En 2001 me postulé para una beca de investigación en el Centro Cultural de la Cooperación. El proyecto se llamaba “Los poetas callejeros” y consistía en una reflexión acerca del oficio de vender poemas en el tren, que me parecía una novedad en esos tiempos de entropía y disolución. El trabajo comenzaba citando a Thomas Hobbes y John Locke. Nunca me dieron la beca, pero alcancé a entrevistar a dos o tres poetas que vendían su obra en colectivos y subtes. El más interesante era Marcelo B., a quien yo conocía de las aulas de Puán. En aquel entonces Marcelo tenía 27 años. Era masajista de profesión, vivía con sus padres y se dedicaba al ocio durante la mayor parte del día. De vez en cuando escribía poemas, los imprimía en su casa y los vendía abrochados en cuadernillos en los trenes, subtes y colectivos de Buenos Aires. Dejé de verlo poco tiempo después de esta entrevista. Hace unos años canibalicé una parte de este texto para la novela Los años felices, donde hay un personaje que está inspirado en él. En las preguntas que le formulé leo, hoy, mis fantasías y miedos de entonces, la empatía que me producía un personaje en el que sigo encontrando algo de verdad.
¿Escribir poemas es una manera de comunicarte?
O una manera de ocultarme, qué sé yo. Es una manera de buscar la libertad, quizás. A través de mostrarle al otro algo de lo que no me interesa lo que el otro diga. Yo siempre lo relaciono todo con la inmortalidad. Es un intento de buscar la inmortalidad. La libertad es la inmortalidad. Es la soledad, por supuesto, el sufrimiento. Pero es la libertad que te va a hacer único. El que es libre es único. El que está libre, el que está solo en la pradera, ¿no es único?
El que es libre es único. El que está libre, el que está solo en la pradera, ¿no es único?
¿La presencia del otro es lo que te da la libertad?
Y lógico. Estar con el otro pero estar solo al mismo tiempo. Es una contradicción. La contradicción que está ahí todo el tiempo. ¿Qué soy, social o solitario? Tengo impulsos sociales por momentos y soy solitario por otros momentos. Y a veces se contradicen los dos. Pero el mejor hombre es el que puede tener esa armonía, o esa guerra, entre los dos. Entre el impulso social y el impulso solitario. Vive en guerra permanentemente, y al vivir en guerra tiene paz. Acepta la guerra, y por eso tiene paz. Si vive en guerra y no la acepta no tiene paz. Pero si vive en la guerra y acepta que está en la guerra y se da cuenta, y lo toma con naturalidad, “es la guerra y se acabó, puedo morir y ya está”, ahí tiene paz. La paz de la guerra, por supuesto. La única paz que existe.
¿Desde qué edad escribís?
¿Te digo la verdad? No, escribir… Toda la vida pensé. Y empecé a escribir, que yo recuerde, a dedicarme a escribir, a tomármelo en serio, a los veinte años. Ahora tengo veintisiete.
¿Cuánto tiempo pasó desde que empezaste a escribir hasta que mostraste tus poemas, no digo a vender, sino a mostrarlos?
Cero. Escribí un poema y ya lo mostré. A un tarado mental de un grupo de solos y solas que había dicho que era escritor. Yo era muy ingenuo. Yo pensaba: “si el tipo dice que es escritor debe ser escritor”. Yo no entendía que hay tipos que son enfermos mentales que se creen cosas que no son. Hay gente muy copada, pero hay gente muy enferma también. Eso se llama bovarismo. Madame Bovary creía que era una cosa que no era. Existe el bovarismo ascendente, descendente y el igualitario. El ascendente es creerse una cosa superior a lo que uno es. Es la mayoría de la gente, yo incluído, por supuesto. El descendente es creerse una cosa inferior a lo que uno es. A lo cual yo también me incluyo, porque yo también me creo inferior a lo que soy. Y el igualitario es creerse que uno es otra cosa igual a lo que es, pero otra cosa distinta. Es el bovarismo, vivimos en el bovarismo. Siempre estamos viendo deformadamente las cosas. Quizás porque tenemos miopía, miopía mental. Es que los medios de comunicación, todo, la comunicación te genera la miopía. El tratar de comunicarte. El tratar de vivir en sociedad. Toda esta sociedad, todas estas tentaciones que te ponen por el camino te generan la miopía. Te van cegando, son brillos que te cegan la vista. No te dejan vivir en la penumbra tranquilo. Como debe ser. Drácula vivía en la oscuridad, era un ser eterno. ¿Qué es ser eterno sino vivir eternamente en la oscuridad, evadido de todo?
