La consolidación de Dennis Villeneuve en el mundo cinematográfico es un hecho. Enemy, el nuevo film de suspenso del director canadiense (Incendies, Prisoners), cuenta la historia de Adam (Jake Gyllenhaal), un apático profesor universitario de historia. Adam, quién mantiene una distante relación con Mary (Mélanie Laurent), descubre la existencia de Anthony, un actor físicamente idéntico a él que está casado con Helen (Sarah Gadon). El deseo llevará a Adam a buscar el paradero de su doble con quién se enfrentarán hasta encontrar la respuesta al enigma.
Tras generar conmoción entre los críticos con la aparición de Prisoners, Villeneuve presenta la adaptación de El hombre duplicado, la polémica novela de José Saramago escrita en pleno debate sobre métodos de clonación. Enemy es un thriller psicológico sobre la búsqueda de identidad y el deseo a lo prohibido del hombre dentro de una sociedad masificada. El film indaga sobre el trastorno de identidad disociativa, que supone la existencia de dos o más personalidades, con patrones de conducta propios, en un sólo individuo. Al menos dos de estas personalidades suelen tomar control del comportamiento rutinario, y generalmente están asociadas con pérdida de memoria conocida como tiempo amnésico.
En el film, esos tiempos perdidos son territorios dónde la alucinación se mezcla con la realidad. Un frágil espacio de transición entre dos mundos mentales, un limbo amarillo y oscuro dónde dos personajes, ambos representados por Gyllenhaal, se enfrentan con el objetivo de desentrañar un complejo y desesperante misterio. La película posee una carga onírica confusa que no está explícita en la novela. Una forma narrativa intrincada e hipnótica, como sutil homenaje al lenguaje del universo lyncheano, hacen de Enemy una aventura visual de alucinación permanente entre orden y caos.
La primera fue tragedia, la segunda una farsa
Enemy gira alrededor de las arañas como indicios de momentos claves, un importante sello distintivo agregado por Villeneuve que diferencia a Enemy de la novela de Saramago. Esto se distingue desde el principio cuando una tarántula amenaza la desesperante quietud sobre una mesa de madera y más tarde, cuando la monstruosa araña robótica diseñada por Bourgeois deambula entre rascacielos.
En una entrevista posterior a la presentación de Enemy en el Festival de Toronto, Villeneuve declaró que la araña representa la inteligencia estratégica del inconsciente. Pero las arañas también podrían simbolizar la manipulación femenina sobre Adam y Anthony: ambos temen caer en las redes de las tres mujeres que los merodean.
Las vueltas del guión (Javier Gullón) generan confusiones permanentes que permiten formular dos posibilidades: que haya dos hombres o que sólo haya uno. Para generar este enigma irresuelto, Villeneuve repite datos claves sumiéndonos en un juego perverso que desorienta la comprensión de escenas que, con la vorágine secuencial, habíamos olvidado. Marx lo escribió hace más de cien años, Tertuliano Máximo lo vivió en El hombre duplicado y Adam y/o Anthony lo redundaron en Enemy: la historia se repite, primero como tragedia, luego como comedia.
Lenguaje simplificado
Somos espectadores acostumbrados a que los títulos de las películas sean traducidos al castellano de forma increíblemente errada. Las distribuidoras apuntan su mercadería hacia un público amorfo, fuera de contexto, que se subestima y que desconoce que más allá del espectáculo hay una intención del autor por entregar una obra de arte auténtica. Unos pocos sensatos entienden que los términos utilizados en la promoción de un estreno no están literalmente traducidos. Un eterno problema de sintaxis. Una burla a la comprensión. La obra terminada merece unidad, y en este aspecto, no importa si el film es un desastre o una pieza de culto, la calidad es una consideración que resulta indiferente: el nombre de esa obra debe ser absoluto y no puede haber más de una definición que la comprenda.
Queda claro que el único interés que valoran las distribuidoras es la venta de un film mediante la utilización de términos sugestivos que manipulen el discernimiento del espectador. Ocurre con cada título extranjero que llega a Latinoamérica. Enemy no es la excepción: fue mal traducida como El hombre duplicado. Este caso es más complejo por ser la adaptación de una obra existente previa al film, pero el nombre destroza la primera impresión que suponemos de la trama. Villeneuve, con su propio sello autoral, la llamó Enemy para diferenciarla de la novela. La palabra «Enemigo» insinúa radicalización de diferencias, antagonismo innegociable. Adam y Anthony luchan, interna o externamente, por deshacerse del lugar ocupado por su enemigo. Enemy debería llamarse Enemigo, no El hombre duplicado.
El director cambió el título para crear interrogantes abiertos de su singular adaptación. En cambio, el texto de Saramago presenta a los personajes en otra dimensión, con otro ritmo, con una forma narrativa intrincada y densa; incluso, el narrador omnisciente de El hombre duplicado intenta desviarnos del verdadero misterio con predicciones encubiertas del destino del personaje. Pero Enemy no es El hombre duplicado. Saramago tiende hilos innecesarios que complican la lectura, nos marea durante cuatrocientas páginas para decir lo que Villeneuve logró contar en una hora y media con datos escogidos con total precisión. El director canadiense declaró que le costó mucho resumir cincuenta páginas en una sola imagen. Un gran acierto de lenguaje: el entramado de redes argumentales de la novela no obstaculizó el camino para que Villeneuve lograra una sorprendente simplicidad lacónica.///PACO