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1 Estos primeros días del 2018 hay muchos argentinos que vienen a México. Algunos amigos y hasta otros que saben por Facebook que estoy acá me escriben diciendo que vienen. Les oficio de guía turístico explicándoles las diferencias con Argentina. Después de casi seis meses en el país hay algunas cosas que tengo claras. Por ejemplo, siempre hay que dejar propina donde se come. La propina es prácticamente un impuesto a la comida. Se estila dejar entre 10 y 15% de la cuenta total. Si pagás con tarjeta te preguntan si dejás “la cuenta cerrada”, lo que significa que no vas a dejar propina y ahí tenés que decir “agregale el 10” (nunca digo “agregale el 15) y te agradecen tibiamente. Los mozos cobran muy poco en México porque el trabajo no está sindicalizado, entonces cada uno negocia con el dueño. El salario mínimo es de 3000 pesos, en una taquería decente pueden cobrar hasta 6000. Sin embargo, a nadie le alcanza para vivir, por lo que la propina es algo básico para la subsistencia. Lo compensan con una excelente atención, muy dedicada, al punto que si llamás a los mozos no vienen, porque cada 8 o 10 minutos vienen a preguntar si necesitás algo más. No se les dice “mozo”, es casi un insulto. El nombre correcto para llamarlos es “joven” en el caso de que sea joven, y si es viejo se le dice “capitán”, porque el puesto es “capitán de mesero”. Casi nadie le dice “mesero”, que es el nombre oficial. En México, como ya conté alguna vez, tienen dos o tres nombres para todas las cosas, lo que puede ser desconcertante. Sin embargo, nadie se preocupa si les decís de otra manera, porque cuando te calan el acento argentino te disculpan. Miran con interés a los extranjeros, no sólo por el dinero sino también por la novedad. Y los argentinos son un tipo especial de extranjero, nos observan con una mezcla de curiosidad, admiración y simpatía. A veces, muy pocas veces, casi nunca, con desprecio. Es un mito que los mexicanos nos odian, aunque nos tildan de soberbios. Yo prefiero explicarles que somos orgullosos, y eso sí les gusta. Nos envidian el orgullo porque lo ven como algo saludable. El mexicano es un pueblo naturalmente sumiso, y a veces les gustaría ser más aguerrido, sobre todo cuando se trata de asuntos de gobierno.

2 Con Lucy estuvimos viendo casas para alquilar, ya que el departamento donde vivimos ahora es gentilmente prestado por tiempo indefinido, pero estamos pensando en que pronto será el momento de abandonarlo. Buscamos en varios sitios de alquiler de dueño directo, hasta que vimos una que parecía interesante. Quedaba muy lejos de donde vivimos ahora, prácticamente al pie de una montaña, nos tomamos dos colectivos y después caminamos como quince cuadras en subida. El dueño llegó a la cita para mostrarnos la casa por lo menos media hora tarde. De afuera parecía muy linda y era muy barata (5000 pesos) pero cuando entramos nos dimos cuenta que estaba mal terminada o directamente sin terminar. Al patio parecía que le había caído una bomba, tenía una pared y media derrumbada, con los hierros de las estructuras saliendo afuera. Hablamos muy amigablemente con el dueño -uno es amigable por las dudas, por si de pronto encuentra algo que parezca interesante- que nos contaba las bondades de la casa, cuando en realidad disimulaba sus defectos. Detectó que soy argentino y me dijo «mi mejor amigo es argentino». Sonrió recordando a su amigo, y agregó «él no se deja pasar por encima por nadie, es muy orgulloso». Yo le dije que así somos los argentinos y me siguió contando. «Trabajamos los dos para un judío». Yo dije «ah claro» con mi mejor cara de póker. «El argentino siempre se le enfrenta, es espectacular», me dijo con una sonrisa más amplia, buscando mi complicidad. «Y sí, son jodidos los judíos» dije yo por decir algo que haga que la conversación fluya, observando con atención la suciedad de una ventana que no se iba a poder sacar, arriba de una mancha de humedad vieja. «El argentino siempre dice que él no va a humillarse ante nadie, y menos un judío», me dijo. Yo sólo dije «mmm» y pensé: «debe ser un pelotudo». Y después me pregunta «¿ustedes son judíos?». Rápidamente le dije que no, que soy nieto de italianos. «Ah, bueno, qué bien» me dijo. Después nos fuimos, horrorizados por la casa y prometiéndonos que nunca más nos íbamos a alejar de ese modo de la civilización. A la hora más o menos me llamó por teléfono, casi rogándome que «lleguemos a un acuerdo». Le dije que lo íbamos a llamar y borré su número. La casa era una mierda y estaba en la loma de san choto. Y el tipo francamente me pareció un imbécil. Moraleja: tan malo como un judío que te quiere joder es un antisemita que te quiere joder. Finalmente, alquilamos una hermosa casa en Olivar de los Padres, una zona residencial que es una mezcla de Carlos Paz y San isidro. Está sobre una calle que se llama Olivarito, un brazo que se desprende de una avenida, de calle empedrada y hermosas casas con palmeras. La nuestra es una pequeña casita en una manzana privada, que por algunas exenciones impositivas de los años 60s resultó que tiene un muy buen precio para alquilar. Aunque está a hora y media de la zona que frecuentamos, la parquización de estilo selvático constantemente conservada por dos jardineros de la manzana generan un ambiente de ensueño, sumado a que Olivar es una zona que prácticamente no tiene contaminación. La Ciudad de México se encuentra en un valle, y hace varios siglos era un lago, por lo cual la contaminación de los automóviles sube al cielo pero se concentra en el centro, formando una capa entre gris y marrón que todos los días veo cuando salgo de mi casa y miro hacia abajo por la calle. Hay días que contaminación está por encima de los niveles tolerables, ye sos días es normal que duela la cabeza y uno esté más cansado de lo común. Por eso, una casa sin contaminación y a buen precio es algo que conviene cuidar, aunque uno viva muy lejos de todo.