Pero recién me decías que salir a vender tus poemas, salir a la luz, era una manera de alcanzar la inmortalidad…
Y sí. Drácula se mostraba todo el tiempo. Era un señor que andaba por todos lados, tomaba champagne con las damas, hacía todo lo que tenía que hacer y después les mordía el cuello, las mataba y chau. Y así alcanzaba la libertad. Quizás el poema sea una forma de morder el cuello. Qué sabés vos. Todos buscamos esa forma de morder el cuello y chupar la sangre del otro.
Volviendo al tema de antes, ¿cuándo empezaste a vender tus poemas?
Y, empecé a vender hace tres, cuatro años… A los dos años de empezar a escribir ya se me daba por vender.
¿Cómo fue esa primera vez?
¿Te digo la verdad? Agarré una hoja con los poemas que tenía en la computadora, los que a mí más me gustaban, no me interesaba que a la gente les gustaran o no. Me gustaban a mí, agarraba tres poemas, los abrochaba iba a cualquier lugar, trataba de venderlos y listo.
¿Y cómo era la reacción de la gente?
Y… la reacción de la gente es que no me daban bola.
¿Hiciste plata ese día?
Saqué plata, para lo que ahora me parece plata, saqué plata. En ese momento me pareció que no había sacado nada. Saqué cinco, seis pesos. En ese momento creía que no era nada eso. Creía que tenía que sacar veinte pesos. Ahora me doy cuenta de que seis pesos son una fortuna, por un pedazo de papel…
¿Salís muy seguido a vender?
Cuando necesito plata agarro los poemas, los imprimo, salgo a la calle y chau.
¿Nunca se te ocurrió editarlos en algún libro…?
Sí, se me ocurrió, pero todavía no. Primero tengo que viajar, sufrir un poco más la vida, después escribir como debe ser y publicar.
Cuando hablás de publicar, ¿te referís a una edición chiquita, por tu cuenta, o en alguna editorial grande?
No… tan importante no. Algo mediano.
La vida es un movimiento: o vas para arriba o vas para abajo. Yo tengo que ir para arriba.
En este sentido, ¿te interesa que la gente te conozca?
Más bien. Me interesa ser famoso. No me interesa la fama, pero me interesa ser famoso. Hay que estar arriba. Tenés que estar arriba. La vida es un movimiento: o vas para arriba o vas para abajo. Yo tengo que ir para arriba. Estoy arriba y ya está. Si es lo mismo estar abajo o estar arriba. Es lo mismo. No hay diferencia. Pero mejor estar arriba. Mejor tenerla que no tenerla.
¿Cuándo empezaste a leer?
El primer libro que leí se llamó “Los viajes de Gulliver”, creo que en una versión para chicos, en la escuela primaria. Lo robé. Nos quedamos de acuerdo con todos los pibes en robar el armario. Ya nos venía tentando desde hacía como dos meses. Y nos quedamos después de hora y lo abrimos con una palanca. Uno sacó una pelota de fútbol, el otro no sé qué mierda sacó y yo vi “Los viajes de Gulliver”, me volvió loco, lo agarré y lo llevé a mi casa. Me lo devoré. Y ahí empecé. Nunca más paré de leer. Cualquier cosa: diarios, revistas, libros, libros de deportes, de filosofía, de ciencia… todo lo que sea lindo, no sé.
Vos empezaste varias carreras. Contame un poco de eso.
Empecé todas las que existen: las tradicionales, medicina, derecho, ingeniería, filosofía, y no me acuerdo qué otra.
¿Por qué no seguiste con ninguna?
Porque cumplieron su etapa. Yo no creo que si empezás una carrera estás obligado a terminarla. Uno termina por un impulso que tiene adentro, que dice: “bueno, la termino”, generalmente porque la hace y cuando quiere dejar ya es demasiado tarde y bueno, hay que terminarla. No hay obligación de terminar nada. Yo creo que a la facultad hay que ir. Terminar, no sé. Pero ir, hay que ir. Tenés que conocerla por dentro. Jesús tuvo que bajar al infierno. Tuvo que saber lo que era el infierno para después resucitar.
