Charlatán de feria, utopista del desastre o, como lo describió Ricardo Ragendorfer, un idealista del resentimiento. En fin, que Javier Milei está loco lo dicen todos. Sin embargo, a sus votantes eso no pareciera importarles. Por el contrario, tanto Milei como sus seguidores han sabido aprovechar la gestualidad rabiosa, la fragilidad de su temperamento y los disparates que dice para construirse un semblante de místico, como si tuviera atributos superiores, los de un visionario incomprendido, un prodigio, huérfano y mártir a la vez, destinado a salvarnos de todos los males con un gran estallido.

Ya se sabe, también, que la frontera entre el místico y el loco es delgada y difusa, pero es justamente en ese borde, que llamaremos la zona de lo religioso, donde el líder de La Libertad Avanza pescó su traje mesiánico de outlet para hacernos caer en sus incontables trampas. Primero, el fandom mileísta en las redes sociales se identificó con “Las fuerzas del cielo” a partir de un versículo del Antiguo Testamento (Macabeos I) que Milei recitó en un programa televisivo: “Porque la victoria en el combate no depende de la cantidad de las tropas, sino de la fuerza que viene del Cielo”. Después le adjudicaron a Milei el cumplimiento de la profecía del Hombre Gris, de Solari Parravicini, en la que se vaticina la llegada de un gobernante que “será de casta joven y desconocida en el ambiente, mas será santo de maneras, creencias y sabiduría”. Ya veremos que quien no conoce a Dios a cualquier santo le reza, pero es curioso que, a pesar de su doctrina liberal libertaria hiperpositivista, Milei sea un creyente. “Muchos liberales objetivistas no tienen pruebas de que existe Dios, pero yo sí tengo pruebas. Además, es mi creencia ¿quién es el otro para cuestionarme? Es mi creencia, es mi problema. ¡Yo creo en lo que se me da la gana! ¿Acaso no hay pelotudos que creen en el Estado omnisciente, omnipotente, omnipresente?”, se desquitó en un reportaje.

Milei dice ser de tradición católica, pero hace dos años emprendió el camino de iniciación en el judaísmo de la mano de un rabino que lo instruye en la Torá. ¿Qué pensará ahora de Cristo? ¿Lo habrá degradado a profeta? ¡Justo él, que confesó haber visto tres veces su resurrección! En fin, no es un detalle que su salida al escenario del Movistar Arena, previo a las PASO, fuera anunciada con un shofar, el instrumento de la liturgia judía. Y así como ha expresado innumerables veces su fanatismo por el Estado de Israel, también hizo pública su aspiración a convertirse en “el primer presidente argentino de religión judía”. Lo curioso es que Milei ya tiene su propia teoría cosmogónica, que no tiene absolutamente nada que ver con ninguna de las grandes tradiciones monoteístas a las que dice pertenecer o practicar. “Dios es libertario y el universo es anarcocapitalista, es puro orden espontáneo”, explicó el economista. ¿Sabrá que Yahvé sí tiene un plan y lo conocemos desde la Primera Alianza con Abraham?

Por otro lado, según sus propias palabras, como a Moisés, Dios también le dio a él una misión. O sea, digamos, la de ser presidente. Pero esa misión no le fue anunciada en el monte Sinaí, como a Moisés, sino en una sesión de espiritismo en la que se comunicó con sus perros, y a través de ellos con Dios. Por supuesto, lo logró con la ayuda de la gran intercesora, su hermana Karina, aficionada a la astrología y el tarot, y también médium. Sin profundizar en su afición al tantra, de origen hindú, hasta acá lo que tiene Milei, en términos religiosos o esotéricos, es un gran matete. Pero este matete no esconde ninguna gracia divina ni reviste ninguna cualidad extraordinaria. Por el contrario, es mucho más común de lo que creemos.

El cuentapropismo religioso es una práctica social y cultural muy difundida entre los argentinos que se consideran creyentes. Esto significa que una misma persona puede tener todo tipo de creencias al mismo tiempo: la energía, la suerte, los ovnis, la astrología, Dios, el universo anarcocapitalista, etc. En todo caso, el sincretismo de Milei es, como mucho, un signo de los tiempos que corren. Es decir, la prueba de que habitamos una época en la que cada cual cree en lo que se le da la gana, y cuantas más disciplinas y teorías metafísicas se adopten, mayor será la sensación de certidumbre que ganamos frente al horroroso vacío que llevamos encima. ¡Que nadie se atreva a imaginar los abismos de Javier!

Por otra parte, la mística, o el aura mística tan cara a la política argentina, gravita en las fantasías de muchos aspirantes al poder. El propio Mauricio Macri, que en teoría es católico (un egresado del Cardenal Newman que nunca aprendió a persignarse), también intentó matizar su falta de sensibilidad y carisma con la espiritualidad. Pero a diferencia de Milei, el hijo de Franco se inclinó más bien por los consumos new age, más acordes a sus estándares intelectuales y su clase social de alto poder adquisitivo, pero culturalmente venida a menos. ¿Se acuerdan de las visitas del gurú importado de la India, Sri Sri Ravi Shankar, a la ciudad de Buenos Aires? ¿Y de las múltiples acusaciones de abuso sexual en contra de su ONG “El arte de vivir”?

