Bitcoin y otras criptomonedas, como Ethereum o DAI, comienzan a introducirse poco a poco en la discusión local. Ya no sorprende ver noticias o notas sobre Bitcoin en medios digitales o impresos. La información, no obstante, suele reducir el fenómeno a su aspecto financiero, en tanto instrumento (riesgoso) de inversión, costado que no hay que negarle, ya que efectivamente se puede tanto ganar como perder mucho dinero si se especula con su volátil precio, pero esa es sólo una de las tantas perspectivas desde las que alguien se podría interesar por Bitcoin. Su encasillamiento en esa narrativa, cargada a menudo de un discurso libertario y antiestatal, no hace justicia a lo que Bitcoin, en última instancia, es: una nueva tecnología. Conocer sus orígenes, sus fundamentos y los desafíos y posibilidades que su aparición abrió en el escenario económico mundial constituye un ejercicio intelectual necesario.

Bitcoin: un protocolo, una red, una moneda

La palabra “Bitcoin” es equívoca, ya que designa tres cosas vinculadas entre sí pero conceptualmente muy diferentes: en primer lugar, Bitcoin es un protocolo de comunicación entre computadoras, esto es, un conjunto de reglas para transmitir mensajes cifrados a través de internet; en segundo lugar, Bitcoin es la red que resulta de las computadoras que se comunican siguiendo esas reglas; finalmente, bitcoin es la moneda que pueden intercambiar y con la cual pueden comerciar quienes utilizan la red. En este último sentido es también una unidad monetaria: se puede transferir 1 bitcoin, 70.000 bitcoin, 0.0025 bitcoin, etc.

La arquitectura de la red Bitcoin es peer-to-peer o de comunicación entre pares. Esto significa que ninguno de los nodos que hace uso de la red tiene más autoridad que otro ni puede cambiar a su gusto el protocolo de tal modo que el resto esté obligado a someterse a sus directivas. Nadie en particular, de hecho, establece las reglas de comunicación, sino que estas se acuerdan mediante lo que se suele denominar un consenso emergente a partir de las decisiones particulares de cada computadora conectada a la red: Bitcoin es lo que sus nodos determinan que es, proceso que resulta de la opción que cada uno tiene de seguir las mismas reglas que otros, aceptando y transmitiendo mensajes de acuerdo con ellas.

Que no exista una autoridad que diga lo que Bitcoin es o debe ser no significa que no haya fundamentos que están casi incrustados en el protocolo. Los cambios requieren una enorme dosis de acuerdo, razón por la cual la red tiende a ser reticente a modificaciones que no busquen hacerla más robusta. Los lineamientos principales de Bitcoin fueron establecidos a fines del 2008 en un whitepaper publicado en un mailing de criptografía firmado bajo el pseudónimo “Satoshi Nakamoto”. Meses después Nakamoto presentó una implementación de su idea en un software con licencia open-source. La red comenzó a operar en enero de 2009. Nakamoto desapareció de la escena pública digital en 2010 sin dejar rastros de su identidad. Si bien muchas de las características más relevantes de Bitcoin siguen respondiendo a lo delineado en el paper, el carácter open-source del protocolo y los rasgos descentralizados de la red hacen que el destino de Bitcoin esté ya fuera de su control.

Para quienes no estábamos al tanto de las discusiones de la Internet profunda desde la última década del siglo XX hasta los primeros años del XXI, Bitcoin parece una tecnología extraterrestre o venida del futuro. Pero lo cierto es que Bitcoin es la maduración de otros intentos pergeñados por grupos de criptógrafos y anarquistas informáticos en pos de lograr una moneda privada independiente del sistema financiero tradicional, no emitida por gobierno central alguno y que, desde su diseño, se propone eliminar la posibilidad de que sea corrompida y/o controlada por corporaciones, bancos o intereses geopolíticos de un ente nacional o supranacional. Constituye, además, una propuesta de solución a un famoso puzzle de ingeniería informática, conocido como el problema de los generales Bizantinos.

