Por Martina Alfuso/ @pastamarte
Nos encontramos en “La Prometida”, un barcito medio cool medio barrial que propuse. Una esquina quieta de Colegiales un lunes de mayo de 2012 a la hora del mediodía. Nadie. El contacto había sido a través de grupobondi.com.ar que ofició de productor. Mail va, mail viene. Le había entusiasmado la propuesta: una vez más, cruzar espacios; el viaje de Fantino hacia la etnografía sociológica juvenil. Y viceversa. Nuevas identidades culturales, derribar los hoteles vacíos del mundo intelectual. Llegó puntual y empezó la charla rápido. Le encantó el lugar, “voy a traerla a la gringa”; me dijo. Hablamos sobre su infancia en San Vicente, la peregrinación a Buenos Aires, el golpe de suerte. Los amigos, la política y la literatura. Y la televisión. “Pero en la tele no hay traición porque no hay leyes”, me dijo. Un tipo accesible y carismático Fantino; ventanal hacia una generación.
(La nota tuvo un derrotero editorial errático. Quizás porque el viaje era sólo de ida, quizás porque el optimismo es un asunto de la voluntad, no de la inteligencia.)
«Tinelli es el Wall Street de la televisión argentina»
Una barra de fondo escénico, silloncitos acolchonados, luces de colores, cortina musical bolichera, desfachatez, voluptuosidad de las formas, Siamo Fuori, polémica. En paralelo: cafecito en la mesa, sensatez, mano a mano, cámara diletante, tiempo de la palabra, silencios dialógicos, política. Lo que comparten ambas escenas, además de un espacio y tiempo televisivos, es un estilo: a lo Fantino. Animales sueltos es el producto de esta intermediación; vive de inclusiones. Es un programa barroco: contiene mundos adentro de otros mundos, a su vez, envueltos en su representación. Los 90´s se han ido y nos han dejado el barroco como estética televisiva de la política.
¿Cuál es la emisión de Animales Sueltos que más recordás, que te parece más memorable?
“Creo que es un debate de las mellizas griegas, las Xipolitakis. (Risas) No, hubo algunas interesantes en el mundial de Sudáfrica que estaban buenas, la pasé muy bien allá con Ruggeri, nos divertíamos mucho. Creo que las noches que nos hemos reído mucho con Coco fueron muy divertidas, pero la que más recuerdo es la de Malvinas. Esas son las que han tocado un punto bastante alto. Si me das a elegir, es esa.”
Ese ensamblaje ya revisitado en la historia de la televisión argentina que tiene que ver con lo kitsch, conquistó finalmente su lugar con Tinelli. Hay algo de adolescente en esto: la dinámica de grupo donde circulan olas de tensión sexual, el estilo de la espontaneidad y el imperativo de la diversión como garante del funcionamiento. En este sentido, entre Tinelli y Fantino hay un puente. Cronología de vida: infancia en un pueblo del interior, fuga adolescente, fanático de un club de fútbol, azar, periodismo deportivo, Capital Federal, radio, éxito. Odisea televisiva común: la idea de la familia ambulante, que reaparece cotidianamente en la pantalla de la tele; la suerte de nacionalismo televisivo devenido en ética del medio -bancar a la televisión argentina, hacer el aguante-; las suspicacias del “vivo”, formato que explota la cualidad del medio: instantaneidad de la imagen. “El vivo tiene espíritu, es materia del momento, materia viviente”, explica Fantino.Al vivo de la tele, Fantino le agrega la teatralidad inmediata del twitt: “Y recuerden que la espada que nos decapitará aun no ha sido fundida. Enfrentaremos a Tinelli con los ojos abiertos para bardear a la muerte”, escribe @fantinofantino.
Entre Fantino y Tinelli pasa un río también. “Está cambiando la televisión, ahora viene una etapa un poco más profunda, no va a haber tanto boludeo. La gente se cansó un poquito de lo liviano y muchos de los que hacíamos programas livianos –a ver, yo no soy Anderson Cooper– tratamos de cambiar el rumbo y creo que la gente te responde». Tinelli dejó de hacer periodismo para ser una celebrity a pura showmanía; Fantino reconcilió las figuras y apostó por un movimiento de ida y vuelta, límites potables entre mesura y desmesura. “Mi objetivo es sobrevivir a la tele. Acá el único que tiene planificada la vida es Tinelli o Susana; el resto sobrevivimos, somos laburantes. Yo este año decidí crear mi propio camino y veré si resisto o no resisto, veré si me pasa por encima el mercado o si puedo quedarme viviendo con mi pequeña economía subsistiendo a esta locura”.