¿La facultad es, desde tu punto de vista, el infierno?
La facultad es una boludez. Es una verdulería la facultad. La facultad no es nada. Está llena de boludos. Lo que pasa es que reluce tanto porque supuestamente un lugar de estudio estar tan lleno de boludos, profesores, pibes, todo…. Es patético. No voy a volver. El día que digan (si me lo dicen, no me importa que me lo digan o no): “Marcelo B., venga y enséñenos toda la sabiduría que tiene adentro”, entonces voy. No como profesor. Como un tipo que vivió y que puede transmitir lo que vivió. Nada más. Pero estoy seguro de que no va a pasar. Lo que va a pasar va a ser lo siguiente: yo voy a formar mi propia escuela y voy a enseñar yo y voy a hacer lo que se me cante el culo. Eso va a pasar.
¿Tenés contacto con otra gente que se dedique a escribir?
Hay otro pibe, filósofo, un ser superior, que tiene un bar, que es amigo mío. Dice que escribe aunque a mí nunca me mostró nada. Pero no le hace falta escribir. La forma de hablar que tiene es algo completamente increíble. Si escribe como habla… Yo no creo que escriba como habla, porque trabaja mucho. Y el trabajo lo reprime. Vos en el trabajo te tenés que reprimir todo el tiempo. El que no se reprime es el que vive en el ocio. Ese no está reprimido. Está aislado porque nadie le da bola, por supuesto. O le dan bola cinco minutos, lo aguantan una vez por mes nada más.
Hablás como si fuera eso lo que te pasa a vos.
Sí, yo toda la vida viví en el ocio. Trabajé en un montón de cosas, pero todas tipo changuitas.
¿Y ahora de qué vivís?
Ahora hago masajes. Lo que pasa es que yo me encargo de trabajar medio día… Bueno, lo mío es muy especial. Yo quiero ser único. Yo a los pacientes les doy dos horas a cada uno: media hora para hablar, una hora y media para hacerles los masajes. Les cobro lo más barato, diez pesos, les hago una sesión única porque aprendí en todos los cursos habidos y por haber… cuando tenía ganas, ahora ya no necesito más ningún curso. Y bueno, estudié medicina. Les doy una cosa única, viste, única. También les hago una terapia psicológica, aunque no soy psicólogo, pero me leí la recontra puta madre de psicología. Así que…
Vos ves una continuidad entre escribir, vender lo que escribís, hacer masajes…
Es todo lo mismo. Es todo la misma cosa. No hay diferencia entre escribir y hacer masajes. La técnica es técnica para todo. A lo largo de la vida vas desarrollando la misma técnica para todo. Es única la técnica. Podés hacer cualquier cosa. Tenés que estar relajado y no sobrevalorar las cosas. La gente cree que hacer bien algo es todo, es lo máximo, y hacer bien algo no es nada… es una cosa más, nada más. Ya te dije: tenés que estar arriba o abajo. Yo prefiero estar arriba y listo, nada más. Así puedo ver todo bien. Puedo ver el panorama bien. ¿No es lindo subirse a una montaña y mirar todo? Pero es difícil.
En este “subirte a la montaña”, debés sentirte un poco solo.
Totalmente. Todos estamos solos. ¿O el que está acompañado no está más solo que yo todavía? ¿Quién no está solo? Las grandes cosas de la vida las vas a hacer solo: morir, nacer, todo… Cagar, cagás solo. Nadie te limpia el culo.
¿Publicaste alguna vez en una revista o…?
Sí, en una revista de barrio. Un cuento que se llama “El llorón”. Y llevé un editorial sobre los masajes. Casi me sacan cagando. Todo el mundo llamó reputeando. Llamaron kinesiólogos indignados por lo que yo había escrito sobre los profesionales.
¿Qué habías escrito?
Y, que los profesionales son unos deformadores de la realidad, qué sé yo… Escribí lo que sentía, nada más. Con un tinte muy unamuniano, por supuesto.
