Todo aquel que haya estado desempleado durante un tiempo sabe que se trata de una experiencia destructiva. Los primeros meses son pura incertidumbre. Una ligera sensación de libertad se superpone con momentos de profunda melancolía. Poco a poco las redes informales de solidaridad comienzan a aceitarse; pero lo que prevalece es la sensación de vulnerabilidad acompañada por un sopor ocasionado por la inadecuación de las categorías de percepción de lo social frente a una realidad de precariedad material y también emotiva.

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Aquel que haya estado desempleado durante un tiempo sabe que se trata de una experiencia destructiva.

Hace más de una década, Daniel Livovich escribió un artículo ya clásico sobre cuatro casos de experiencias subjetivas de la nueva pobreza. Se llamaba “Colgados de la soga” y salió publicado en una antología compilada por Maristella Svampa titulada Desde abajo. La transformación de las identidades sociales. Los ejemplos escogidos por Livovich (un ex empleado de YPF, una ama de casa, un ex comerciante y un ex empleado público) eran de personas que se resistían a abandonar una identidad de clase media clásica, con sus ambiciones de progreso económico y ascenso social. En todos ellos, los relatos del descenso eran construidos en términos individuales. Les resultaba imposible construir una trama que conjugase historia, biografía y política. ¿Pasará lo mismo con los nuevos desempleados del macrismo? ¿Existen hoy formas de codificar de manera colectiva una experiencia que se hace letal al ser decodificada en términos de falla personal? ¿Tiene la web algo que aportar al respecto?

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Los descensos eran construidos en términos individuales. Les resultaba imposible construir una trama que conjugase historia, biografía y política.

Las revistas digitales de perfil político-cultural no parecen demasiado preocupadas por la ola de despidos que dentro del sector privado arrancó con la avícola Cresta Roja y luego se prolongó con los de Gabriela Michetti a más de dos mil empelados del Senado de la Nación. Prefieren mantenerse a la expectativa, son pichiciegos a la espera del fin de una batalla relámpago que no terminan de comprender. Este temperamento quizás haya sido permeado por los medios culturales oficialistas, que además de censurar textos que mencionen al líder supremo Mauricio Macri tienen su core asentado en contenidos chirles sobre nostalgia sentimentaloide. En cambio, los medios periodísticos nacionales sí aportaron algunas soluciones para la nueva masa social de desempleados. Baños en piletas pelopincho, virtudes del ventilador de techo, bondades del turismo virtual en Google View y otras formas de preparar a los lectores para los años duros que se avizoran.

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Las revistas digitales de perfil político-cultural no parecen demasiado preocupadas por la ola de despidos que dentro del sector privado arrancó con la avícola Cresta Roja.

En este contexto la aparición de la cuenta @eldespidometro marca una innovación en lo tocante al relevamiento de los cesanteos laborales llevados a cabo por la administración entrante. Ya no se trata de un mail reenviado, de un amigo que militaba -la gran justificación social del ajuste- y fue sacado de su puesto de trabajo como un perro, de otra conocida que se sabe espiada en las redes sociales, de un posteo en Facebook sobre la represión a los echados. Con herramientas fáciles y accesibles, El Despidómetro lleva una cuantificación en tiempo real de la cantidad de despidos efectuada por el nuevo gobierno. Deja en offside a los grandes diarios con intereses concretos en la manutención del ajuste con paz social. Y releva al instante lo que sucede con criterios institucionales y geográficos. Por ejemplo, sabemos así que La Plata es la localidad más afectada por la ola amarilla, con la eliminación de 4500 puestos de trabajo, pero también que el Municipio de Morón despidió a mil trabajadores, o que en Vialidad Nacional se han despedido 20. El total, al momento de consulta para esta nota, alcanzaba casi 24 mil despidos. Habilita así que la tragedia personal o grupal del desempleo sea leída en clave sistemática y política.

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El @eldespidometro marca una innovación en lo tocante al relevamiento de los cesanteos laborales llevados a cabo por la administración entrante.

El Despidómetro es entonces un gran reality show que testimonia una inédita política de shock del oficialismo en la administración pública. Construido a través de una aplicación y en tiempo récord, cualquier persona con conexión a internet puede acceder a los resultados  una serie de medidas que exceden la discusión sobre la eficiencia del Estado y se toman con el doble propósito de entregar al núcleo indignado del Pro una ansiada revancha y al mismo tiempo generar la idea de una purga eficientista que libere al estado de la “grasa” o el sobrante militante. Pero hay algo más. Con sus colores algo antiguos y su forma de budín casero, el gráfico que El Despidómetro actualiza es un insumo indispensable para las formas de agrupación sindical y también para las formas de organización militante, ya que a través de un procesamiento rápido de la información y de una comunicación centralizada y “limpia” condensa la prehistoria de un modo de acumulación basado en un imposible disciplinamiento de la fuerza laboral. El Despidómetro no es un movimiento social, tampoco la solución a ningún problema.

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Durante 2015 Sudáfrica tuvo un promedio del 25% de desempleo, y Australia un 6,5 %. Los nuevos billetes se parecen más a los de Sudáfrica.

Pero funciona como un agujero negro que succiona las fotos distractivas de los publicistas del Pro, como aquella de un perro sentado en el sillón de Rivadavia, y las notas sobre ese perro en periódicos nacionales. El Despidómetro es un Indec casero cuando el gobierno teme dar estadísticas oficiales. Una herramienta nacida bajo la Biblia macrista pero con la capacidad de blasfemar su doctrina de conflicto inexistente. Según algunos expertos, la tasa de desempleo local superaría el 10% para el fin de 2016. Mucho se ha discutido sobre el modelo de desarrollo posible para la Argentina, con un aparente consenso sobre la conveniencia del modelo sudafricano o australiano antes que aquellos como el de Corea del Sur o incluso los Estados Unidos, con formas de industrialización más tradicionales. Según la web Trending Economics, durante 2015 Sudáfrica tuvo un promedio del 25% de desempleo, y Australia un 6,5 %. Los nuevos billetes se parecen más a los de Sudáfrica. Y a diferencia de las langostas, el calor o -quizás- el desmesurado aumento de precios, la ola de despidos parece haber llegado para quedarse. Por suerte, el Despidómetro también//////PACO