A pesar de esa comodidad televisiva a la que ambos adhieren –la televisión, o el canal, como casa–, el público de Animales Sueltos tiene un recorte sobre la masa, una decisión desprejuiciada, y es ahí donde se juega una nueva forma de espectacularidad y de periodismo. “En la televisión hay mucho prejuicio, entonces automáticamente hay algunos modernos o cool en mi profesión que se cierran a un ghetto porque no les da el cuero para hacer las dos cosas. Y la verdad –ahí voy a pecar un poco de soberbio–, a mí me da el cuero para hacer las dos cosas.” La fiesta de Animales Sueltos –ahora comprimida– es pedagógica. Fantino se esfuerza por ocupar dos lugares simultáneamente: el del periodista y el del consumidor, entiende la solidaridad entre saber preguntar y saber escuchar. Frente al quietismo, se inquieta. “El público de Animales Sueltos es un público vastísimo porque es un público de las 12 de la noche. Y a esa hora te ve el empresario, el remisero, el fletero y el desocupado porque confluyen a esa hora sus gastos.” No propone la separación de dos mundos, sino la yuxtaposición, trabaja desde la ganancia de la mezcla, comercializa estrategias de un mundo a otro. “El late-night, tal cual lo presentan en Estados Unidos en Argentina expulsa, o sea que deja mucha gente afuera. Late night criollo es multitema, el late-night criollo es un late-night donde convive el canoero que viene con una guitarra de la isla con un médico infectólogo que te habla del HIV.”
“Las charlas son una especie de pelea de Box! Salen buenas si los dos rivales quieren.” @fantinofantino
La seducción de Animales Sueltos está cifrada nada más ni nada menos que en su slogan “llamamos a las cosas por su nombre”. En la relación entre el nombre y la cosa, está la operación de Fantino. Acercar esa relación al sentido común, hablar de todo sin decir la incomodidad del referente, es un rodeo prolongado, dialógico, eficiente. Saber leer las necesidades y los deseos de una época. “Para mí, Wikipedia es lo que es a Borges la Enciclopedia Británica.” Lector fragmentario. “Entro, voy, tanteo, busco, leo. No me vas a ver nunca con un libro abierto leyendo solamente ese. Hoy leo mucho ensayo e historia. Todo ensayo que llegue a mis manos lo leo. Leo más o menos unos 15 libros al mismo tiempo de a 3 páginas por día cada uno.”
Como dicta la lógica de cualquier buen policial: la respuesta está en la buena formulación al problema. El enigma es aquello que no se narra y que funciona como un lugar vacío, es la posibilidad de narrar y de llegar al momento de verdad de la narración. Fantino define de otra forma, dentro del periodismo contemporáneo, el hecho periodístico y construye así un camino diferente para llegar a la “verdad”, otra relación entre lenguaje y acontecimiento. “Así como un músico toca una nota como la siente, yo capto una palabra para una nota, capto un tema, donde por ahí un pibe que me ayuda en la producción no lo vería. Tal vez yo con Alberto Fernández vi que me llamaba la atención que usaba soquetes blancos y un pibe de la producción lo deja pasar. Una vez dijo Charlie Parker una cosa muy interesante: `Cuando yo no ensayo un día, lo noto yo. Cuando no ensayo dos días, lo nota el grupo. Cuando no ensayo tres días, lo nota el público´. En mis notas, pasa lo mismo. Cuando yo no la preparo una hora y media, dos, lo noto yo. Cuando lo preparo menos, lo noto yo y el entrevistado y cuando no lo preparo nada, lo nota el entrevistado, el público y yo. Hay que estar.”
Podríamos decir que Fantino sostiene el compromiso periodístico desde la narración; del periodista comprometido al periodista épico. El de Fantino es un periodismo que hibrida, está entre la explicación y su falta. No se construye sólo a partir de la mirada liberal, de la historia de la conquista de la información, sino que navega en las aguas del relato, asume los desvaríos de la descripción; la idea romántica de buscar en la historia, en el origen. “Infancia y por qué son claves para una entrevista.” A lo mejor es la formación profesional y familiar en el deporte lo que da la pasión por la inmediatez, por la anécdota, la prioridad del derrame emocional por sobre el efecto editorial. “Mi viejo armó las canchas de tenis en mi pueblo, entonces de chiquito fui siempre amante del deporte. Terminaba el colegio y me iba para el club, siempre. En los pueblos del interior, el club termina siendo una extensión de tu casa, una familia extendida.”Al igual que el policial, el periodismo –sobre todo el televisivo- es un género comercial, pero pocos exponentes del género logran descomprimir la tensión entre elite y masa. Fantino lo consigue con Animales Sueltos. Prueba una vez más, la insuficiencia, en términos políticos y culturales, del binomio civilización y barbarie. “La frase “civilización o barbarie” es una frase que para mí ha dominado y sigue dominando el pensamiento político argentino. No nos vamos a poner nunca de acuerdo porque somos herederos de civilización o barbarie.”Animales Sueltos transforma el anonimato que promueve la televisión como fantasía de la ciudad en historia singular, en barrio y pueblo. Participa del sueño (postergado) del federalismo. “Mi sueño era tener un tren que viajara por el interior y que un vagón fuera el estudio y se transmitiera con una antena del tren. Recorrer Argentina con un tren.”Fantino es el narrador del periodismo; catarsis armonizadora de una clase.
