«No hay que dejar de hablar del mal
porque está lleno de relativistas hijos de puta
a los que le da todo lo mismo
y el mal se filtra por ahí.»
1. El tema de la novela es el mal. La modernidad inaugura su género con esa sola premisa.
2. Se dice que el motor de la narración es el conflicto. Pero ¿qué conflicto?
3. La modernidad es contradictoria. El sujeto moderno también. Si la novela se termina de instalar como género con la revolución industrial, encuentra sus mejores personajes ochenta años después cuando Freud describe una histérica. Aunque Charcot, Flaubert y otros habían intuido ese rol protagónico.
4. La idea de “mal” nos remonta enseguida a Sade. Pero no es privativa de él. Ni mucho menos. Sade es, entre otras cosas, un explorador, un coleccionista de las muchas formas del mal. Genera series y variaciones. Sade nos prepara una dieta de horrores y placeres, pero el novelista puede seleccionar y tomar un poco para condimentar el producto de su humilde huerta de males.
5. La novela es el género del equívoco porque del equívoco surge, se desprende el mal y su ironía.
6. Una vez planteado, en el novelista queda resolver ese mal, encontrar o proponer una redención, inventar cómo triunfa el bien, o entregarse al nihilismo final de la perdición. Pero sin mal, no hay novela.
7. El mal puede ser un personaje. El villano de las películas de Hollywood. Pero también puede ser un malentendido, como en el final de Romeo y Julieta. Puede ser la sociedad, puede ser la ausencia de sociedad y puede ser un auto embrujado como en Christine de Stephen King. Puede ser un lugar como en Cementerio de animales o una corporación tecnocrática como en The Boys.
8. El mal siempre es un problema de escala. En Ladrón de bicicletas la angustia resulta extrema. A veces el reproche de un padre, o su ineptitud, puede ser peor que un año viviendo en un campo de concentración.
9. Si el mal satura, aburre.
10. El mal debe ser padecido por un personaje. El personaje que padece el mal y lo combate se transforma en protagonista.
11. El mal es tentacular. Cuantos más brazos tenga, y más húmedos y oscuros sean, más difícil escapar y más interesante la novela.
12. Hay males banales que ya no nos asustan. El mal tiene fecha de vencimiento.
13. Para la generación del 37 el mal era el desierto argentino. Luego fue Rosas. Para Sarmiento, el desierto y Rosas. Después, los italianos. Roca es el malo para el progresismo argentino que lo desconoce.
14. El mal siempre funda, es fundante. Opera, se mueve, ambiciona. Nunca está quieto: cambia, se transforma.
15. Para imaginar las formas futuras de la narración debemos imaginar las posibles variaciones de un mal a venir. En ese sentido, Roberto Arlt es el que mejor entendió su futuro y también el nuestro.
16. Perón dijo: “El bruto siempre es peor que un malo, porque el malo suele tener remedio, el bruto no. He visto muchos malos que se han vuelto buenos, no he visto jamás un bruto que se haya vuelto inteligente.” Los novelistas que entiendan esta frase podrán escribir mejores tramas, pensar y delinear mejores personajes, y producir mejores novelas.
17. El malo no es el mal. El malo es aquel que padece el mal y lo ejerce. Elmore Leonard escribió: “Los malos no son malos las veinticuatro horas del día.” Desplegando esta idea los villanos pueden tener momentos positivos, de caridad o piedad, y los héroes, reflejos de maldad, porque nadie tampoco es bueno las veinticuatro horas del día.
18. Ana Arendt habló de la banalidad del mal, pero un novelista debería poder sondear también la banalidad del bien y sus derivados. El mal muchas veces compone una trama en la que participan idiotas, egoístas e ignorantes. Muchas otras veces el mal deriva de las buenas intenciones.
19. Es probable que el novelista con buenas intenciones escriba novelas aburridas.
20. Para Hobbes, el hombre era el lobo del hombre. Para Rousseau, el hombre era en esencia bueno. Para los socialistas utópicos del siglo XIX, la tecnología venía a salvarnos de nuestro destino de autodestrucción. Para Heidegger, esa misma tecnología es el mal.
21. En el Martín Fierro, el mal es el desierto, la leva, el indio.
22. Para H.P. Lovecraft el mal se constituía en una serie de monstruos marinos que funcionan como una gran metáfora de su único, recursivo y acerado terror por la vulva femenina. (Le debo este señalamiento sutil a Sebastián Robles.) ¿Cuál era el mal para Poe? Quizás la sociedad capitalista que nacía con la revolución industrial. Quizás el alcohol y el opio. Pero su obra, nuclear y fundante de la modernidad, tiene una característica excepcional: ahí donde Poe miraba veía el mal. O sea, su mirada captaba algo –un lugar, una escena, un personaje–, lo desarmaba y volvía a armar con una forma amenazante. Por eso fue un narrador, un contador de historias, fundante, influyente y poderoso.
23. El mal puede ser la vanidad, la envidia, la mezquindad, la indiferencia, la pereza. Un novelista atento debería explorar estos y otros sentimientos llenos de detalles.
24. Para Cervantes, el mal era la lectura. En El hombre en la multitud, Poe dice que el mal es aquel o aquello que no se puede o no se deja leer. Y lo dice en alemán.
25. Si no logra recortar nuevas formas del mal de la sociedad en la que vive, el novelista debe inventarlas, corriendo siempre el riesgo mundano de que se transformen en realidad.////PACO