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Robles: A mí tampoco me interesa mucho la space opera. Me interesa porque es a lo que quiere contraponerse la ciencia ficción más dura. Y lo del cientificismo está bueno para desarrollarlo porque Asimov y Heinlein son los abanderados de la ciencia y si uno se los pone a analizar en detalle no son científicos. El que podría entrar en esa categoría es Larry Niven con Mundo anillo que es un embole, los otros chamuyan sobre alguna base de conocimiento de la ciencia y punto, nada más. La ciencia como tal en la ciencia ficción clásica nunca existió o existió en casos muy puntuales. Asimov se declaraba como un escritor científico. Los rusos en este aspecto son mucho más rigurosos. Obruchev, por ejemplo, reescribe Viaje al centro de la Tierra de Verne desde un punto de vista mucho más cercano a los conocimientos científicos de la época. Era un geólogo y paleontólogo. Pero claro, es mucho más aburrido que leer a Verne…
Terra: Coincido. Y a Asimov se le notan mucho las costuras, las imposibilidades, sobre todo ahora con Internet, pero, así y todo, o por eso mismo, me parece un personaje interesante. Él tiene esa bandera del inmigrante, que llega al nuevo mundo a hacerse a sí mismo a partir del conocimiento, gracias a las ciencias que ama y defiende en un mundo mercantilizado. Asimov dice de sí mismo que es eficiente, y que su corazón está con la NASA, y pone en perspectiva la carrera espacial, y es pacifista y escribe sobre la importancia de trabajar en grupo. Pero el proyecto de hacer una literatura ligada a las ciencias es un proyecto muy viejo, una pretensión muy tonta… Como yo puedo tomar de la física, de la matemática, de la psiquiatría, de la sociología, voy a narrar mejor y voy a narrar cosas más interesantes. Pero ya sabemos que eso no es así. Las novelas de ciencia ficción más dura son difíciles de leer, o aburridas. La literatura fantasea mucho con encontrar la fórmula, fuera de sí mismas, en otra disciplina, y que eso la salve de sí misma, de su indeterminación, de su inconstancia, de su dependencia del talento. En ese sentido, Asimov puede ser leído como un tardopositivista, con talento, pero superyóico y hoy un poco deslucido. Por lo menos los positivistas tenían un proyecto político. ¿Cuál es el proyecto político de Asimov? ¿Que todos seamos buenos y nos apoyemos los unos en los otros para llegar a Marte? La ciencia nos va a salvar. Bueno, esa fe en la ciencia es la aporía de la ciencia ficción dura. ¿Cómo es la fe en la ciencia? En la ciencia no podés tener fe. La ciencia es la ciencia. No hay mucho más. Creo que los científicos que escriben bien, en realidad, más allá de su formación científica, son buenos escritores y lectores atentos. ¿Se puede escribir el soneto perfecto usando matemática? Creo que no. Creo que el soneto perfecto sale porque tenés música, porque tenés ritmo y porque leíste muchos sonetos. ¿Cuántos sonetos hay que leer para escribir el soneto perfecto? No lo sé. Jamás escribí un soneto, aunque leí bastantes.
Robles: Algo que me irrita de Asimov es su liberalismo torpe, que se nota mucho en los cuentos de la madurez. Por ejemplo, en El hombre bicentenario que es ese robot que quiere ser humano, que se reemplaza partes para ser humano, y finalmente el cuento termina con el robot haciendo una presentación frente a la justicia para que la justicia lo declare humano. Como si eso importara algo. Asimov que ninguneaba a Dick… Qué lejos estaba de La hormiga eléctrica. Además la ciencia en El hombre bicentenario no está. Es algo moral, una fachada. Asimov es un liberal, un tipo que cree en la ciencia, un tipo ordenado. Etcétera. Que sí, que busca, me gustó esa frase, que busca en la literatura algo que la pueda salvar de sí misma.
Terra: Mirá, Lacan decía “toda verdad tiene estructura de ficción.” Chau, a la mierda. A la mierda esa división, esas aspiraciones norteamericanas de posguerra, donde todo es cristalino, donde la lengua no genera equívocos, donde la vida se reduce a la ley de los tribunales y a la tecnología aplicada al hogar: a la mierda. En El hombre bicentenario lo que yo leo no es las ganas del robot de ser humano tanto como las ganas de Asimov de ser robot. Y un robot estadounidense. Y finalmente está esa necesidad creada de explicarlo todo, y lo humano es indescifrable. Entonces hay algo que se nota en Asimov, y también en Carl Sagan: en un momento se tienen que detener y ser líricos porque si no lo que hacen, lo que ofrecen es pura pulsión de muerte. Resulta siniestro el robot queriendo ser humano, pero también es muy siniestro el humano queriendo ser robot.
Robles: Sí, además hay un detalle en El hombre bicentenario que es ridículo y siniestro, las formas en que el robot empieza a manifestar rasgos de humanidad. Al robot lo ponen a hacer artes aplicadas, carpintería, artesanías que le salen bien. Y como es un robot creativo por eso se puede candidatear a humano. El rasgo de humanidad es ese, ese es el rasgo de humanidad que lo va a terminar transformando en un ser humano jurídico y libre.
Terra: El contraejemplo se da cuando Bender, en Futurama, se hace humano y se dedica a morfar, a chupar, a vivir de joda, con minas, y termina devastado por la humanidad, devastado por el deseo incontrolable y un goce desatado que lo termina aniquilando. Y se muere obeso, agotado, intoxicado, podríamos decir comido desde adentro por enfermedades venéreas. Esto no lo dicen en Futurama pero lo podríamos agregar. El ejemplo vale porque demuestra que lo humano no es justamente la posibilidad de trabajar en un tallercito barnizando madera. Lo que para Asimov es lo humano, trabajar y hacer cosas bellas en soledad, sin ayuda, para Matt Groening, o los guionistas de Futurama, lo humano es ese exceso de vida, el goce voraz, suelto de toda contención. Frente a Matt Groening, Dick definiendo a la caridad como lo humano parece ingenuo. Futurama, desde la picaresca televisiva, exhibe la posibilidad más pesimista de todas.////PACO