Me dice el francés “lo bueno de Latinoamérica es que viajas por todo el continente con un solo idioma”, enseguida me cuenta que en Venezuela no le dejaron cambiar los bolívares, así que se fue a un bar y compró cerveza para todos, cuando se quedó sin plata los viejos del bar empezaron a comprarle cervezas a él. Se queda cayado y yo me quedo pensando. El idioma, el dinero y la hospitalidad. Y en mi cabeza va más o menos así;

Si no te cruzas en una balacera la pasas muy bien, con saber poquito te defiendes, porque el inglés lo acuñamos en el colegio y la hospitalidad, que va con la educación, no tiene nada que ver con el respeto. Así que el idioma y la hospitalidad queda jugado en el azar, nos queda la variable del dinero.

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Cepos cambiarios y mercados negros, intereses con tarjeta y descuentos en efectivo, el precio y la tarifa, sumándole el regateo, se mueven en Latinoamérica dentro en un rango ridículo, que representa un reto hasta para el más versado de los economistas. Un ejemplo: un hostel en Uruguay anuncia un precio de 20 dólares americanos la noche, si pagas con tarjeta de crédito te recargan un diez por ciento, si pides rebaja te la dan, y te aceptan pesos uruguayos a cambio oficial. De entrada el hostel propone cuatro diferentes precios, si vienes de argentina, tienes que sumarle que el cambio es controlado, así que puedes acceder a dólares de manera legal, en el mercado negro, o pagar con tarjeta, eso nos suma dos precios más a la tarifa de efectivo de dólar y una más a la de tarjeta, quiere decir que ya hay siete precios diferentes, sin contar la pedidita de descuento. Hecha la ley hecha la trampa.

Somos de movernos con facilidad dentro de los grises, quien no coimea pide prestado, y el que hace la factura tiene a los empleados en negro, la queja como bandera y el problema es de los otros. Poner un precio y mantenerlo, no, que me adapto y moldeo porque todas las situaciones son diferentes. Son tan diferentes todas las situaciones? Agarramos las excusas como salidas de la codicia o nos defendemos de un ataque fantasioso que lo que hace es mostrar el complejo. El complejo.

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La fuerza de la convicción, fuerza que consiguen los imperios económicos y las razones matemáticas. Fuerza imposible de conseguir en la improvisación y el desorden. Indagar en soluciones da pereza, pienso en la ardua tarea de desenredar las luces de un árbol de navidad de nueve metros.

En Chuy, pueblo fronterizo entre Uruguay y Brasil, pueblo sin frontera, de un lado de la calle es Brasil del otro Uruguay, el kilo de arroz sale 1 dólar americano (son 20 uruguayos pero en la comparación se tiene que recurrir a un factor común) del lado uruguayo y .50 en el lado brasilero, con supermercados abiertos de ambos lados. Ni me atrevo a adéntrame en las marañas interminables de Ciudad del Este.

Europa tiene el euro y nosotros el dólar. ///PACO