El problema de los generales Bizantinos

El problema de los generales Bizantinos es un experimento mental. Cuatro generales deben coordinar un ataque desde cuatro frentes distintos contra una única ciudad. El éxito del asalto depende de que los cuatro ejércitos se sumen al ataque. Basta con que un general no se incorpore para que este fracase. Los generales están instalados en puntos lo suficientemente distantes entre sí como para que les sea imposible ver por sí mismos a los demás. Cualquier señal visible a la distancia podría alertar al enemigo. Por tanto, el único modo de coordinar un plan de acción es mediante mensajeros que informen que su ejército atacará y luego comuniquen que el mensaje fue recibido. La pregunta relevante es: ¿cómo lograr que cada general esté seguro de que los demás están de acuerdo en atacar al mismo tiempo? 

Una coordinación con ese grado de consenso requiere de muchísima confianza entre los participantes para tener éxito. Si al menos un mensajero es desleal e informa falsamente a otro ejército que su general no atacará, ese ejército se retirará del ataque y la acción se arruinará. Cualquiera de los generales, además, podría transmitir vía mensajero que atacará cuando en verdad no piensa hacerlo. La confianza no sólo radica en la lealtad a la causa común, sino también en la eficacia respecto de la transmisión del mensaje. Los mensajeros podrían ser suplantados por una fuerza enemiga o traidora tanto al momento de enviar las directivas como al volver con la respuesta. La cantidad de acciones individuales requeridas vuelve innumerables los puntos de falla posibles. Sumado a que un único nodo alcanza para desbaratar el plan, dejar la situación librada a la confianza implica un gran riesgo.

La manera usual de resolver este experimento mental consiste en romper con la descentralización que la formulación del problema supone. Si los generales depositaran su confianza en un intermediario de confianza conocido por todos para enviar sus mensajes, podrían asegurarse de que la información será transmitida de modo tal que la voluntad de cada general se exprese verazmente en el mensaje y se obtenga información también veraz de su recepción. Coordinar un plan de acción por esta vía supone menos puntos posibles de error, aumentando considerablemente las probabilidades de éxito. Los peligros, no obstante, todavía existen. Corresponde al intermediario detectar los mensajes inconsistentes con el plan e informar de ellos con veracidad a todos los participantes. En lugar de muchos puntos de falla, la situación es la de un gran y único elemento de riesgo: el intermediario mismo.

Detrás de la metáfora de los generales se halla un problema fundamental de interacción con bases de datos, especialmente acuciante cuando se trata de libros contables, pero que aplica también a otros registros de información: identidades, contratos, propiedades, votos, certificaciones, etc. La posibilidad de una red descentralizada en la cual cada nodo pueda confiar en los demás sin la necesidad de un intermediario que garantice que la información enviada será añadida al registro y que la recibida se adecúa al estado actual de este conocido por todos parecía imposible antes del paper de Satoshi Nakamoto. La utilización de registros centralizados a cargo de un tercero de confianza es, en tal sentido, una solución acorde a un determinado estadio tecnológico. Bitcoin busca reemplazar una tecnología de resguardo de información financiera con un inmenso riesgo de inconsistencia, corrupción e inestabilidad por otro con un potencial inusitado de confiabilidad, transparencia y predictibilidad.

Algoritmo de consenso: la prueba de trabajo

Bitcoin ofrece una solución peer-to-peer al problema de los generales Bizantinos. La idea básica es que para realizar un movimiento en la red un nodo debe informar a todos los restantes que desea hacer una modificación en un libro contable absolutamente público que cada nodo almacena localmente en su disco rígido. Los nodos reciben la información sobre la transacción y comprueban que esta sea válida. Si lo es, la comunican a otro nodo y esta se va propagando por la red. Si no lo es, esto es, si la información es inconsistente con alguna de las reglas de consenso para actualizar el libro público, los nodos rechazan la transacción y no la transmiten a nadie más. Incluso censuran a quien está proveyendo información inválida, negándose a aceptar sus transacciones por resultar inseguras para la red.