Un poco más lumpen, Milei avanza sobre la levedad macrista de cuencos tibetanos y armonizaciones, y profundiza en el ocultismo, la nigromancia, la brujería y todas esas disciplinas de la teosofía de la que hasta el propio Roberto Arlt huyó despavorido mucho antes de escribir Los siete locos. Que Milei pretenda comunicarse con mascotas muertas y con sus economistas liberales favoritos fallecidos es otra de sus artimañas, una falsificación de lo que la religión entiende como sagrado y que las tradiciones verdaderamente esotéricas o mistéricas rechazan, justamente porque eso está más ligado al psiquismo y a lo sentimental, es decir, a la materia oscura, que a la espiritualidad. Lo que murió debe ser enterrado, y esto está en el Evangelio: “Dejen que los muertos entierren a sus muertos”. O como dicen los gurúes del mindfulness, “hay que soltar”.

El Papa viene avisando sobre los “salvadores sin historia”, pero Juan Grabois fue el primero en señalar que Milei es un falso profeta. De esos hablaron Jeremías, Mateo y San Juan en el Apocalipsis: tal como opera el libertario, presagiando escenarios catastróficos (que piensa llevar a cabo él mismo), amenaza con los peores castigos a sus enemigos sin importan que también paguen los justos, y utiliza el más encriptado de los lenguajes, la economía, que además pretende explicar con ejemplos aberrantes de chicos envaselinados en jardines de infantes y mujeres violadas. ¡Pedagogía, hold my beer! Estará muy chiflado, de acuerdo, pero hasta ahora es lo más parecido a un farsante con grandes chances de convertirse en presidente, aunque, claro está, más luciferal que mesiánico. ¿O acaso no es una farsa su afrenta contra los poderosos de “la casta”? Su humillante genuflexión ante Juntos por al Cambio a minutos de entrar al balotaje ya demostró que sí. Y ni hablar de que elegir como su enemigo número uno al Santo Padre de la Iglesia Católica tampoco es la gran hazaña de un clarividente que ve el mal donde nadie más puede reconocerlo.

En su propaganda de exaltación del individuo, Milei dijo que la justicia social es una aberración y que cualquier cosa que se asocie a lo colectivo es comunista y, por lo tanto, diabólica. Idéntico al expresidente brasileño Jair Bolsonaro, igualito a Donald Trump, Milei repite como loro todas las conspiranoias, incluida la cruzada contra Francisco de la Alt Right o “derecha alternativa” surgida en los Estados Unidos en 2017, cuyo símbolo universal es la serpiente enroscada de la bandera de Gadsden. Mariana Moyano caracterizó este movimiento como “la internacional de las nuevas derechas radicalizadas” que promueven “la interseccionalidad del odio”. Son supremacistas, neonazis, anticomunistas, homofóbicos y antiinmigrantes, entre otras. “ “Amorfos que se mueven serpenteantes, sobre todo en territorio cibernético, en este momento iracundo de la historia”, tal como describió la periodista. Y si bien la cascabel ya está reptando en suelo argentino, no hay que olvidar la notable reacción que tuvo la Iglesia, que durante la última peregrinación a Luján, de la que participaron más de dos millones de argentinos, difundió consignas como «El pueblo ama a Jesús, Milei lo odia» o «El pueblo ama la paz, Milei la odia» a través de pasacalles y pancartas.

Hasta los católicos más conservadores, incluso los que no simpatizan con Francisco, no se cansan de repetir que la doctrina social de la Iglesia, la noción del prójimo, la solidaridad, ¡la piedad! y el bien común nada tienen que ver con el comunismo, sino con el Evangelio. A estos muchachos, que de “progres” no tienen nada, no les parece suficiente que Milei sea “pro vida” si al mismo tiempo, y en su defensa irrestricta de la libertad del individuo, reivindica el suicidio, la venta de órganos, la venta de niños y afirma desvergonzadamente que el que se tenga que morir de hambre que se muera, simplemente porque en su utopía libertaria, en la que los débiles no tienen lugar, es libre de hacerlo. Caligulesco, perverso, confabulador, grotesco y arltiano: Milei puede describirse de muchas maneras. Pero, al final del día y de estas anotaciones, todo esfuerzo por comprender el asunto parece inútil. Después de todo, es en el desierto dónde surgen los falsos profetas, esa zona en la que acechan los embusteros, bífidos y serpenteantes, para tentarnos con soluciones fáciles, inmediatas y aliviadoras, incluso cuando son de fulgor destructivo y prometen un futuro de calamidades, pero un futuro al fin.

Por estos días, un amigo me señaló algo muy simple pero no tan fácil de advertir sobre esta oscura maquinación de Milei: las trampas que nos tiende todos los días. Si un día dice que José de San Martín no es el padre de la Patria, al otro dice que el Papa es el Maligno y después sale con que Margaret Thatcher es la mejor líder de la historia. Este tramposo en el desierto nos envuelve cada día con un ardid diferente, y es por eso por lo que tendremos que estar más atentos que nunca. No vaya a ser cosa que este loco, no tan en el fondo, quiera enloquecernos a todos/////////PACO