Una buena forma de spoilear el documental Leaving Neverland sería decir: Michael sí violaba. A pesar de que en los dos juicios que enfrentó por abuso de menores nunca se probó su culpabilidad, a pesar de que la condena social que lo rodeaba se debía más a sus hábitos excéntricos que a la posibilidad cierta de que violara niños menores de edad, finalmente Michael sí era un pedófilo. Pero la dinámica del spoiler exige que el interlocutor conozca algo que antes no sabía, algo que le anticipe la trama, que le devele un secreto. Y la noticia de que Michael era violador no suena como algo muy revelador ni muy sorprendente.

En 2009, el año de su muerte,  aunque los escándalos le habían causado una depresión muy profunda, Michael volvió a ser el rey del pop: tenía cincuenta (¡50!) conciertos agotados en el estadio O2 Arena de Londres. En el improbable caso de que a pesar de sus condiciones físicas, psicológicas y espirituales hubiera sobrevivido a esos conciertos, Michael se iba a convertir en un producto más de la industria del revival. Probablemente en el más importante. Es muy impactante ver en el documental This is it (que por ahora sigue en Netflix) las imágenes de él ensayando para una serie de conciertos para los que no estaba seguro de estar preparado, como un mártir del show business internacional. Ahora se sabe, porque lo contó su médico personal, que durante esa época pedía que lo durmieran, pero no durante horas, sino durante días enteros. En un sentido era una apuesta segura: o sobrevivía a esos conciertos y volvía al negocio del espectáculo por la puerta grande, o se moría y se retiraba por la puerta grande. Michael no sobrevivió, y en los doce meses posteriores a su muerte vendió 50 millones de discos. Pero ni su regreso glorioso ni su muerte lograron borrar del todo la percepción de que Michael había tenido un vínculo extraño o polémico o incorrecto con los niños. Por eso, la revelación del documental no es tal. Más que revelación es una confirmación de un hecho que podía ser cierto pero que nunca se había probado del todo.

Lo que sí es una revelación shockeante del documental es que los protagonistas cuentan el modus operandi de Michael. Los detalles de cómo administraba sus amigos, los niños que lo acompañaban. La madre de Wade Robson, uno de los dos hombres que dan su testimonio, cuenta que luego de varios años de amistad con Michael entendió cómo era el sistema: cada “amigo” le duraba aproximadamente doce meses, durante los cuales le prestaba toda su atención, lo llevaba de gira, lo invitaba a Neverland. Después de ese tiempo, buscaba otro. O el recuerdo de James Safechuck, el otro hombre que cuenta su experiencia con Michael, que relata que a los 11 años estaba en cuatro patas en una cama de Neverland y que delante de él tenía un poster de Peter Pan y atrás a Michael masturbándose. Estos son las revelaciones que convierten a Michael en una cosa que para el ojo público había sido pero nunca del todo: un pedófilo sistemático.

Una lectura atenta de las representaciones de Michael a lo largo de los libros, artículos y documentales que se realizaron desde su muerte proyecta una certeza: todas las grandes corrientes estéticas de la música norteamericana confluyen en él. Como ningún otro artista (quizás Quincy Jones) Michael supo sintetizar su herencia negra y proyectarla hacia el futuro, darle la forma que tiene hoy. En el presente no existe ningún artista pop en el que no se escuche algo de Michael. A partir de la lectura de esas representaciones se descifra algo: existían tantos Michaels como relatos sobre Michael. En Unmasked, del periodista Ian Halperin, Michael es un hombre gay completamente activo, que tuvo amantes masculinos secretos a lo largo de toda su vida adulta. En Michael Jackson: the Magic and the Madness, de J. Randy Taraborrelli, Michael es un artista que utiliza la excusa de su infancia perdida para justificar sus costumbres extrañas, como por ejemplo construir una habitación en la casa de la familia de su amigo de once años para poder estar cerca de él. En Moonwalk, su ingenua autobiografía, Michael es un joven heterosexual completamente normal, que nunca se operó de nada, y que es inspirado por Dios para componer sus canciones. En The resistible demise of Michael Jackson, Michael es una metáfora de la América contemporánea, una escultura biológica posthumana que refleja en sus cirugías la ideología y el devenir norteamericano. En Living with Michael Jackson, el documental de Martin Bashir, Michael es un hombre perverso, que vive encerrado en su rancho fastuoso durmiendo con niños con cáncer y que gasta millones de dólares en jarrones chinos y otros artículos decorativos e inútiles. En South Park, Michael es un padre de familia irresponsable y aniñado pero de buen corazón, que prefiere jugar con otros chicos que cuidar a sus propios hijos. En Los Simpsons, Bart dice que es un invento de los padres para asustar a sus hijos, como el infierno o el coco. Como un caleidoscopio cultural, la identidad de Michael cambia según quien la cuenta. Pero hasta ahora nunca había habido un relato fiable y consistente sobre Michael como pedófilo. Y ahí es donde Leaving Neverland propone algo nuevo.