¿Te gusta Unamuno?
Me gusta, sí. Toda mi vida parte de Unamuno.
¿Por qué?
Porque el dolor me marcó. Y Unamuno es dolor. Es el placer del dolor. No sé si es el placer del dolor. Es… es la vida en el dolor. Pero él lo toma con una naturalidad terrible. La gente lo lee y se vuelve loca, pero él era un viejito tranquilo.
Tener en una mano un libro y otra mano una flor. Es belleza, la poesía es belleza.
¿Y vos lo tomaste con tranquilidad cuando lo leíste?
No, cuando lo leí me hizo mierda. Me destruyó. Me arruinó la vida. Era un hijo de mil putas Unamuno para mí. Y después volví. Siempre se vuelve al primer amor. Volví de otra manera y lo entendí.
¿Qué es ser poeta?
Las definiciones no sirven para nada. Ser poeta… amar la vida, qué sé yo… tener un fuego, tener la palabra… el poeta pasa por la palabra. Tener en una mano un libro y otra mano una flor. Es belleza, la poesía es belleza. El artista es el creador de cosas bellas e inútiles. Si vos creás algo hermoso e inútil con la palabra, sos un poeta. Algo que conmueva.
Ya me respondiste un poco esta pregunta, pero quisiera volver al tema. ¿Conocés a alguien más que venda sus poemas como vos?
No, no me interesa. Prefiero conocer al verdulero, al almacenero, si son copados… Qué sé yo. Cualquiera puede ser poeta. Hay tipos que son poetas y no se dan cuenta. Poesía hay en todo. Todo lo que sea belleza es poesía. Lo que sea con el corazón y tenga una forma bella…
Me estás diciendo algo parecido a lo que me dijo el otro poeta que entrevisté: “Cualquiera puede ser poeta”. Si es así, ¿por qué la mayoría de la gente no lo es?
Porque no saben lo que tienen. Justamente son mediocres porque no valoran lo que tienen. Hombres con fe en sí mismos hay muy pocos. No se llegan a adorar, a extasiarse de sí mismo. El que se extasía de sí mismo es porque puede verse de afuera. Ellos se ven demasiado cerca. Se están mirando todo el día en el espejo. Se peinan ochenta mil veces. Los tibetanos no tienen espejos. No les hacen falta los espejos para darse cuenta de que son lindos. La gente si no se ve en una foto, o si no se mira en un espejo, no puede darse cuenta de que es linda.
¿Te considerás un genio?
Sí, me considero un genio pero… no es nada eso. ¿Qué es eso? Lo tomo con naturalidad. Si no lo tomase con naturalidad no sería un genio, sería un idiota, un alucinado. Soy genio por la actitud que tengo ante la vida, no porque hago las cosas bien o mal. Es la actitud lo que te marca. No te lo puedo explicar, porque la gente no lo entiende. Necesita que seas humilde. Pero a mí me interesa que me expliques, no que seas humilde… Pero no se puede explicar. Una actitud vital ante la vida… una actitud brutal, pasional, totalmente desmedida, no tiene límites. Yo soy eso. Toda la vida fui eso. Cada vez soy más eso. Más medido porque ya estoy más de vuelta de todo, a los veintisiete años… Ya probé todo lo que tenía ganas de probar. Y lo que no me interesaba no lo necesito. Pero los gustos que me quise dar me los di.
No me terminaste de contar cómo fue la primera vez que saliste a vender tus poemas. ¿Fue en un arrebato o…?
No me acuerdo muy bien, pero sí. Un poco de vergüenza me dio, pero luché contra esa vergüenza y me mandé igual. No es nada. Exponerse no es nada. Exponerse al ridículo es algo grande. Los grandes se exponen al ridículo. Exponiéndote al ridículo cobrás naturalidad, desenvoltura. Dejás de ser reprimido. Cobrás tranquilidad. Lo que pasa es que hay que tirarse a la pileta, y es difícil. Te podés hacer mierda. Pero una vez que te tirás, ¿qué te podés dar? Un pequeño golpe y nada más. Después te gusta. Es una sensación hermosa. Y una vez que ya lo hiciste y lo dominaste, no lo hacés más. Alcanzar la cosa ya es perderla. El barrilete no se alcanza nunca, está ahí en el aire, hay un piolín que te une y nada más. No lo tenés que bajar nunca. El barrilete es para usarlo y dejarlo ir. Después comprate otro.
