Política


El fin del fin

1. «Argentina, 1978», proclama la placa al principio del corto. Pronto aparecen dos adolescentes y luego un tercero que plantean, en un español quebrado, el nudo de la trama a 30 segundos de iniciado el film: la policía los está buscando para llevarlos a un centro clandestino de detención. Así comienza un video de un supuesto “polémico corto yanqui sobre la dictadura”, filmado por “un grupo de estadounidenses” para “la materia ‘español’ de la Scarsdale High School. Mal actuado, mal grabado, mal editado, la película es brillante, y no sólo por su encandilante iluminación: condensa, en apenas ocho minutos, el espíritú de la época post-post-dictadura. O, dicho de otra forma: es el fin del fin.

2. Los hechos ocurren cuando deben ocurrir. El corto, por supuesto, no podía existir en Argentina en 1978, y no sólo porque no está ambientado a la época. No podía existir durante la dictadura, ni antes de la Guerra de Malvinas, ni en los primeros años de la democracia. El video no puede ser previo al Nunca Más, ni al Juicio a las Juntas, ni a la obediencia debida y el punto final, ni a La Historia Oficial, ni a los indultos. Tampoco sería posible el video si el kirchnerismo no hubiese derogado las leyes de impunidad para reabrir los juicios por los derechos humanos. El film es necesariamente posterior a una demasiado vasta bibliografía sobre la última dictadura cívico-militar. Pero sobre todo, el video tenía que aparecer después de que Videla muriera cagando y leyendo algún tomo de Gaturro en el penal de Marcos Paz.

3. El film fue subido a YouTube por “bardo viral” (?) y tiene, mientras escribo esto, apenas 153 reproducciones. Lo colgó en Facebook el diseñador y agitador cultural kirchnerista Diego Paladino. La trama se desarrolla con una torpeza hermosa, propia del kitsch: los perseguidos políticos acuden al padre de uno de ellos, interpretado por una adolescente, hasta que el otro se da cuenta de que el hombre -la adolescente- es en realidad quien lo torturó en un centro clandestino de detención. Luego vemos un flashback de dicha tortura: la adolescente -el padre- “picanea” al “perseguido” en una escena risible, en lo que parece el gimnasio de una casa de country. “No me dio agua ni comida por muchos días”, dice el perseguido, y vemos a la adolescente comiendo papas fritas. “Quiero cortar tus miembros y darlos a los medios para comer, torturar a tu familia y a su esposa”, susurra la adolescente en la oreja del torturado, con más sensualidad que violencia. Si Jorge Luis Borges habló de “infierno” cuando asistió al Juicio a las Juntas, el video está más cerca de un limbo humorístico absurdo. No hay nada allí que pueda provocar pavor. Tampoco reflexión.

4. “Me tienen harto con la dictadura”, dijo un día Jorge Lanata. Fue en agosto de 2010, antes de la muerte de Néstor Kirchner, cuando todavía co-conducía su programa con un ficus de Canal 26. Muchos se escandalizaron, sobre todo porque lo dijo Lanata. Tres años antes, el Escriba -Nicolás Tereschuk- argumentaba que el kirchnerismo “está dándole un cierre a la cuestión de las violaciones a los derechos humanos”. Y que los organismos “cumplen un trayecto bastante normal en casi todas las organizciones, se burocratizan, se rigidizan, pierden foco en lo importante, van hacia la conformación de ‘kioscos’, etc”. Y eso fue un par de años antes del estallido del escándalo de Schoklender y la fundación Sueños Compartidos.

5. Sobre el final del video, el “padre” -la adolescente- mata a su hijo y el otro, el torturado, mata al padre. En la última escena, el sobreviviente peina unas líneas gordas de cocaína sobre un espejo, aspira una y parece dejarse morir. Junto a los créditos suena Girl, you’ll be a woman soon, versión de Urge Overkill, del soundtrack de Pulp Fiction. Suena trillado, a esta altura, citar a Marx con lo de “la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa”. El film es a la vez farsa y tragicomedia. No “cierra” ningún tema, pero que podamos verlo desde el kistch tal vez indique que ya debemos hablar de “la dictadura” en un verdadero pretérito y no como un tema aún omnipresente. Vuelvo al texto del Escriba: “El gobierno que venga después del de Cristina Kirchner ya no tendrá -no debería tener- este tema entre sus prioridades”. Probablemente nosotros tampoco.///PACO