////

1. Una tarde volvía caminando por Ayacucho cuando vi en la vereda de enfrente una pintura. Era grande, y aunque de poco grosor y de color negro, llamativa. Muchos grafitis usan colores chillones sin lograr el magnetismo de este dibujo. Tardé unos segundos en distinguirlo. Recién dislocando un poco mi percepción pude notar que era un miembro masculino. Apenas lo vi me sorprendí por la ejecución. Era una pintada surrealista, de pocos trazos muy eficientes. Le saqué una foto y la subí a Twitter, empleando la fórmula “Dalí vulgar de Balvanera”. Esto fue el 8 de Febrero.

2. Un mes antes yo había vuelto a Buenos Aires y había encontrado otro miembro pintado en Ayacucho. Era grueso, vibrante, invertido hacia abajo, los pelos parecían pinchar. Tremendamente vívido. Acercándose un poco, uno podía escuchar el estertor de los gritos de las ancianas que habían pasado por ahí, lo habían visto y se habían horrorizado, comentándoselo a sus maridos que coincidían desatentos, recordando, en la reminiscencia inmediata de la pintura, un vigor masculino de su propio pasado.

3. Unas semanas después, a fines de febrero, en una historia de Instagram una pizzería muy cercana publica que busca cajero. Me presento ese día y empiezo a trabajar al siguiente. En la entrevista el dueño de la pizzería me pregunta si me gusta el fútbol, diciendo que en días tranquilos ponen los partidos durante el servicio, dando a entender un clima laboral relajado. Hace demasiados años no veo un partido de fútbol y contesté “sí, me gusta, quizá soy más… no sé, del palo de la literatura y esas cosas, pero me gusta”. Me miró y me dijo “buenísimo, yo también soy de ese palo, no te preocupes”. En el momento pensé que leía como todos leen, algunos libros por año, pero después noté que leía en serio, incluso había leído mucho más que yo, por cuestiones obvias de edad, pero fue igualmente llamativo. Mientras él hacía pizzas me hablaba de Saer, de Gianuzzi, de Foster Wallace. Yo entré a trabajar con cierto aire irónico y la soberbia intelectual de quien ejecuta un trabajo de baja calificación. Con ciertas reflexiones que se volvían sensibilidades, sobre la aristocracia que late en lo pedestre, sobre la elegancia fútil de lo bajo. (Incluso ese mismo día yo había estado leyendo los diarios de Grombowicz, muy embebidos de ese tono, un deambulante intelectual y soberbio en Tandil, en Santiago del Estero, en Retiro, etc.). Encontrarme con alguien más leído que yo generó cierta dislocación respecto de esa actitud, dejando la soberbia desnuda, despojada de sus cimientos de cultura. Vuelvo al corazón de esta trama: lo importante lo noté recién días después, no sé por qué misteriosa desatención: la pija vívida que me había sorprendido al volver a Buenos Aires estaba dibujada justo en la puerta de la pizzería. Era esa. Lo noté, creo, el tercer día. Capaz los días anteriores había llegado mirando el teléfono, o había entrado por el lado contrario al dibujo.

4. Ese día conversé con Fabio, mi jefe: el autor que más le gustaba, Aira. Me dijo que había leído trece novelas de él y que le gustaba también el ensayo Sobre el Arte Contemporáneo.

5. Al día siguiente éramos varios y les comenté sobre el dibujo. Creo que dije: “encima es una pija extraña”. Él dijo: “Viste, es una pija contracultural, hacia abajo, habla sobre cosas… sobre la crisis de la masculinidad…”.

6. Después de tres semanas trabajando ahí, noté que era un tipo bastante obsesivo con el orden, con la imagen del local, estaba poniendo nuevos carteles y stickers en la entrada, siempre acondicionando algún detalle. ¿Por qué no le pasaba una mano de pintura al dibujo, tan vandálico para la imagen de un comercio? 

