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La aparición de una serie de monolitos triangulares metálicos al estilo de 2001 Odisea del espacio estuvo en la cresta de la ola desde el último 18 de noviembre, cuando en Utah, en California y también en Piatra Neamt, al norte de Rumania, aparecieron las extrañas figuras, acompañadas por los videos virales de rigor. Pronto se supo que no era más que el producto de un colectivo de artistas en actividad durante la pandemia, ¿pero la inesperada aparición de Rumania en esta historia no forma parte, también, de las contradicciones de su largo proceso de “desbalcanización”? ¿Podría ser el monolito de Piatra Neamt el último signo de esas ambiguas ganas rumanas de entregarse a las fauces de Occidente, ya sea que se trate de Europa occidental o los Estados Unidos? No en balde el primero de diciembre, día nacional de Rumania, la OTAN fue una de las primeras instituciones en felicitar al país desde Twitter.

El alcalde de Piatra Neamt, Andrei Carabela, dijo que suponía que algunos adolescentes alienígenas, descarados y terribles, se fueron de casa con el OVNI de sus padres y comenzaron a plantar monolitos metálicos en todo el mundo. Primero en Utah y luego en Piatra Neamt. “Me siento honrado de que eligieron nuestra ciudad”, dijo Carabela. Y aunque también agregó que hubiera preferido que sacaran los permisos de construcción, será indulgente, pues el monolito atrajo turistas a una zona arqueológica.

En buena medida, esta broma representa el pasado comunista reciente y sus líderes (aunque no tan pasado, ya que en las últimas elecciones el partido de los viejos comunistas, PSD, retomó la mayoría del Parlamento). En tal caso, la aparición en Piatra Neamt (que, por cierto, significa “Piedra salvaje”) no es una casualidad, pues hay que ponerse a tono con los tiempos de una pandemia que no ofrece turistas y también hay que abrirse al mercado, aunque la burocracia salvaje heredada de antaño todavía alerte a la Unión Europea. El ejemplo más claro es que, ya sea en universidades o estamentos del Estado, aún hay que conocer y hacerse amigos de las personas para que la burocracia funcione. Los rumanos siempre te aconsejan: “llévale flores a la secretaria”, mientras que a la hora de tramitar migraciones, los policías resuelven todo de acuerdo con si les caes bien o mal (y para cuando alguien tiene listo todo, dicen que no era necesario y que hay que iniciar un nuevo trámite). Alguien que se hace llamar a sí mismo “el patriota nostálgico” dijo ser devoto de la santa más importante de Rumania, Santa Parascheva, y luego agregó en voz baja: “El servicio de inteligencia, la ex Securitate comunista, mediante los policías, manejan todo el asunto, y si no es así, por ellos pasa toda la mafia”. No hay que acercarse a ellos, advierte con sus ojazos de padre de familia avisado.

¿De cara a Occidente?

Ni siquiera la entrada de Rumania a la Unión Europea ha frenado las problemáticas herencias del pasado. En octubre de 2018, Bruselas envió a Rumania al entonces vicepresidente de la Comisión Europea, el holandés Franz Timmermans, para cuestionar el régimen: “Si la Comisión debe ser brutal en su evaluación, lo será. Y si debemos utilizar otros instrumentos a nuestra disposición, lo haremos”, dijo. Y aunque aclaró que no era una amenaza, de lo que hablaba era de la reforma del sistema judicial y la independencia de los poderes, asunto que preocupa a la Comisión Europea en Bruselas.

Este doble movimiento constante entre el liberalismo y los rezagos del comunismo hace que las universidades rumanas también se muevan alrededor de las dos tendencias. Bloques de rectores, profesores y autoridades, de uno u otro lado, circulan por las universidades más importantes del país hoy abiertas al mundo gracias a sus respectivos departamentos para estudiantes extranjeros. De hecho, hay una universidad de vanguardia que hace sus mejores esfuerzos por colocarse a la altura de las mejores “importando” a ponentes de cierta relevancia mundial y ofreciendo carreras a la altura de una buena universidad con postgrados. ¿Pero puede este “monolito extraterrestre” tumbar la fachada y volver a cero el juego de las apariencias?

