“Nuestro placer más puro viene del dolor de la gente que envidiamos”. Tal vez esta sea la frase más profunda que puedas oírle a un editor general de un importante diario de la Ciudad. Sin embargo, de inmediato, como si apenas se tratara de un lapsus, ese mismo viejo periodista con prestigio entre los jóvenes te aconseja: “Los lectores no quieren leer un artículo sobre alguien que nació guapo y con talento, que cobró una fortuna en aparecer en televisión y que después vivió feliz el resto de su vida (…) Sorpréndelo con pornografía infantil en su ordenador, encuentra cadáveres debajo de su casa y tendrás un artículo”.

Con la promesa de que iba a ser famoso, inicié el camino que recorrieron muchos reconocidos periodistas de la televisión por cable. Para ello, debí convertirme en un creyente practicante que no dudara en señalar “al atractivo mujeriego metiéndose un jerbo por el culo”, descubrir a “la vecinita de al lado robando en una tienda y colocada en calmantes” o, en mi día de descanso, fotografiar con mi celular «a la diosa pegando a sus hijos con una percha de alambre”. Si no tenés problemas con ello, tendrás futuro en esta solitaria carrera. Sin embargo, tené cuidado, “una opinión indebida y te quedas sin tu chollo”.

Seguramente Chuck Palahniuk era consciente de que su relato “Canto del cine”, de la novela Fantasmas(traducida en un simpático español por Random House), podía ser utilizado para describir el funcionamiento de  la redacción de cualquier diario del mundo. No importa si es Nueva York, Madrid o Buenos Aires, todas las ciudades sirven para observar los engranajes del periodismo moderno. Sorprendé a un ministro con un travesti, a un cantante popular evadiendo impuestos o a la hija adolescente del presidente tomando cerveza en un fiesta, y no acabarán de lloverte las ofertas de trabajo.

Recuerdo que al ingresar por primera vez a un diario nacional, la editorial a la que pertenecía el periódico invitó a los nuevos empleados (todos jóvenes) al auditorio a ver un video sobre la importancia de la prensa gráfica en la Argentina. Rodolfo Walsh era el protagonista de la película, la cual enaltecía la figura del periodista. Finalizado el cortometraje, el director de Recursos Humanos, quien estuvo presente durante toda la función, amablemente sugirió: “Cualquier reclamo que tengan pueden pasar individualmente por mi oficina”.

De inmediato comprendí el mensaje. Olvidate de reclamos grupales, nivelan para abajo. La redacción no es una fábrica, el periodista es egoísta por naturaleza. Llevate bien con tu jefe de sección, él es el que charla a diario con el editor general. No pensés más en las clases de ética de las escuelas de periodismo. Ocultá tu pasado de militante universitario. De esta manera, no sólo estará tu sueldo depositado todos los meses en tu cuenta bancaria, sino que podrás hacer carrera dentro de la editorial. En una oportunidad, un viejo colega me dijo: “En el periodismo no existen víctimas, sólo personas obsesionadas con pisarle la cabeza al de al lado”. Es probable, pensé, ¿pero no es esa también una placentera forma de hacerse famoso con el dolor de la gente que envidiamos?///PACO