Wade Robson, que conoció a Michael a los siete años, es uno de los protagonistas del documental. Los abusos, que según cuenta duraron desde los siete hasta los catorce años, incluían masturbación, sexo oral, pornografía y alcohol. Wade fue una de las dos personas que salvó a Michael durante los dos juicios en su contra, que a partir de su testimonio, en el que negaba rotundamente cualquier tipo de abuso, salvó a Michael de ir a la cárcel. La otra persona es Macaulay Culkin, que sigue manteniendo su postura de que, si bien dormía en la misma cama de Michael, nunca existió abuso. En 2013, Robson cambió su postura y pasó por varios programas de televisión diciendo que en realidad sí había sido abusado. Las razones del cambio de postura de Robson fueron un prolongado episodio de estrés y las reflexiones que la paternidad le trajo sobre la relación entre adultos y niños.

Pero lo que realmente explica Leaving Neverland son las razones por las cuales Robson mantuvo el secreto por todos estos años: su madre se lo llevó a él y a su hermana desde Australia, el país donde vivían, a Los Angeles. La vida de Wade Robson y su familia se divide en antes y después de conocer a Michael. “La mitad de mi vida estuvo girando alrededor de Michael Jackson. Admitir que me violó durante siete años era admitir que todo ese tiempo, y toda mi vida posterior había sido un error”. En 2013, Wade Robson inició una demanda por abuso sexual contra Michael, que había muerto cinco años antes. Un juez de Los Angeles desestimó el caso. En la sentencia no se pronunció sobre la credibilidad de los alegatos, sino que sostuvo que la denuncia incumplía el plazo legal de doce meses después de la muerte de Michael. Una vez que pasaron doce meses de la muerte de alguien, ya no se lo puede juzgar.

En una nota de Forbes se describe un hecho que se convirtió en uno de los principales argumentos de los defensores de Michael. En 2011 Robson se acercó a Michael Branca, uno de los administradores de los derechos de Michael Jackson, con la intención de dirigir ONE, un espectáculo del Cirque Du Soleil basado en la obra de Michael. No fue elegido, la empresa designó a otro para persona. Un año después, Robson escribió un libro en el que contaba los abusos de Michael, que ningún editor quiso publicar. Y al año siguiente realizó la demanda, que fue finalmente desestimada.

El otro protagonista del documental es James Safechuck, un treintañero que inició su relación con Michael a los once años, cuando protagonizaron juntos una publicidad de Pepsi. Safechuck cuenta que unos meses después de comenzar su relación, Michael le regaló un anillo de oro con diamantes, como un símbolo de unión permanente entre ellos dos. La semana pasada, TMZ dió a conocer un video de una cámara de seguridad de un local en 1989 en la que aparecen Michael disfrazado con un sombrero de cowboy y un bigote falso. El niño que lo acompaña es Safechuck. Varios medios sostienen que el video es una evidencia del testimonio de Safechuck.

Antes del estreno en HBO, Leaving Neverland ya tuvo repercusiones contundentes: los productores de Los Simpsons retiraron el episodio en el que Michael puso su voz, el Museo de Niños de Indianápolis retiró el sombrero y los guantes blancos de su exhibición, la hija de Michael tuvo que salir a desmentir su suicidio, y Debbie Rowe, su segunda esposa y madre de dos de sus hijos, salió a decir que nunca tuvo sexo con él y que fue inseminada con un semen que ni siquiera era de Michael. Probablemente, durante los próximos días va a haber más repercusiones. Dan Reed, el director del documental, ya avisó que está dispuesto a hacer un segundo episodio del documental en caso de que aparezcan más testimonios.

Leaving Neverland deja dos tipos de interrogante. El primero es artístico. La discusión que atraviesa Twitter estos días es si seguir o no escuchando la música de Michael ¿Logrará este documental torcer la percepción de su obra? El cortometraje Captain EO, el videoclip de Heal the World, el rancho Neverland, toda esa iconografía de Michael como Peter Pan, que aparece de forma recurrente, ¿empezará a percibirse de masivamente como perversa? Aunque varias radios anunciaron que dejarán de pasar canciones de Michael, algunos días después del lanzamiento del documental, su presencia en Spotify está intacta: la música de Michael marcó 16.497.000 escuchas la semana después del estreno del documental, el 3 y el 4 de marzo. Y de hecho hay varios famosos, como Diana Ross o Barbara Streisand, y una legión de fans en la red, que defienden a Michael.

El segundo interrogante, que probablemente sea más importante, es de tipo cultural: ¿Cómo es que las prácticas de Michael, que hoy nos resultan perturbadoras, eran percibidas como inocentes o excéntricas? ¿Cuáles son las circunstancias que provocan que una víctima guarde un secreto así de terrible durante tantos años? ¿Cuántos testimonios se necesitan para activar la condena social sobre un artista consagrado?

A principios de marzo, unos días antes de que se estrenara el documental, empezó a viralizarse un video titulado My ghoul Jackson, en el que se muestra una especie de robot animatrónico disfrazado de Michael, una versión (aún más) terrorífica y perturbadora de él en sus últimos años. Cuando el video se hizo masivo, los usuarios le dieron un nombre: el Ayuwoki. Y le crearon una historia: es un monstruo que aparece a las tres de la mañana haciendo el clásico “hee hee” de Michael para asustar a los chicos que no se duermen. ¿Será el Ayuwoki un adelanto, un spoiler, de cómo se percibirá a Michael a partir de Leaving Neverland? ///PACO