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Brasil este año está en el centro. El Mundial, el evento más importante de la historia humana, se realizará en territorio de nuestro enemigo natural, los vecinos de la saudade y la alegría y la batucada y la feroz competencia en la industria automotriz. Una vez más los organizadores utilizaron el gastado casette de la World Music para lanza un tema oficial que chorrea grasa como una hamburguesa de segunda marca. Esperanza, futebol, un negrito golpeando una pelota con un palo de batería. Cantantes genéricos y percusiones trilladas. Podríamos sincerarnos y llamarla “Rest of the world music”.
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El rapero paulista Mc Guime editó un single llamado País do Futebol, logrando lo más parecido a la canción del mundial que debería haber sido. Con sonido apto tanto para boliches y bares al aire libre como cortinas televisivas, tiene una base funkhiphop que le da el aire indie necesario para el hombre y la mujer modernos de hoy. El tema no evita las clásicas batucadas en clave de samba que caracterizan al folklore brasilero, pero el flow bailable y la fresca cadencia del estribillo nos invita a dejar a un costado semejante cliché. Vale aclarar que en Brasil el funk es un género vasto que representa más o menos lo mismo que la cumbia en la Argentina. A Mc Guime, un joven rey del funk paulista, lo acompaña en esta canción Emicida, otro MC de la misma escena, en un join venture soñado para los jóvenes de Sao Paulo que desde 2008 ven crecer su propia forma de entender el hip hop.
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En el video podemos ver los principales tópicos de este sub género inspirado en la tradición norteamericana de los early years del gansta, y artistas locales como Gabriel O Pensador y Charlie Brown Jr, que abrieron camino en los 90s y hoy son superestrellas. Mc Guime y Emicida vienen de las favelas de Sao Paulo, hijos de obreros que buscaron en la música una alternativa a la venta de drogas, el robo o un trabajo honesto pero miserable. A diferencia del hip hop de Río, en esencia melódico y con menos contenido social, la escena que lideran estos artistas es la favorita de los jóvenes brasileros, que escuchan un sonido donde se combinan la cultura norteamericana y el fuerte contraste de verde y amarillo que se impregna en cada atmósfera de Brasil. La música del funk paulista retrata la dura vida de los jóvenes de las favelas, un país donde la población carcelaria aumentó cerca del 40 por ciento en los últimos 5 años y se producen 20 asesinatos cada 100 mil habitantes.
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Como todo movimiento artístico, el rap brasilero tiene grietas y dobleces. Uno de los más interesantes es Marcelo D2, que viene a quebrar esta tendencia temática y propone desde la capital del país de la cashasa lo que la crítica llamó “samba rap”, con su banda rapcore Planet Hemp y su carrera solista, que lo trae a la Argentina por estos días. Logró convertir el hardcore de favela que hizo con su anterior grupo en un rap easy listening que puede abarcar la violencia como dulces y bohemias canciones de amor. En el disco que presenta en Buenos Aires y Córdoba se llama Nada me pode parar y profundiza en un estilo propio que se diferencia tanto del rap brasilero como de los sonidos de Copacabana. En una entrevista para el diario cordobés La Voz del Interior, contó que “hay una buena camada apareciendo, gente como Emicida o Criolo. Creo que como el rap es electrónico y Brasil pasó por un momento muy difícil de inclusión tecnológica, los jóvenes demoraron mucho en poder tener una computadora en su casa. Pero hoy en día es más accesible y cualquiera puede hacer sus bases. Eso ayudó mucho a la escena brasileña a crecer”.
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Caetano Veloso y Joao Gilberto se reunieron. La onda era tocar un poco, cantar unas canciones, ver qué pasaba. Desde la pecera del estudio, Caetano escucha al viejo tocar la guitarra y cantar tema tras tema suyo, tal y como lo había hecho en los últimos 50 años cada noche de su vida. Con ese pullovercito esconte en V y esa camisa que tiene en las fotos del booklet, apenas pulsando las cuerdas y cantando un arrullo al micrófono. Esa musiquita sonaba sin reverberar, cálida, íntima y a la vez, universal. Caetano ordenó prender los micrófonos y grabar. El resultado se llama Voz e Violao y es el disco definitivo del movimiento que puso la música de Brasil en los oídos de todo el planeta. Con espíritu sincrético, la mano derecha en perpetua síncopa con plaqué acompaña una voz que parece de madera, un viejo piola cantando en un bar, haciendo que todos olviden sus tragos por un momento. Corría el año 2000, la bossa nova se había cerrado como un círculo de quintas. ¿Y ahora?