Las reglas de consenso más relevantes son dos: por un lado, que las transacciones no muevan fondos que ya fueron gastados en una transacción previa; por otro, que las transacciones estén firmadas por una clave privada que sólo conoce el poseedor de esos fondos y que permite gastarlos. La red Bitcoin se propone asegurar la transmisión de un mensaje cifrado que desbloquea una cierta suma de dinero asociado a una dirección pública y lo bloquea en favor de otra. El receptor de esos bitcoin ahora puede enviarlos a otra dirección pública cuando lo desee, ya que está en posesión de la clave privada que le permite generar un mensaje válido que desbloquea los bitcoin que recibió en esa dirección. El resultado de la transmisión de estos mensajes cifrados es una cadena de propiedad inequívoca, segura y confiable. (https://kryptoszene.de/broker/)

La utilización de este mecanismo de criptografía asimétrica de claves privadas y públicas no es una invención de Bitcoin. La verdadera innovación está en la incorporación de un algoritmo de consenso que permite prevenir el doble gasto, esto es, que no se esté propagando un mensaje que envíe dinero que ya fue transferido. Supongamos que A posee la clave privada que permite gastar 1 bitcoin. A tiene, por tanto, poder para crear una transacción transfiriendo 1 bitcoin a B y otra transfiriendo ese mismo bitcoin a C. La transacción en ambos casos es válida porque la clave es correcta, pero en una red peer-to-peer B y C no tienen una instancia superior a la cual recurrir para certificar a quién pertenece ese bitcoin. En sistemas centralizados es el intermediario el garante del orden de las transacciones.

El algoritmo de consenso de Bitcoin se denomina proof-of-work o “prueba de trabajo”. El mecanismo consiste en que algunos nodos recogen transacciones válidas y compiten entre sí por quién es el primero que las compila en un pequeño bloque de información siguiendo reglas muy precisas. La labor a realizar es generar un hash del bloque, que no es más que una firma digital (un número de identificación binario de 256 bits) con un objetivo de dificultad, determinado por la cantidad de ceros con la que debe comenzar el hash. La función por la cual se crea el hash es tal que una mínima variación en la información contenida en el bloque modifica el hash por completo. El proceso consiste en tomar tantas transacciones como entren en un bloque y dejar un espacio libre en donde se prueban números al azar hasta dar con una pieza de información que genere un hash que se ajusta a la dificultad objetivo.

Los nuevos bloques se incorporan a los anteriores de un modo que permite que los nodos arriben a un consenso sobre la historia del registro contable. Una vez que se propaga un nuevo bloque, los nodos encargados de crear bloques colocan el hash de este al inicio del siguiente sobre el que trabajarán. Dado que cambiar la información en un bloque modifica su hash, si un nodo altera alguna transacción en un bloque anterior de la cadena, la información sobre la que trabajará para crear el bloque actual será distinta a la del resto de la red. Incluso si consiguiera dar antes que nadie con un hash que se ajuste al objetivo, al comunicar ese bloque los nodos se lo rechazarán unánimemente. El resultado es que cada nuevo bloque no sólo garantiza que las transacciones están firmadas por sus dueños y ninguna contradice el registro, sino que también confirma la historia de este, ya que para modificar un dato del pasado la cadena de bloques debe ser reescrita por completo. La esencia de la tecnología blockchain o de “cadena de bloques” es crear un registro inmutable de transacciones.

La creación de bloques se denomina “prueba de trabajo” porque la generación del hash emplea una función de un único sentido. Teniendo el hash y el bloque a partir de la cual este fue producido es simple corroborar que este es válido, pero partiendo del hash no se puede saber la pieza de información que encaja con él, con lo cual, el primer nodo que presente a la red un bloque válido tiene una prueba fehaciente de que realizó el trabajo computacional correspondiente. Como recompensa, se le dan nuevos bitcoin que lo retribuyen por el gasto de electricidad que puso a disposición de la red. Este incentivo económico es fundamental para mantener leales a los nodos. Generar bloques inválidos es desperdiciar electricidad. La capacidad de procesamiento de hashes por segundo que ha alcanzado la red vuelve a los ataques inviables tanto desde un punto de vista económico como computacional.