3 Unos días antes del último sismo viví una de las fiestas patrias mexicanas. Fue el 15 de septiembre y se le llama “El grito”. Básicamente conmemora el grito de inicio de la guerra de independencia en 1810, en la que supuestamente un cura gritó en una iglesia “Viva México!” y ahí empezaron a cagarse a tiros hasta que lograron el primer gobierno criollo. Esto que cuento es de un sincretismo abrumador y probablemente inexacto, ya que si empezás a estudiar de la wiki en adelante todo lo que se sabe del Grito es dudoso o directamente falso. Sin embargo, es un gran momento en México, donde todos se juntan a comer, chupar y tirar petardos. Caminando esa noche por las calles de la Colonia Escandón sentí que era una especie de Navidad de Argentina. Mucho calor, toda la gente dando vueltas haciendo compras de último momento o comiendo en la vereda, los chicos que corrían con fuegos artificiales en bolsitas de plástico, perros que ladran felices y comen las sobras, nenas y nenes vestidos con ropa típica de la época, cintas de colores en todas las casas, ventanas, autos y árboles. Los colores, claro, de la bandera mexicana, que se parecen mucho a los de la Navidad. Fuimos a comer a los de la Flaca y Gabriel. La Flaca es amiga de Lucy desde hace muchos años y estaban contentas de verse después de que Lucy pase tantos años en Argentina sin verla. Gabriel es un respetado director de cine mexicano y resultó un compañero de cena muy amigable y atento. Conversamos sobre política en su patio de luz, donde fumamos y elucubramos teorías sobre el futuro de México y le conté un poco de Argentina. Gabriel es de la generación del ´68, la misma de Paco Ignacio Taibo II y otros reconocidos intelectuales, y por eso su visión es un poco pesimista y desencantada, auqnue sin dudas muy inteligente. Me contó que presentó un proyecto a Netflix para filmar una serie sobre los libros de Luis Spota, que cuentan como un grupo oligárquico ccrea un presidente desde cero y lo lleva al poder. “Es de una tremenda actualidad” me cuenta mientras saca carpetas con los guiones de los 13 capítulos escritos por él mismo. Al final de la noche, después de comer, charlar y reírnos, me prestó el segundo libro de seis tomos que tiene esta saga política, que según pude ver en la cantidad de ejemplares impresos en los años ´70, fue una especie de best seller masivo. También vimos los festejos de “El Grito” transmitidos por todos los canales. Gabriel tiene en su estudio una pantalla gigante con proyector conectado a la tele, así que vimos las imágenes gigantes del Zócalo repleto por millones de mexicanos, junto con tomas de todas las plazas importantes del país llenas de gente con banderitas y globos. La tradición dicta que la gente se junta en la plaza la noche anterior y el gobernador del estado -y el Presidente enla Ciudad de México- aparece en el balcón y agarrando la bandera de México con una mano y haciendo un gesto declamativo hacia el cielo con la otra grita:

¡Mexicanos!

¡Vivan los héroes que nos dieron patria!

¡Víva Hidalgo! ¡Viva Morelos!

¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez!

¡Viva Allende! ¡Vivan Aldama y Matamoros!

¡Viva la independencia nacional!

¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!

