La hipótesis de este texto está en el tercer párrafo. Las apostillas que le siguen sobran. Acompáñenme.
Las proposiciones, rápidas, porque ya están dichas: Javier Milei es un idealista, un tipo que ansía mutilar todo lo del mundo físico que moleste su ensueño. Alguien que se niega a aceptar que teoría y práctica pueden ser iguales en teoría, pero se bifurcan en la práctica. Milei tomó de la cantera el tótem que más respuestas le ofrecía, sin preguntarse por la idoneidad de las preguntas; abrumado por la coreografía impredecible de las cosas, eligió como bandera la propiedad, el palenque firme y seguro al cual volver, una esquina del mundo en donde no habite el miedo que le dan los otros.
Nada encona más al tipo que lo relativo, la idea de que las ideas se forjan, a veces más espontáneamente y a veces más a medida. Pero toda idea gotea; y gotea así el axioma mileísta, la piedra angular sobre la que se sostiene la santísima propiedad, contrabandeada como libertad: que el Estado es el pedófilo, el que escondido comete y reincide en la peor vejación; y que, al ser coercitivo, todo impuesto es indistinguible del robo. Esa premisa es falaz por muchos motivos anteriores a su bajada a tierra, pero para desinflarla podemos decir que sin impuestos no existiría garante de la propiedad, ni de la legitimidad del dinero con que la gente intercambia sus bienes, ni elecciones que unjan a quien quiere disolver al Estado, ni todos los acuerdos que ya sabemos que son tan pero tan necesarios que siempre están y por eso se vuelven invisibles.
No soy psicoanalista ni filósofo, soy un simple escritor de noche, no esperen tanto rigor, pero quiero decir algo que vengo pensando, y que si se ha dicho no he leído: Milei tiene miedo. Milei es un niño. En suma, Milei es un niño asustado.
La hipótesis de este texto es que Milei tal vez sea un narcisista en el sentido clásico, un ser que elude las desavenencias de la vida volviéndose acorazado, que se deja absorber por la idea antes que ensuciarse con la vida. Y que es, además, un niño que, conjeturo, no ha podido lidiar con la castración en el sentido psicoanalítico, con perdón del usufructo. No ha podido asimilar la incomodidad del cuerpo, la distancia entre lo que uno dice y el otro escucha, y la pasta de la que eso se rellena, que llamaremos buena voluntad.
En su pelo revuelto, su falta de higiene y su propensión a apagar a los gritos la duda, Milei muestra el chico que no puede dejar de ser. En su misoginia selectiva y su gravitación hacia mujeres dominantes, como Victoria Villarruel o su propia hermana, erige el altar de lo que no supieron hacer con él. Cada uno sabrá leer lo que estoy diciendo.
Como un niño, Milei no acepta la muerte, el gran misterio, que se filtra en su coraza idealista, y lo empuja al montículo de su atrofiada sensibilidad; entonces le baja el precio a la vida que lo amenaza, a toda vida que se haya embarrado en la lluvia de los elementos. En otra vitrina quedan el embrión, el feto, la vida-que-no-existe, impoluta y metafísica, pura potencia. Ahora estoy divagando un poco, pero Milei no acepta la muerte, tanto que se le muere el perro y no se compra un perro de la misma raza, no. Clona y clona cinco, no vaya a ser que le toque una tragedia.
En el mito, Narciso es engendrado por el río, medio de prepo; análogo al mito del Cristo, en donde el santo es hijo de un aire tan poderoso como ausente, esto deja en el nombre del padre un hueco que solo puede llenarse con Idea, y en el de la madre, una mezcla de devoción y vergüenza que no permite desear sin sentirse sucios. Ante la duda, vayan a la fuente. Pero según mi tesis de living, Milei sería un narcisista que no puede tolerar el reflejo sucio del estanque, y como si la materia fuera contracara de la idea, Milei, idealista, desprecia la materia, la duda, los matices, los pequeños placeres, las concesiones que nos hacen mejores. Quiero decir, el tipo se descuida, no se baña, digamos o sea, habla mal, y sale en todas las fotos con la misma pose siniestra, no sé por qué, tal vez por la posibilidad de que el espejo le devuelva una imagen humana que prefiere no ver.
Para no monologar, consulto por este asunto a dos o tres personas que saben de verdad, que dicen:
“Está bueno ubicar la imposibilidad de que algo de la idea se deconsista en la realidad. Hay algo con el agujero de la realidad que al chabón se le hace muy, muy difícil. De hecho, cuando le preguntan por Conan, nunca dice que está muerto”.