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Domenico Lancelotti cuenta en un documental disponible en youtube cómo fue que se gestó el sonido de +2, el trío que abriría el nuevo camino de la bossa en la primera década del siglo XXI, llevándolo por los caminos del funk electrónico. El percusionista cuenta cómo les ofrecieron tocar en un bar de Copacabana al que iban siempre. La idea era formar la banda permanente que tocara prácticamente todos los días. Hasta ahí, era el trabajo ideal para él y sus amigos, el bajista Alexandre Kassin y el guitarrista Moreno Veloso, quienes desde su primera adolescencia aprendían todo lo que podían sobre música. Pero había un problema. El bar era muy chico, el escenario no alcanzaba siquiera para montar un set de percusión pequeño. Debían estar los tres sentados en hondos sillones. Entonces Kassin llegó con la solución: una especie de octapad del tamaño de un libro abierto con botones que disparaban samplers de batería. Domenico se acostumbró a tocar como si estuviera escribiendo un mail, y los otros dos improvisaban líneas y melodías.
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Editaron su primer disco el mismo año en que el viejo Joao cantaba las nupcias de la Tropicalía. “La máquina de escribir música” –publicado en EEUU bajo el nombre de Music Typewrigter- es el resultado de aquellas tocadas. Mientras que la primera edición salió por el pequeñísimo sello ROCKit con la hitera firma porta-apellido de “Moreno Veloso”, un año después el grupo pactaría con Luaka Bop y editarían el mismo disco ya firmando Moreno+2. El álbum oscila entre la canción bossa nova y sambas mentoladas con un tamiz electrónico funk que cubre todo como una sábana suave. Mantiene un ambiente intimista con la alegría melancólica propia del MPB. Acá se empieza a formar la idea de +2, un solista acompañado por dos músicos que rotan el liderazgo, dando a la producción musical un enfoque caleidoscópico.
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La discografía de Mais Deus es un completo muestrario de los sonidos de Copacabana, el barrio vidriera de la capital brasilera donde la violencia y los disparos policiales del resto de Brasil contrasta con sus filas de chalets, parques gigantes y centros comerciales. Las dulces canciones del pasado son sampleadas, re interpretadas, deformadas y pasadas una y otra vez por las máquinas de escribir música. El disco de Kassin+2, Futurismo, tal vez sea el momento más alto de la banda, donde combinan un vasto expertise, una sincronía perfecta producto de varios años de profesionalismo, y el impulso experimental que los llevó no sólo a continuar el legado de sus padres, sino también a multiplicarlo produciendo bandas como Os Hermanos, quienes llevaron la nueva MPB a los parlantes de Estados Unidos y, ergo, el mundo.
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En los años 90s hubo un breve enamoramiento de Argentina por Brasil. El nacimiento del Mercosur aceitó las relaciones y vacacionar barato llevó a las increíbles compras de toda clase de dulces, remeras por kilo, cocos y cigarrillos exóticos que traían los vacacionistas cada año. Sepultura sedujo a las masas metaleras y rockeras del país y del mundo, poniendo a su música en las radios y compacteras de los oídos más exigentes y los no tanto. La explosión del hardcore en Brasil incentivó a los jóvenes marginales a eludir la samba, el bossa y todas esas músicas que ya sonaban a madera seca y hacerse cargo de la fuerte relación cultural con Estados Unidos que se abrió en los años 70. Gabriel O Pensador, Ed Motta y Charlie Brown son los autores de las nuevas tonadas, convirtiendo al Funk norteamericano en un género propio, popular y practicado por todo músico de bien. La música llegó a la Argentina, aunque se limitó a los oídos de especialistas y publicaciones de rock que miraban al país de al lado como si fuera una especie de incomprensible mezcla de Berlín y Copenague.
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Este año volvemos a escuchar las tonadas de Brasil. Aunque nunca se fueron realmente, hoy se intensifican en los parlantes argentinos, tal vez porque nuestros sueños y esperanzas de gloria se encuentran recorriendo las pequeñas calles de favelas y ciudades gigantes, conglomerados industriales, pequeños pueblos agrarios, selvas exóticas y misteriosas, lagos, montañas y esas batucadas omnipresentes que acompañan una sexualidad de moral dudosa y una agitada vida espiritual. Con las vacaciones mundialistas como un revival de aquellos veraneos menemistas, los argentinos volverán a mirar al país limítrofe mais grande do mundo, y al ver los escaparates que muestran cifras increíbles de PBI, exportaciones, solidez monetaria y exitosas relaciones exteriores, deberán escuchar las advertencias de los jóvenes poetas del ritmo que cantan sobre un país asolado por la violencia, la injusticia y la desigualdad. La música, que a diferencia de la economía es universal e inclusiva, retrata todos los mundos. Queda en cada uno elegir la tonada que suena más parecido a lo que quiere escuchar////PACO