Por Juan Terranova
1.
Ayer jueves 25 inauguró el FILBA 2013. En el MALBA, mucha gente, la gimnasia de los pequeños y medianos intelectuales. ¿Y cómo empezó? Con un video eurotrash arty style. Proyecciones de caleidoscopios en vivo y música incidental. ¿“Espectáculo audiovisual”? ¿De verdad? Alguien tiraba pintura contra el piso, otro lo filmaba. También en un momento aparecían unos ciervos en cámara rápida. Ya era viejo e intrascendente en la década del 70. A la mitad empecé a pensar cómo había sido el arreglo, a qué intereses atendía –quién se cogía a quién, quién era amigo de quién, quién había presionado a quién–, para que eso estuviera pasando ahí. La cosa largó entonces con el pie izquierdo.
2.
Después de esa interminable nostalgia hippie pasada por el filtro de Canal à, subió Pablo Braun y tomó el micrófono. Formal, habló muy bien. Con corrección, nos introdujo en lo que es y lo que será el FILBA. ¿Alguna cita literaria? ¿Algo de pasión? Nada. Solidez en el enunciado y la enumeración de actividades. Hay que mostrar la gestión. ¿Pero por qué se hace eso que se hace? Porque alguien tiene que hacerlo. (La mejor frase que escuché en el 2013.) Enseguida me abstraje de los logros de su franquicia y pude detenerme en que se viste como un zaparrastroso. Camisa rosa abierta, sin corbata, jeans viejos, zapatillas de lona. Es el estilo del tipo que tiene tanta guita que puede permitirse el lujo parecer muy pobre. ¿Nadie de todos los que lo rodea le hizo algún comentario mínimo sobre eso? Formalidad extrema del discurso, informalidad extrema para el vestuario. Y si no te gusta, cerrá los ojos.
3.
A su turno, Silvia Molloy habló sobre los escritores que se van a vivir a otros países y cambian de lengua. “Prefiero hablar de literatura del afuera antes que de literatura del exilio” dijo. Bueno. Estuvo amable, docta, recursiva y previsible. Su análisis de la palabra “homeland” podría haber sido más enfático. Digamos que cumplió. Al menos no hizo el papelón de Marc Augé. A mí gusto, Luis Chitarroni y Ricardo Piglia son los que mejor abrieron el festival hasta ahora.
4.
Y algo del grasuliento velo del Capital que en el FILBA todo lo condiciona se descorrió con Molloy. Involuntariamente, desde ya. La escritora se acercó al lugar del micrófono y comprobó que le quedaba alto. El pupitre negro de madera terciada rebasaba su estatura. “Lo escuchaba a Pablo y pensaba que esto me iba a tapar y tuve miedo de quedar como la Madre Teresa” dijo. La ocurrencia le sacó una risa al público. Era, supongo, una alusión a la baja estatura de la misionera que le impedía salir bien en las fotos. ¿Comentario al pasar? ¿Incidente del espectáculo? El miedo a quedar como la Madre Teresa, la mujer buena, brindada al otro, debería ser una constante de alerta para todos en el FILBA. ¿Por qué? Porque a ningún lector le interesa ser testigo del los Trámites del Club de la Buena Onda, ni presenciar sus comercios, arreglos, besamanos, humillaciones y piedades.
5.
Terminada la apertura, cortado el solipsismo de Molloy, se salió al brindis inaugural. La organización del FILBA es eficiente. No tengo quejas por ahí. Sin embargo a veces le pifian en cosas básicas. Ayer el brindis les quedó seco. Buen vino, pero en dosis irrisorias. Imperdonable decepción. El mozo que me sirvió dijo “hoy degustamos…” atajándose. Media copa de Cabernet Sauvignon más que una degustación es una miseria. Gran pifie de largada en un momento social clave. ¿Un brindis sin vino? La situación dice mucho más del Festival de Literatura de Buenos Aires de lo que parece.
6.
Entre la gente que se codeaba para lograr un poco de alcohol se aburría Simon Reynolds, definitivamente el invitado más importante del Festival. Lo saludé. Me preguntó sobre el tango y sobre la ciudad y le dije que Buenos Aires era el centro de una región muy alejada, un lugar melancólico y feliz, con una vida intelectual intensa y que eso me gustaba mucho. Él me contó que se había ido a vivir a Pasadena y que trabajaba desde casa. En un momento realicé, virginal, un comentario irónico sobre el MALBA y él, muy británico, me respondió «Oh, you are quite a case, I see».
7.
También se lo veía a Tobbias Wolf, el otro invitado internacional importante, uno de los que podía contar varias cosas de primera mano. Viejo, incluso muy viejo, lo espié y lo sentí más real –no en el buen sentido de la palabra– y también mucho más lejano que en sus libros.
8.
Gracias a mis consumadas prácticas masoquistas, disfruto de estos eventos. Ayer no fue la excepción. Veremos qué pasa cuando el FILBA 2013, que ya está en marcha, despliegue sus correosas alas este fin de semana.///PACO