“Estoy de acuerdo. He llegado a pensar que Milei, además de un niño, da ternura. Y no soportar la muerte de una mascota me parece confirmatorio de lo de la castración. Ahora, en las últimas semanas me sorprendió ver que sí puede ir a negociar. Mejor, peor, pero evidentemente se da cuenta de que está haciendo política”.
“Lo del narcisismo me cierra, no lo había pensado. El narcisista es el que no soporta la castración y completa con el ideal esa imagen. Pero lo tiene desde un lugar tan infantil que hace que uno vea pura falla, puro trauma. Puedo estar loco, pero a mí me genera algo de piedad.”
“Cuando uno ve ese narcisismo tan agarrado, tan adolescente, hace que de afuera se vea como falta, a pesar de que el tipo lo que está haciendo es negar la falta. Es lo contrario a cuando ves a una persona que tiene aceptado algo de eso, que sabe lidiar con esa falta; ahí está la sabiduría”.
Para concluir, van las apostillas:
1. Los objetivos, equivocados
Ay, la razón, la razón, hechicera tan cara a los que deciden, aguja que teje sin verse las manos. Esto me lo dijo un amigo, el antiperonista es una persona emotiva que se autopercibe racional. Esto otro lo leí hace años, lo dijo Julian Jaynes: los datos solo acuartelan a quien no tiene dudas, lo encrespan en su posición original; Sun Tzu también escribió hace dos mil años que al contrario no se lo acorrala, siempre hay que ofrecerle una vía de escape, porque si la batalla es de vida o muerte, se lucha hasta la muerte.
Si fuera por los datos, lo de los 80 años de peronismo no dura un round. Lo que en realidad sucedió, para algún desprevenido, es bastante menos: 10 años terminados a las bombas por la Libertadora; medio siglo después, tres temporadas que, con sus muchos bemoles, trajeron reducción de la pobreza, multiplicación del producto, disminución del desempleo y un montón de cosas que no entran en unas líneas; y cuatro años pésimos, hay que decirlo, que con todo sostuvieron el tejido y el trabajo a costa del salario. (Liberalismo también hubo, y casi en las mismas proporciones: Alfredo Martínez de Hoz y Domingo Cavallo fueron ministros más bien plenipotenciarios, antes Álvaro Alsogaray, y Carlos Menem, más o menos fresco, con un recetario muy parecido y resultados infinitamente peores que los del vituperado kisnerismo.)
Aún con los incontables errores del peronismo, lo que sucede va por otro lado: estamos ante el Encuentro con el Antagonista, y a la hora señalada más vale creer que el otro es más malo que uno.
2. Si no tenés nada que decir, gritá
Nada le gusta más al mileísta, que entendió intuitivamente el estilo de la casa, que enloquecer a su interlocutor llamándolo loco, animalizarse llamándolo bestia. Fakes a granel para acusar turbiedad y corrupción, trasnochados cambios de bando luego de clamar panquequismo durante meses, propuestas impracticables para decir que el otro “no entiende de economía”; exhumar el fantasma del kirchnerismo para decir que vienen a sepultarlo, revolver la llaga de los 30 mil para apuntalar su hastío del curro de los 70.
El antiperonismo es una fuerza que empieza por ser anti, y esa negatividad define su pathos. Detrás de la antinomia, de esa activación desde la diferencia castiza, no hay nada más astuto y confabulado que bautizarse Pro. (Para colmo, aliados otrora con los radicales, que tampoco lo son; el lenguaje hace maravillas.) El antiperonismo y sus ardides: un laberinto borgeano de denunciar lo que uno es para adueñarse de la posición del que no es lo que se denuncia.
3. La moneda en el aire
No recuerdo, compañeros, un clima así, y eso que en nuestro país la tensión siempre se corta con un papel. Seguro exagero porque estoy obsesionado, pero siento, y corroboro en mis amigos, que hay un partido decisivo en el aire, las fuerzas se alinean a uno y otro lado de la mecha. Mauricio Macri por fin asume el lugar de Rasputín calabrés para el que fue alumbrado, y deja la espada en manos de su esbirro vociferante; el peronismo se ensancha y trasciende al kirchnerismo.
Si nos toca lo peor, nada me gustaría más que estar muy equivocado y que a la mayor cantidad de gente posible le vaya muy bien, sobre todo a los que no pueden darse el lujo de cuatro años de oprobio. Pero sospecho que el tiempo nos dará la razón a los que decimos que Milei no; y que, al otro lado del túnel, nos acordemos que la moneda siempre está en el aire, como me dijo otra fuente secreta consultada para esta batahola//////PACO