Incentivos económicos: minería y halving

Al mecanismo de creación de bloques se lo denomina minería. La palabra no permite hacerse una idea precisa de qué tarea realiza un nodo minero, que se reduce a probar hashes (números de identificación de bloques) con hardware muy potente hasta dar con uno válido. Se lo llama así porque la prueba de trabajo simula la extracción de metales preciosos, en la que se supone que a medida que se extrae más material el esfuerzo requerido para minarlo aumenta y la cantidad extraída disminuye. Bitcoin tiene un mecanismo para generar ese elemento de incremento del esfuerzo y disminución del suministro: el evento que se conoce como halving, en español, “reducir a la mitad”. Esta característica es especialmente atractiva para quienes profesan ideas cercanas a la escuela austríaca de economía, la cual ve en la escasez un atributo esencial del dinero y aboga por la eliminación del sistema de banca central con reservas fraccionadas, el cual se sirve de instrumentos de deuda para la creación de dinero.

En cada bloque se crean nuevos bitcoin porque los mineros al preparar la pieza de información sobre la que harán la prueba de trabajo incluyen una transacción especial a favor de una dirección de la cual saben la clave privada. Si un minero consigue que se incorpore su bloque a la blockchain, gana esos bitcoin. La transacción crea monedas de la nada y es el único modo de poner nuevos bitcoin en circulación. El monto de la recompensa es parte de las reglas de consenso y se inició con 50 bitcoin por bloque en 2009. Cada una cierta cantidad de bloques, específicamente 210.000, este número se reduce a la mitad. El primer halving la redujo de 50 a 25. El segundo de 25 a 12.5, actual recompensa por bloque. A mediados de mayo de este año 2020 ocurrirá el tercer halving, llevando ese número a 6.25 bitcoin.

A little miner is digging on graphic card with golden coin. bitcoin mining and crypto currency concept.

Sabemos la fecha aproximada del halving porque el protocolo regula la dificultad del minado de modo que los bloques se crean, en promedio, cada diez minutos. Si sucede que hay más mineros o estos usan más o mejor hardware, ese tiempo se verá reducido, ya que la red será capaz de encontrar bloques válidos a mayor velocidad. Lo mismo vale para el proceso inverso. Cada 2.016 bloques, por tanto, la dificultad de la prueba de trabajo se reajusta, añadiendo o quitando ceros al hash objetivo para tender otra vez a diez minutos. Si, en promedio, cada diez minutos se produce un bloque, 210.000 bloques se producen, en promedio, cada cuatro años. El primer halving ocurrió en noviembre de 2012, el segundo en julio de 2016. La cuenta regresiva para el próximo halving se puede seguir por acá.

El que la producción de nuevos bitcoin se divida regularmente implica que el suministro es limitado: para el año 2140 la recompensa será menor a la mínima unidad en la cual es divisible cada moneda, es decir, se producirá menos de 0.00000001 bitcoin por bloque. 21.000.000 será la circulación total aproximada, de los cuales ya se han minado cerca del 87%. Mucho antes de esa fecha la producción nueva será insignificante. La minería dependerá cada vez más de las comisiones, mecanismo por el cual quien realiza una transacción tiene la opción de agregar una propina variable que se queda el minero ganador y que le da a la transacción prioridad en cola de movimientos a añadir a la blockchain.

El futuro del experimento Bitcoin

Bitcoin es un experimento con desafíos por delante. Con el tamaño actual de los bloques la red es capaz de procesar entre tres y siete transacciones por segundo. Cuando la demanda supera esos números el precio de las comisiones se dispara a niveles en los cuales las transacciones de montos bajos dejan de ser viables. El desarrollo del protocolo Lighting Network, un sistema de pago por encima de la blockchain, es el camino que se está ensayando para solucionar la escabilidad de la red. La imposibilidad actual de realizar transacciones anónimas es otro problema. Si bien las direcciones públicas no están atadas a identidades en el mundo extra-digital y no es necesario pedir permiso a una autoridad para realizar una transacción, sabiendo a quién pertenece una dirección es posible reconstruir sus movimientos en la blockchain. Hay estrategias para minimizar el grado de exposición, pero la promesa de que Bitcoin funcione como efectivo digital depende de que se mejore su privacidad.

