos rapeando poemas arriba del escenario. “Los géneros se cayeron –dice Sebakis–. Iban en declive, pero los marcos de contención siguen. Somos la generación, no de la creación, sino de la resignificación, ahí nuestra alquimia verdadera de fans eternos, el estado de mash up nos es natural y propio.”
2.
A la tarde me voy al Museo del Libro. Elijo una mesa titulada “Lenguas”. Modera: María Pía López. Participan del “panel”: el vasco Harkaitz Cano, la chilena Roxana Miranda y rosarino-paraguayo Mario Castells. La idea es hablar sobre las lenguas de Hispanoamérica que no son el castellano. El planteo resulta un poco ecologista, proteccionista, defensivo. Castells en un momento incluso habla de los agroquímicos que dañan la zonas rurales del interior del Paraguay, como si al matar los yuyos y contaminar el agua se matara también el guaraní. En ese gesto hay un embrague puesto para la culpa y eso me desagrada. Pero ¿cómo tratar estos temas de otra manera hoy? (Yo propondría que el dialecto calabrés le haga la guerra a Europa hasta que sea de enseñanza obligatoria en todas las escuelas si me encontrara en esa posición. Impulsaría una Calabria Imperial. Pero la verdad es que jamás escribí una línea en dialecto calabrés.)
3.
Luego, cada uno de los invitados cuenta su experiencia escribiendo en otro idioma, publicando en otro idioma, aprendiendo a escribir en ese otro idioma. La conversación nunca se termina de consolidar como política pero lo es. El tema de la discriminación sobrevuela los usos y la mesa. Se habla de inventar, de construir una identidad. Cano describe un “stress lingüístico” y cita un par de veces a Steiner, que cada tanto habla del euskera (“¿Cómo será hacer el amor en georgiano o en euskera?”). Y la diferencia entre el euskera que es lengua del viejo mundo –protegida por la Unión Europea– y el mapuche y el guaraní –librados a la gracias de Dios en tierras americanas– también se hace sentir. ¿Lenguas minoritarias? Castells recuerda que la cantidad de gente que habla el guaraní y sus híbridos es muy grande en Paraguay y también en Argentina. En un momento cuando sale el tema del proteccionismo, agrega: “En Paraguay no existe la corrección política.” Fue una declaración fuerte y vigorosa. María Pía coordinó bien. La mejor parte vino cuando cada uno de los panelistas leyó en su idioma. Las voces amplificadas borraron toda la ecuanimidad del FILBA, su apostolado de falsa democracia se disolvieron. Aparecía, tajante, sin mediaciones, lo otro, lo diferente , lo impenetrable. El guaraní de Castells y el euskera de Cano, que no dio traducción de su poema, fueron momentos misteriosos, duros y bellos. A mí entender lo mejor del festival: la lengua es frontera política.
4.
Vuelvo a pensar la mesa y la amabilidad en la que transcurrió y el hermetismo de las lenguas que se hablaron y tematizaron y pienso que, sin darse cuenta, la organización del FILBA armó la mesa de los freaks, los monstruos amables. “A estos los ponemos juntos y que se entiendan entre ellos” deben haber pensado.
5.
Otras lenguas de Hispanoamérica en el FILBA, Tod Browning las saluda.
6.
Y de ahí salto a las limitaciones idiomáticas del FILBA y comprendo que se trata de un evento de divulgación, un lugar que no admite desplazamientos más allá del muestreo y el saludo. ¿Por qué? Es una decisión. No hay que llevar ponencias. Todo pasa por el delicado encanto de la conversación, muchas veces ocasional. El FILBA entonces como un viejo zoológico austríaco. (Las aves más raras, en esta mesa de “lenguas”.)
7.
La mirada del FILBA sobre eso que llamamos literatura se parece mucho a la cabeza de una menopáusica que vive en un barrio cerrado de Pilar. Pero incluso esa mujer puede leer –por error o curiosidad– un libro de Céline o de Castelnuovo, o de Oscar Masotta o del mismo George Steiner.
8.
En Twitter leo el domingo a la noche: “#EresVascoSi odiás estudiar euskera pero cuando sales de Euskadi estás orgulloso de ser vasco, y te pones a hablar euskera.”
9.
Linguae Vasconum Primitiae («Primicias de la lengua de los vascones») es una recopilación de quince composiciones en verso, precedidas de un prólogo en prosa. Fue impresa en Burdeos en el año 1545 y es el primer libro escrito en bajonavarro del euskera. Su autor fue Bernat Etxepare, un párroco de la iglesia de Saint-Michel-le-Vieux, en la localidad de Eyheralarre, cercana a San Juan Pie de Puerto. Dios lo tenga en la gloria.///PACO