Hay hechos ante los cuales incluso la caída de un meteorito parece una explicación simple. Pero en Tunguska nadie quiere explicaciones. Piedad sí, explicaciones no. El científico Leonid Kulik llega a Vanavara, un pueblo perdido de Siberia, y aunque pasaron ya trece años de aquel suceso de 1908, todos se niegan a hablar. ¿Qué tipo de gente sufre algo así y elige no aplacar su dolor mediante el relato? Kulik camina las calles de Vanavara, alguien tiene que hablar. Las pruebas científicas las puede conseguir, pero necesita relatos. Las pruebas dirán que hay 2.100 km2 de bosque partidos en dos, 80 millones de árboles muertos, derribados en un patrón radial sobre el suelo. Cálculos posteriores dirán que hubo una liberación de energía 300 veces más fuerte que la bomba de Hiroshima. Pero los pobladores siguen sin decir nada. Con el correr de los años y hasta la fecha surgen cuatro teorías:

Kulik

1. La caída de un cometa de deuterio –isotopo del hidrógeno-, que en contacto con el agua del río Tunguska provocó una bomba de hidrógeno natural. La teoría tiene poco consenso científico, pero coincide con algunas descripciones de quienes vieron una bola de fuego y luz.

2. Una explosión de antimateria. La teoría es improbable pero se sustenta en la impresionante cantidad de energía que se emitió durante el evento de Tunguska.

3. Un meteorito, que a esta altura es casi una versión oficial.

4. La cuarta teoría. La que Kulik prefiere no creer.

LeonidKulik

Leonid Kulik y amigos

Pasaron trece años y nadie tiene pistas. Es más, a muy pocos les importa, sólo a Kulik, quizás. En su momento el gobierno zarista no lo consideró prioritario, pero sobre todo prefirió hacer pasar el hecho como una advertencia divina contra la agitación revolucionaria en curso. No hay advertencia que valga: llega la revolución. Kulik explica al nuevo gobierno que si pudiera investigar todos los meteoritos caídos en territorio soviético, obtendría minerales muy necesarios para la industria. En 1921 la Academia Soviética de Ciencias acepta el pedido de realizar una expedición. Pero esa expedición no llega muy lejos. Los mapas no son buenos y Kulik apenas si logra acercarse a la zona. El cráter no aparece, sólo los árboles quemados y la negativa de los lugareños de dar explicaciones. Lo vuelve a intentar: en 1927 organiza una segunda expedición. Enfrenta condiciones climáticas difíciles, mala alimentación, invasión de mosquitos y hasta infecciones y enfermedades de quienes lo acompañan. Llegan al lugar. Los árboles tendidos le dan una señal: todos apuntan al epicentro de la explosión. Hacia ahí van. Y en el centro, no sólo no hay meteorito: no hay cráter. Es más, ahí los árboles están de pie. Les falta las ramas y las cortezas, pero están de pie.

Bosques quemados de Tunguska

Pasan los años y Kulik no encuentra explicaciones. Falta una pieza. Falta el meteorito, o el lugar que indique su caída, en el caso de que se haya desintegrado con el impacto. Así que emprende la tercera expedición: la última. Tiene algunas evidencias. Ahora necesita el relato. Después de haber estado dos veces en ese pueblo de Siberia, casi de haber vivido ahí durante un tiempo, quizás los pobladores de Vanavara quieran hablar. Quizás estén dispuestos a mostrarle la cuarta teoría. El primero que habla es un tal Víctor. Dice que aquel el 30 de junio de 1908, cuando eran las 7:17 AM, él estaba sentado en la puerta de su negocio y de un momento a otro sintió una fuerza que lo arrancaba de su silla y un calor que le quemaba la ropa. Otro cuenta que el cielo se partió en dos, y que sobre el bosque el cielo no era celeste sino de fuego. Y que después hubo un estallido y una lluvia de piedras. Los dos le hablan de un tal Ogdy. Se lo nombran en voz baja.

Kulik durante una expedición

Hasta que alguien, en vez de hablarle de la explosión en forma de hongo, de los animales muertos, o de las casas destruidas, le habla de un chamán yakut que, diez horas antes de la explosión, dijo que algo grande iba a pasar. Y habló también de Ogdy. No mucho más. Eso fue a grandes rasgos todo lo que le pudieron decir en esta tercera expedición. Luego Kulik averiguó sobre Ogdy: el dios de las tormentas. Abundan las leyendas sobre grandes bolas de fuego en el cielo, sólo que era mejor callarlas. Al parecer alguien había ofendido a Ogdy y alguien, por suerte, había dicho que podía tratarse de un meteorito. Sí, mejor investiguen eso. Entre las características de Ogdy, se destaca que su venganza es matar al ganado y la producción agrícola. Una explosión tres veces más poderosa que la de Hiroshima. Ochenta millones de árboles quemados. Todo el ganado muerto. Pero no murió ni un solo hombre. Kulik nunca más pisó Siberia.///PACO