El desafío que supone la rentabilidad del minado tampoco debería ser menospreciado. La minería es una industria que mueve millones de dólares, y no está pasando por un mal momento dada la dificultad actual, el monto de la recompensa en 12.5 bitcoin y el precio de mercado, 7850 dólares por bitcoin al momento de escribir esta línea, pero el escenario podría cambiar en el próximo o en futuros halving. No obstante, quienes se introducen en la minería saben de antemano cuáles son las reglas del juego. Los halving no llegan de un día para otro y son un ingrediente esencial del cálculo económico para la inversión inicial en hardware, personal y electricidad de cualquier negocio minero sensato. Los fundamentos de Bitcoin son tales que las acciones pueden ser proyectadas con meses y años de anticipación.

El mayor desafío es político. Bitcoin se entromete en uno de los pilares del poder de los Estados, el dinero, el cual no sólo opera hacia adentro sino también hacia afuera, al punto que hoy las guerras más devastadoras se llevan a cabo vía devaluaciones, aranceles y sanciones. La capitalización de mercado de Bitcoin (145 mil millones de dólares) es insignificante si la comparamos con una divisa global como el dólar. Esto lo vuelve un activo altamente volátil y con tendencia a entrar en burbujas de especulación insanas. No obstante, Bitcoin se movió desde la nada a lo que es hoy en poco más de una década. Esa década es, además, el resultado de la crisis que aceleró la aparición de algo como Bitcoin. El primer bloque de la red fue minado por Nakamoto incluyendo el titular del diario británico The Times del 3 de enero de 2009: “El canciller Alistair Darling a un paso del segundo rescate para los bancos”. Un mensaje de descontento respecto de que el sistema financiero no responde a los intereses de los usuarios comunes y corrientes está incrustado en la blockchain.

La disrupción de Bitcoin es tal que el desafío que pueden suponerle los Estados no sólo está en que lo combatan vía regulaciones agresivas o condenándolo a la clandestinidad, sino en que estos actores están empezando a sumarse a la competencia por dominar el espacio de las monedas digitales. China ya manifestó su intención de lanzar el yuan digital en 2020. El Banco Central Europeo se ha posicionado en una orientación similar. La semana pasada circuló el rumor de que algunos de nuestros gobernadores e intendentes están evaluando emitir cripto-patacones para estimular la actividad local en un contexto de alta incertidumbre por las negociaciones de la deuda externa. Sólo el tiempo dirá cuáles son los fundamentos y la realidad de estos proyectos. La innovación que supone Bitcoin excede su carácter de moneda digital. El sistema financiero en que vivimos ya es, de hecho, digital. Son las características específicas de su protocolo las que hacen de Bitcoin un activo atractivo.

A mediados de 2019 Facebook, Inc. presentó oficialmente su propio proyecto de criptomoneda: Libra. Más allá de los escenarios distópicos que habilita la idea de que Mark Zuckerberg centralice información financiera de sus más de dos mil millones de usuarios a lo largo y ancho del mundo, Libra es una señal de que los Estados nacionales no son los únicos en la carrera. Sillicon Valley se mueve en la dirección de absorber funciones hasta ahora monopolizadas por los bancos. La creación de monedas privadas otorga un marco de libertad mayor para saltar por sobre las jurisdicciones locales e incorporarse a servicios Fintech tanto propios como ajenos. El futuro es incierto, pero es posible que esté atravesado por las fricciones entre el dinero estatal, el dinero corporativo y el dinero descentralizado. Sea Bitcoin u otra propuesta superadora, la idea de una red peer-to-peer abierta, imparcial, resistente a la censura y con principios firmes y transparentes llegó para quedarse////PACO

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