O sea que no estás más tan entusiasmado con salir a vender…
No estoy entusiasmado pero lo hago igual. Hago las cosas con un cierto desdén, pero no quiere decir que no me guste. Al contrario, cada vez me gusta más. Pero lo hago nada más que cuando tengo ganas. Es como Superman. Un día Luisa Lane le hizo una entrevista y le dijo: “¿Superman, usted come?”. Y Superman le dice: “Más bien que como. Cuando tengo ganas de comer, como”. Y cuando tiene ganas de tirarse un pedo se lo tirará, qué sé yo. Es un hombre. Vuela, nada más. La única diferencia es que vuela. Después por dentro es un tipo igual que todos. Así murió como un perro. Hay un comic que se llama “La muerte de Superman”. Y te puedo decir la muerte de Hércules, por ejemplo. Tenía la mujer de él, que era hermosa y estaba del otro lado del lago. Un centauro, Quironte, que le tenía una bronca bárbara, hizo que la esposa le regalara unas pieles que estaban embardurnadas en veneno. Entonces Hércules, que era un boludo, un forzudo y nada más, se puso las pieles que le regaló la mina y cuando se las quiso sacar se arrancaba cachos de carne, qué sé yo. Y así murió Hércules. A todos les toca. Para la posteridad es bueno morir como un perro. Morir como un perro es grandioso. Luchando hasta último momento. Morir así rápido es para cobardes. En cambio morir como un perro… qué sé yo, es difícil pensar en la muerte. Morir como un perro es algo grandioso, como murió Jesucristo. Todo hecho mierda, clavado por todos lados… Si te relajás debe ser un placer… Aunque te parezca una locura. Jesucristo sintió placer al morir así. Ya lo dijo Pedro, cuando lo crucificaron también: “Es un honor morir como murió el maestro”.
La mayoría de los que se comparan con Jesucristo son mesiánicos, están mal de la cabeza, no lo hacen con tranquilidad.
Noto que te comparás mucho con Jesucristo.
Pero sí, Jesucristo era un hombre. El hijo de Dios. Todos somos hijos de Dios. ¿Qué tiene de malo compararse con Jesucristo? La mayoría de los que se comparan con Jesucristo son mesiánicos, están mal de la cabeza, no lo hacen con tranquilidad. Cualquiera se puede comparar con Jesucristo, lo que pasa es que es muy difícil seguir sus pasos. ¿Quién se haría crucificar por la humanidad? Giordano Bruno se hizo matar en la hoguera. Muchos fueron como Jesucristo para mí. Vito Dumas se abrazó a la soledad total del mar. Habrá sufrido como un hijo de remil putas. Esos hombres tienen mucho de Jesucristo para mí. Lo que pasa es que Jesucristo murió por la humanidad, se hizo matar, se hizo crucificar. Eso es algo increíble. Por eso no tiene parangón. Ninguno llegó a ese límite. Gandhi no llegó a ese límite. Si alguno llega a ese límite, de morir por la humanidad, va a ser otro Jesucristo. Nietzsche por ahí llegó a ese límite.
¿Abrazando al caballo?
Abrazando al caballo, sí. Lo de Nietzsche fue muy parecido. Por eso le dicen el Anticristo. O el nuevo Cristo, que es muy parecido. Nietzsche era un santo. Era un ser totalmente superior. Yo no sé si estaba loco. Todos dicen que estaba loco, pero yo a veces lo dudo. Yo creo que estaba demasiado cuerdo. Tenía una visión de las cosas tan increíble… Yo lo amo a Nietzsche.
Jamás te importó la plata.
La plata no interesa. No es nada la plata, la plata es un papel. El día que tenga huevos agarro un billete de cien dólares y lo prendo fuego. Todavía no me llegó el momento, pero ya lo voy a hacer.
¿Quemarías tus poemas?
También. Los poemas no son nada. Te prendo fuego lo que quieras. Ojalá se me prendiera fuego todo.
¿Querés agregar algo más?
Vamos Huracán todavía. Y el Fluminense/////PACO