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Terra: ¿Qué hubiese pensado Asimov del peronismo? ¿Qué sentimientos le habría despertado esa mezcla de carisma, modernización, caudillismo y política de masas? No es tan difícil especular sobre eso. Tal vez hablar de una ciencia ficción peronista puede dar para la joda. Hay muchos escritores argentinos que escribieron varios libros sobándole el lomo al peronismo. No son los peores escritores pero esos libros que escribieron con esas técnicas fáciles de grotesco son malos. Se quedan con la cáscara de algo que es mucho más complejo. La parodia del peronismo, qué lacra. Pero lo que quiero señalar es que ahí falta algo, hay un hueco en la historia literaria argentina. ¿Me estoy yendo al pasto?
Robles. Creo que leer la ciencia ficción en relación a otra cosa, a la política, o a lo social, o incluso incorporando dentro de la ciencia ficción textos que no consideremos como tales, suma mucho.
Terra: ¿O sea que sirve pensar ese cruce con el peronismo? Si hiciéramos la lista de los autores argentinos que escribieron ciencia-ficción veríamos una ortodoxia ahí, digamos, un poco boba, ligada, como decíamos, a una posición política poco jugada, más bien progre. Y también muchos restos del género, pegoteados al fantástico, que siempre tiende a lo blanco, vía Borges, supongo. El fantástico dark, más arbitrario, me parece más interesante en la medida de que no sea progre. El progresismo, gorila, de izquierda, elitista, es lo que tenemos y se fue metiendo en todos lados.
Robles: A mí Oesterheld me gusta mucho. Pero la lectura progre de la ciencia ficción me parece horrible. Bueno, la lectura progre de cualquier cosa, en general, me resulta poco interesante. No es un problema exclusivo de la ciencia ficción. Quizás lo que pasó fue que la ciencia ficción, como género “menor”, en algún momento se leyó como algo supuestamente contracultural, cuando en realidad lo era sólo en unos pocos casos.
Terra: Todo lo que fue Ediciones La Urraca era progre. Péndulo, Fierro. Estaban ligados a una historieta más bien juvenil o incluso juvenilista. Saccomano, De Santis, Sasturain no son lectores de ciencia ficción. Dicen que leen ciencia ficción, conocen los nombres propios, pero en realidad sus preferencias están con Conan Doyle. Y las versiones que hacen del policial son pobres. Los siento muy poco atravesados por las vanguardias, escriben como dándole la espalda al siglo XX, a la oscuridad del siglo XX. De todo ese grupo el único bueno, el único lector, el diferente, es Elvio Gandolfo, que es un traductor imprescindible, un lector muy fino, un maestro oculto. No por nada, Fogwill lo respetaba tanto. Fogwill de hecho me parece un escritor de ciencia-ficción mucho más interesante que todos los de Fierro. También daba vueltas por ahí Piglia, que es otro escritor que leyó bien los géneros. Pero si me pongo exigente yo diría que lo más cerca que estuvo la Argentina de producir un escritor de ciencia-ficción que a mí me interese es José López Rega.
Robles: Já. Gandolfo es el mejor. De Santis viene del comic y ahí está la influencia de lo juvenil. Leí una novela, El enigma de París, que me gustó. La influencia del comic parecería haber matado toda vanguardia, el comic y algunos ambientes muy vagamente borgianos. Después está Guilermo Martinez, que tiene una novela que parece escrita por De Santis, Crimenes imperceptibles. Pero ojo con Oesterhel. Estos tipos lo canibalizaron mucho, y le sacaron el interés, pero a mí me gusta. Aparte de El Eternauta tiene cuentos de ciencia ficción que están muy bien. Pero claro, lo arrasaron.