Lo cierto es que hay una cosa inmutable dentro de los rumanos, un constante Jekyll y Hyde, una especie de Norman Osborne y Duende Verde dentro de cada uno de ellos. Viejos y jóvenes conviven con las formas de opresión comunistas (papeleos y trámites interminables, la imposibilidad de poner un negocio si no se les paga a las personas clave) y, por otro lado, también conviven con las formas capitalistas de la libertad: cadenas de comida rápida y vestimenta occidental “para que no piensen que somos atrasados”. Lo inmutable es esa imposible fusión, según la cual el espectro del comunismo aún trasunta en su intervencionismo del servicio de inteligencia y su burocracia mientras muchísimos rumanos sueñan con alcanzar una modernidad capitalista completa.

La aparición del “monolito extraterrestre” en las colinas de la bella Piatra Neamt duró lo suficiente para poner a Rumania en los ojos del mundo, casi a la altura de los mejores países. Pero así como este monolito apareció hace pocas semanas atrás, en los años noventa también se erigió la piedra fundamental de una universidad con una clara tendencia a soñar el mundo con mente occidental. Alejado como el de Piatra Neamt, este otro monolito del conocimiento apareció en una zona de modernos edificios, cercano a los nuevos barrios de Bucarest. Su objetivo era olvidar que Rumania fue un satélite de Rusia. Y por eso, en los másteres, enseñan problemas de migración entre Latinoamérica y los Estados Unidos o Estudios Latinoamericanos, entre otros temas clásicos sobre negocios internacionales, relaciones internacionales y otras carreras de “vanguardia”.

Pero los contrastes entre el comunismo y el capitalismo, sin embargo, siguen su curso en Rumania. Muchas veces, dentro de ese mismo “edificio monolítico del saber”, nos encontramos con alumnos que abiertamente admiran a Vladimir Putin y otros que admiran a Donald Trump. Los dos bandos, aún así, quieren vivir en un país occidentalizado. Y lo mismo se puede decir de los educadores, con sus cuidados silencios o sus calculadas referencias políticas o religiosas. Una de las alumnas dice que “aquí puedo estudiar en español, puesto que este máster es único en Europa del Este, ya no tengo que irme a Alemania u Holanda”. Entonces, ¿cuánto de este deseo de progreso y modernidad cae en el chiste y el ridículo gracias al monolito de Piatra Neamt, que les recuerda a los rumanos la carga todavía burlesca de su “exotismo balcánico” ante sus nuevos (y algo desconfiados) hermanos europeos?

Contrario a los alemanes y los holandeses, que en sus universidades incluyen un porcentaje de profesores latinoamericanos para que enseñen los temas latinoamericanos, en Rumania, en cambio, los profesores siempre son rumanos. ¿Pero cómo se puede conocer el “otro mundo” si ellos, los rumanos, creen conocerlo mejor de los otros? Si no terminan de decidir entre ser Norman Osborne o el Duende Verde, sin duda los rumanos seguirán envueltos en el eterno papeleo de la vieja burocracia, como los extraterrestres desobedientes del chiste del alcalde de Piatra Neamt.

Así como apareció el 27 de noviembre, el misterioso monolito desapareció el 1 de diciembre, pues fue removido y para continuar con la imitación de Occidente por otros medios. No sin razón, un ciudadano rumano dijo en su video colgado en Facebook sobre las imágenes: «No es más que un trozo de chatarra. No somos ni capaces de hacer una réplica digna del de Utah». Esto dice mucho de la amargura de los jóvenes rumanos, siempre amenazados por el ridículo y el mal chiste, ya sea con el monolito del conocimiento o el monolito extraterrestre. ¿Pero qué más podría haberse preguntado el muchacho del video de Facebook? “¿Queremos ser occidentalizados pero no somos capaces de que nuestros extraterrestres eviten los permisos burocráticos comunistas?”////PACO

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