7. Pregunté. Contestó con vaga ironía: “Desde que está, subieron las ventas -gesto con las manos y sonrisa-, así que no la voy a sacar.”. La ironía del comentario era una demostración de conciencia, pero no inhabilitaba el contenido. Era la razón real por la que el dibujo seguía ahí. De todos modos, no dejaba de ser raro.

8. Desde ya que ir a trabajar todos los días a un lugar que tiene el dibujo enorme de una pija invertida en la entrada, sentirse adentro de ella, cuatro varones en el interior de un lugar sellado por una gran pija, a la vez erecta e impotente, es, por lo menos, sugerente, significativo, paródico. Por supuesto que uno lo olvidaba al trabajar. Casi nunca estaba presente. Pero cada vez que la belleza de alguna clienta generaba comentarios entre los empleados yo pensaba en la gran pija de la entrada, apuntando al suelo.

9. Su socio casi no iba a la pizzería. Tenía cara de croata y cada vez que lo vi estaba comiendo una barra Nugaton de Bonafide, de chocolate negro, como Bugs Bunny con la zanahoria, como un cigarrillo. Fabio me dijo que su socio a la mañana se encargaba de hacer “trabajos esótericos” en la pizzería. Rociaba con cosas, dejaba ruda bajo la escalera. 

10. Días después la pizzería salió entre las mejores seis de Buenos Aires según una publicación. La nota no estaba paga, al parecer un chef reconocido recomendó las pizzas. Esa noche fue un caos. Un viejo escribió al WhatsApp del local dos horas antes de que abramos: “Hola, quería encargarte una Margarita y una Fugazzeta para cuando abran, estoy afuera en el auto esperando”. ¿Qué le pasa a la gente? El punto es que no había suficientes masas para la demanda que generó la nota, había filas en la vereda. Al cierre de cada jornada, mi jefe subía una foto a la cuenta de Instagram del local, sacada desde la vereda de enfrente, mostrando la cola que había y avisando el Sold Out. En la foto se veía la pija dibujada, fulgurante, incluso más de lo normal, a través del filtro artificial de la red. Por el arqueo de flexión, parecía a punto de saltar sobre los clientes.

11. Tiempo después, la obra del Dalí vulgar de Balvanera creció. Una segunda pija, con el mismo estilo pero en trazo más grueso, brotó en la pared.

12. Este segundo miembro está dibujado con los bordes chorreantes, como los dibujos del asesino de un policial. Entre los dos dibujos se ve una clara similitud estilística. Lo que descubrí, sin notarlo la primera vez, es que arriba estaban tituladas: “Chota”. Incluso la segunda parece decir “Chota 1”. La nominación funciona como el inverso de la pipa de Magritte. ¿Qué libros leerá el Dalí vulgar de Balvanera? Y por sobre todo: ¿Será de él la pija de la entrada de la pizzería? 

13. Después recuerdo: las cajas de las pizzas tienen la siguiente inscripción: “Esto es una caja/Adentro de la caja hay una pizza/De una pizzería/El nombre de la pizzería es X”. Y afuera de la pizzería dice: “Esto es una pizzería/El nombre de la pizzería es X”. Fabio me había dicho que el formato de esas inscripciones imita la tapa del disco Brothers de The Black Keys. 

14. El procedimiento es extremadamente similar al de la titulación de las pijas surrealistas. ¿Y si el que las pinta es él?

15. Cuando aparece la segunda pija le mando la foto y le digo eso, que descubrí que están tituladas en ostensibilidad, en juego de palabras y cosas, le digo que es muy similar a su marketing de la pizzería, y que habiendo una pija de la suerte en la entrada de su local, por mi parte, él pasa a ser el principal sospechoso. Se ríe y hace una asociación: la palabra “chota”, lo “choto” y su negatividad, la misma negatividad de la pija invertida en la entrada de la pizzería. Se suma al juego y une las tres pinturas, me da a entender, en broma, que puedo estar en lo cierto. “Me descubriste”, pone. Ojalá fuera él. Pero si no lo es, vale como argumento para decir que las tres son del mismo pintor. 

