Catherine Hakim escribió un libro que le está sacando canas verdes a las Malenas Pichot del mundo. En Capital erótico, la socióloga británica descose las teorías del feminismo radical que, según ella, son funcionales al patriarcado. Dice Hakim que pretender que las mujeres y los hombres sean iguales en todo sentido es empezar la revolución femenina con el pie izquierdo. Las mujeres tenemos ventajas con las que debemos aprender a negociar: una de ellas es la fertilidad. La otra, la ventaja de negociación sexual a partir de lo que denomina el “déficit sexual masculino”. Este concepto es de lo más polémico. Según ella, el control de la concepción a partir de la aparición de las pastillas anticonceptivas fue el puntapié inicial para hacer creer que las mujeres tienen tantas ganas de coger como los hombres, cuando sólo se trata de una “pretendida ilusión de igualdad”. Basándose en estudios de consumo de ocio sexual y estadísticas en diferentes países, Hakim afirma que después de los 30 años el deseo sexual de las mujeres disminuye abruptamente, sobre todo después de la maternidad, mientras que el del hombre va en aumento durante todo su ciclo vital. Aún en los matrimonios con actividad sexual regular, el hombre siempre quiere más que su esposa. Ese déficit con el que vivirían los hombres nos otorga el poder de negociar. Tenemos algo que ellos quieren.

A partir de esta premisa, la socióloga afirma que al capital social, humano y cultural que describió el teórico francés Pierre Bourdieu décadas atrás, hay que agregarle el capital erótico conformado por la belleza, la forma de arreglarse, la simpatía, la forma de manejarse con terceros, las habilidades sociales, etc. Dice Hakim que el error del feminismo es poner a la mujer en el lugar de víctima de la dominación del hombre en lugar de usar las ventajas (primero hay que reconocer que las hay) para repensar su poder. ¿La belleza es superficial? ¿El hombre cosifica a la mujer como objeto sexual y visual? De ninguna manera, tener algo que el otro desea ubica a las mujeres en una posición poder y de ventaja para negociar. Pero para negociar en el ámbito social y laboral, primero hay que aprender a negociar en el ámbito privado.

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Para la teórica inglesa el prejuicio de la linda tonta y la fea inteligente no tiene asidero. Natalie Portman es licenciada en Psicología de la Universidad de Harvard y habla cuatro idiomas, y no es una excepción. Desestimar la belleza por superficial es ignorar el funcionamiento del mundo. El “plus de belleza” en un trabajo, por ejemplo, se paga. El problema está en que al hombre se le paga más que a la mujer porque la belleza y la coquetería en la mujer es algo que se da por sentado, algo considerado como “natural”. Ahí está la desigualdad, dice Hakim. Cita un estudio que se hizo con ex convictos en proceso de reinserción social, en donde a un grupo se les hizo cirugías estéticas y a otros tratamiento psicológico. ¿Adivinen que grupo tuvo menor porcentaje de reincidencia? La belleza genera confianza, autoestima, y abre puertas, dice la académica. ¿Porqué ignorar este factor en vez de incentivar a las mujeres a que lo usen en su favor? El patriarcado y el pensamiento misógino es el que históricamente ligó a la mujer linda, sexy y agradable con la puta, y ése es el prejuicio que hay que desterrar. Kate Moss es bella, rica y exitosa. ¿Está mal que haya abandonado sus estudios para dedicarse a su carrera como modelo? ¿Debería haber ignorado su belleza celestial para terminar el colegio y terminar aburriéndose en una oficina? Hakim dice rotundamente “NO”. Moss es un buen ejemplo de explotación exitosa de capital erótico. Pero ella no se refiere únicamente a la belleza que representa el canon establecido, como el caso de la modelo inglesa, sino que cualquiera puede potenciar sus encantos naturales con las artes de la seducción y el don de gentes.   

La prostitución callejera constituye el 10% del total del sector. El 90% restante funciona bajo las piedras y, según Hakim, gran parte está conformada por chicas de clase media que utilizan sus encantos para ganar dinero y financiar sus estudios. Menciona el caso de Belle de Jour, seudónimo de una dama de compañía que escribió sus memorias y años más tarde reveló su identidad. Se trata de Brooke Magnanti, una especialista en neurotoxicología del desarrollo y epidemiología del cáncer en un equipo de investigación de un hospital universitario de Bristol. Trabajó como call girl mientras hacía su doctorado, ya que ese trabajo, de pocas horas semanales, le dejaba mucho tiempo para dedicarse a su tesis.  Parecería, de acuerdo con la tesis de Hakim, que usar el capital erótico en nuestro favor sería la mejor manera de combatir la misoginia y la dominación masculina. Si el capital erótico está tan bastardeado por los hombres, si ellos destacan la importancia del capital económico y los logros laborales en detrimento del poder estético y sexual será porque ahí debemos poner el ojo. Yes, girl. You´ve got the power /////PACO