“Volvió la política. Y en forma de camisa de Siamo Fuori” @diegoese
Así como Tinelli ofició de amalgama del sentido común de los 90´, Fantino es un buen exponente del desbarajuste kirchnerista al sentido común. “Me gustaría hacer algo de política por Santa Fe, soñé a lo grande con gobernarla, pero no, no tengo ningún tipo de militancia. Soy peronista por adopción, por mi familia. Le hice una nota a Mariotto el otro día en Animales Sueltos y cuando terminó la mitad me decía gorila y la otra mitad me decía chupamedias del Estado. Si esto es así y sigue así, no me interesa en lo más absoluto nada.” Porque más allá de la función exitista de conducir, está la difícil función de moderar. Moderar las palabras propias y las ajenas, dibujar el trayecto de la palabra y conocer el lugar de la interrupción. En ese excedente está la técnica del periodista, el oficio, y la vocación articuladora de una clase: la clase media. Conducir, moderar, interrumpir. Fantino es el nuevo pedagogo de la clase media: de los trabajadores de cuello blanco; de los de manos sucias; de los de formación liberal; de los burócratas aggiornados. La pasarela de Animales Sueltos es ancha: Facundo Moyano, Nicolás Kasanzew, Gabriel Mariotto, Aldo Rico, Maravilla Martínez, Felipe Pigna, Gabriel Rolón, Pino Solanas, Jorge Castillo. Disidente del progresismo, militante del twitter; Fantino corre por izquierda y por derecha. El feedback con su público obedece a una empatía de clase, empatía con la versatilidad propia de la clase media argentina. Es una suerte de intérprete clasista, en el buen sentido del término, que puede –y sabe– caminar en esa rugosidad político-mediática y metamorfosearse ad eternum. Ese poder de adaptación del que participa sin necesidad de cinismo o fachada condescendiente. “Me voy moviendo por aburrimientos y por alegrías. Yo laburo por guita primero, necesito ganar guita, me gusta la guita y necesito ganarla y generar una estabilidad monetaria. Este es un lindo camino, tal vez esté muchos años siguiendo este camino, pero, tal vez, termino conduciendo en Telefe “Minuto para ganar” en dos años o un apéndice de los programas de Tinelli”. Fantino es consciente de la demagogia televisiva y sabe jugar con sus límites. “Un político hace mediciones de aceptación popular una vez por semana. Yo hago un testeo minuto a minuto. Si la pregunta que yo tiré gustó, sube un punto o baja uno, más o menos, pero es así. Es tremendo.” Desafiar el vicio conocido y corroerlo con una apuesta renovadora. Ser la voz que contempla la naturaleza contradictoria de clase media exige convergencia, matices, heterogeneidad. A su vez, logra crear un clima íntimo y cómodo que desbarata esa diferencia idealmente clasemediera entre el espacio de lo público y lo privado: la intimidad televisiva. El estilo del confort, no de la complacencia: hace las preguntas incómodas sin el vestigio de la incomodidad.
Movilidad de posiciones que implica la subjetividad del lugar intermedio. “Somos una generación medio perdida, ni con un pie en una ni con un pie en otra, porque vivimos el proceso con 8, 9 y 10 años. Vivimos lejos todas las atrocidades que ocurrieron acá, las vivimos lejos. Nos costó tiempo tomar conciencia de las barbaridades que hicieron estos asesinos porque estábamos lejos, distantes, descontextualizados, los que somos del interior, en el interior. Entonces, somos una generación que ni lucha ni nada. Somos una generación nini”. Un twittero dijo: “Las entrevistas de Fantino son ese momento donde todos tienen razón”. Quizás sea cierto. Nuestra Presidente también dijo “la clase media es el sino de las grandes frustraciones de la historia argentina”. Animales Sueltos quizás sea una forma de convertir el sino en una forma de conciencia, un ensayo de cómo recuperar los lazos de solidaridad hacia dentro de una clase y entre clases, a través de un periodismo seductor, poroso, presente. Así como el kirchnerismo es hijo de 2001, Fantino puede situarse en esa delgada línea insistente que es el desafío kirchnerista por conquistar políticamente a la clase media, la clase de la disputa.///PACO