16. Pero decirme eso, jugar con que, dada la coherencia semántica de los dibujos, y el hecho de que uno esté en su pizzería, y que él no lo borre, el autor podría ser él, ¿no es el mismo procedimiento de linealidad duplicada que escribir “chota” sobre el efectivo dibujo de un miembro? ¿y el de decir que una caja es una caja, una pizza es una pizza y una pizzería una pizzería? Se sabe que todo pizzero culto, que de noche pincele penes surrealistas, ha leído La Carta Robada.

17. Sospecho. ¿En vano?

18. Su fama de hombre nocturno la alienta él mismo. Performando con excesiva intención su misterio y su sensualidad, me dice que le gusta vivir de noche y dormir de día. Y que su momento de lectura es la noche, cuando sale de la pizzería, ya muy entrada la madrugada. Cuando cerramos cerca de la medianoche, él se queda haciendo las masas para la noche siguiente. 

19. Publicación del Instagram de la pizzería. Texto que acompaña un video en cámara rápida de la confección de las masas: “Cuando las luces de los edificios se van apagando y el silencio se esparce como una bruma por las calles de Balvanera, el equipo sigue en busca de la inalcanzable perfección”. 

20. Otro día me cuenta que vivió diez años en Tenerife: “Era cajero en un supermercado ocho horas y después me iba a surfear todo el día”. Después me dijo que trabajó algunos eneros en Punta del Este, también en gastronomía: “Íbamos solo un mes, así que era muy intenso. Trabajábamos de 10 de la mañana a 10 de la noche, así que me levantaba a las 6 para ir a surfear de 7 a 10”. 

21. Un pizzero que se queda amasando hasta las tres de la mañana y en la vuelta a su casa, cada tanto, cuando siente que la sociedad lo necesita, dibuja una pija surrealista. ¿Con el mismo fibrón que usamos en el local para nominar los pedidos? Luego, se va a leer a Aira, hasta que empieza a amanecer. 

22. El edificio de aguas, frente al que están las pijas surrealistas, es Aira puro, es Aira en la ciudad. Si Aira fuera un edificio, sería ese, un castillo de cuentos de hadas dadaístas, etcétera. Si Aira engatusara a todo el mundo con su obra, si la lectura fresca de sus libros se volviese de amplia circulación mundial y los dólares ingresantes diluyeran para siempre la restricción externa, ahí debería instalarse el museo de su obra. En cierto modo, ahí transcurren también todas sus novelas. Al frente, las pijas surrealistas, la coherencia de una calle. Aira escribió un ensayo sobre Dalí, en el que dice que solo se debe escribir en primera persona para decir “Yo soy un genio”. Si es solo para decir “Yo”, no vale la pena. Es interesante la fuerza de ese ensayo, que trabaje la figura del genio tradicional que no es el que él performa: el personaje del genio autista, el genio tonto, el genio infantil. 

23. Si Fabio estuviese engañándome al decirme que él podría ser el pintor cuando lo es efectivamente, también estaría aplicando sus lecturas, estaría aplicando un mecanismo airiano. (Un Aira que defiende la alta literatura, y también la mala, que dice aborrecer el humor en la literatura y califica su obra como “novelas chistosas”, que quiere ser a la vez un literato vanguardista y conservador). La influencia no es directa, pero desde ya que puede afectarlo en su modo de operar, en su modo de divertirse con sus empleados temporarios, que intentan descifrarlo, que observan los elementos de la calle como atados en un afiche conspiranoico y estudian el trazo de todo genital que ornamente las paredes de la ciudad////PACO

Si llegaste hasta acá esperamos que te haya gustado lo que leíste. A diferencia de los grandes medios, en #PACO apostamos por mantenernos independientes. No recibimos dinero ni publicidad de ninguna organización pública o privada. Nuestra única fuente de ingresos son ustedes, los lectores. Este es nuestro modelo. Si querés apoyarnos, te invitamos a suscribirte con la opción que más te convenga. Poco para vos, mucho para nosotros.