Terra: Pero darles la espalda a las vanguardias, no sé… En los inicios del siglo XIX, Friedrich Schlegel acusa a los protestantes de estar arruinado el misterio, de abusar de la razón, y se convierte al catolicismo y se va a Italia a buscar el gótico, a recorrer las ruinas de las antiguas civilizaciones donde para él estaban los fantasmas y la pasión. El poeta se deja modificar por su proyecto, por su percepción del mundo. En estos escritores de morondanga no veo ni siquiera un reflejo de ese compromiso, ni un despunte de preocupación sobre eso. Ni siquiera lo veo en César Aira, cuyo fetiche está con Duchamps, y hace siempre lo mismo. Digo, Aira es talentoso. Pero toda esa fuerza por autonomizar la escritura, por el mercado o por el gesto vanguardista, ese rechazo a la política, a la polis, al compromiso de lectura contemporáneo, lo veo como un efecto colateral de la dictadura. Y quiero insistir con esto: ¿cúal es la ciencia ficción procesita? Eso me gustaría leer. El Miguel Serrano de Argentina. ¿Dónde está? Bueno, no hay escritores procesitas en la Argentina porque todos los que tienen edad para serlo lo fueron y luego se convirtieron, espantados, al culto tibio de la democracia alfonsinista. Y eso se estiró a otros escritores más jóvenes. El caso paradigmático para mí es Ernesto Sábato, el tipo que fue a comer con Videla y después participó en el Nunca más.
Robles: De acuerdo. Pero Oesterheld no está en esa lista. Hay que sacarlo de ahí, de la lista de escritores progres. Lo que hace en El Eternauta, sobre todo en la primera parte, la segunda parte me parece fallida, lo que hace ahí es cruzar un género de entretenimiento, pasatista, el tipo venía de hacer Sargento Kirk y esas cosas, y lo cruza con la resistencia peronista. Eso me parece importante. Después claro, está desaparecido, y hay toda una lectura canonizadora que no me dan ganas de leer. Pero ahí el cruce estaba. Era una escritura fuerte, hecha en un medio donde eso no era habitual. Había una experimentación. Se nota que Oesterheld estaba muy al tanto de lo que pasaba en la ciencia ficción anglosajona, en El Eternauta veo también una lectura de El día de los trífidos, de John Wyndham, que había sido publicada unos pocos años antes. Y ahora queda mezclado con el progresimo, pero no lo veo como un escritor progresista, para nada.
Terra: Entiendo lo que decís y estoy de acuerdo. Pero al mismo tiempo hay algo que me incomoda. Oesterheld atravesó tantos filtros de lectura, fue presionado por tantos lectores que achataron y adelgazaron sus metáforas, que no me interesa ni discutirlo. Lo metieron en una caja de la cual es muy difícil sacarlo. Y por eso me parece improductiva la discusión. Pero sí me gustaría agregar ahí que si no hay una ciencia ficción peronista, tampoco hay una ciencia ficción de ultra-izquierda. No hay una ciencia-ficción montonera, o del PCR. Y con Oesterheld eso queda bien claro. Sirve para eso. Si aceptamos la analogía de la resistencia peronista, Oesterheld se queda ahí. No pasa a lo que sigue. Cuando tendrían que aparecer los vampiros y los zombies, no se avanza más y se queda con la resistencia depurada, con los viejos resistentes peronistas, los de la película Los resistentes de Alejandro Fernández Mouján, que todos bancamos. Hay una historia oficial limpia que nos permitimos, una historia progresista de la ciencia-ficción, y ya en realidad de la literatura. Habría que ver si el Padre Castellani se animó a algo más, a decir algo sobre ese período más oscuro. De paso, también estaba con Sábato cuando fueron a almorzar con Videla. El tercero era Borges. Y Castellani fue él único que pidió por un desaparecido, pidió por Haroldo Conti. Acá no tenemos, como en Chile, escritores de ciencia ficción de derecha. Tenemos y son interesantes los escritores de derecha, la revista Cabildo corriendo por derecha a la dictadura, por ejemplo, pero la ciencia-ficción con las luces de sus naves intergalácticas no entró en esa etapa oscura de la historia.
Robles: Es verdad. Oesterheld está en esa caja, que más bien parece un ataúd.
Terra: Hablé del Padre Castellani, aunque ahora que lo pienso creo que el verdadero pionero de la ciencia-ficción en la Argentina es el Padre Castañeda y sus máquinas parlantes. Pero no quiero quedar como Capanna que dice que la Biblia es ciencia-ficción./////PACO