Después toca una campana y ondea la bandera. La gente le responde “¡Viva!” después de cada frase. Las cámaras de televisión mostraron al Gobernador de Guanajato, estado donde nació el grito de independencia. No se el nombre del tipo, pero parecía un animatronic. Durísimo, con su traje almidonado y una cara de culo que espantaba, parecía tomarse su trabajo demasiado en serio. No había alegría por la independencia en su cara, más bien se sentía la presión autoinflingida por temor a hacer mal alguna cosa, por quedar mal ante tanta gente. Me alegré de no haber ido al Zócalo esa noche como muchos me recomendaban, para “vivir la fiesta”, sino que lo vi sentado cómodamente en el estudio de Gabriel, que rápidamente cambió de canal y puso un programa de comedia chusca que daban en cable con culos y todo. Como en toda fiesta patria que se precie de tal, el país estaba dividido en tres partes esos días: los políticos decían “¡Vivan México!”, los intelectuales decían “pero la corrupción, pero el detrimento salarial…” y la gente comía Chiles en Nogada, tomaba Michelada y tiraba petardos. A las 11 de la noche, cuando fue el “Grito” en sí, subimos a la terraza y vimos los fuegos artificiales espectaculares cortesía del gobierno de la Comuna, mientras Gabriel tocaba una campana que había ahí. Todos gritaron “¡Viva México!” y yo grité “¡Viva Italia!”, que como les expliqué, es el grito patrio de los argentinos.  

4 “El grito” es mucho más entusiasta que, por ejemplo, la Navidad. A pesar de que el mexicano es un pueblo católico y muy creyente, la navidad se festeja con total tranquilidad. Se come mucho, como siempre, pero no tienen una larga fiesta nocturna. Muchos a las 12 de la noche ya están descansando. A los niños se les entrega los regalos a la mañana, porque “Santa” pasa a la madrugada cuando todos duermen. En principio llega en invierno, por lo cual se explica el hecho de que se vayan a dormir temprano. Todas esas comidas típicas de la Navidad tienen más sentido que en Argentina, donde tenemos que comer turrón con 40 grados a la sombra. Otro factor moligerante de los festejos del 24 es que la Navidad empieza a festejarse el 12 de diciembre, el Día de la Virgen de Guadalupe, y termina el 5 de enero, Día de Reyes, por lo cual el período se le denomina “Maratón Guadalupe-Reyes”, compuesto por una serie de “Posadas”, es decir, reuniones de amigos y familia que consisten en ponerse en pedo grupalmente. El objetivo de todo mexicano probo de bien es pasar del 12 al 5 completamente borracho. Sin embargo, el único feriado oficial es el del 25 de diciembre. Es por esto que “tolerancia” a las resacas aumenten de parte de las patronales durante esos días. La Ciudad de México cambia, eso sí, en color y aspecto. En las veredas se instalan puestos de venta de cosas de navidad, que se dividen entre regalos, adornos y comida. Los regalos pueden ser literalmente cualquier cosa, los mexicanos son muy adeptos a los regalos de Navidad y el consumo aumenta considerablemente en un país donde ya hay alto consumo. Los adornos son bastante espectaculares, sobre todo porque se estila usar árboles de Navidad reales, criados especialmente para las fiestas. Entonces, podemos ver en las calles los típicos árboles cortados con una cruz como base, ofrecidos a unos 200 pesos cada uno. También algo muy curioso: la flor nacional de la Argentina, la Flor Federal, es acá conocida como “Nochebuena” y se vende como flor de la Navidad. En cada esquina estratégica podemos ver enormes puestos de flores federales, que también se colocan en las mesas de las fondas y restaurantes, en los escritorios de los trabajos, en las ventanas de las casas. Los mexicanos aman las flores y es normal ver hombres comprando flores para tener en su casa. Es mucho más interesante el Día de Reyes, que es cuando comen un postre que se llama “rosca de reyes” y es una especie de pan dulce seco que no le encontré ningún sabor. No hay “Pan dulce” en México más que en las tiendas de Delicatessen, los importan de Italia y se piden por su nombre italiano: “Panettone”, pero son muy chicos y no valen lo que se paga.

5 Cada vez que encaro un artículo del Diario de México me siento un poco frenado. Me da la impresión que estoy naturalizando mis días en México. En cierto sentido, el modo de ser latinoamericano me invita a considerar todo como más familar. Pienso que si fuera Noruego este diario sería más interesante. Leo las noticias de Argentina todos los días, y veo que el gobierno de Macri está en guerra con los sindicatos. Pienso que en México hay muy pocos sindicatos, el más fuerte es el de los trabajadores de Pemex, la petrolera estatal. Sin embargo, el sindicalismo está muy mal visto por la gente en general, inclusive por la gente más humilde. Siento que la reivindicación que la izquierda y el peronismo hizo del sindicalismo en Argentina acá nunca pasó, y eso sí me hace snetir que estoy en una especie de realidad paralela. También cuando veo los curiosos titulares de los diarios. Por ejemplo, una costumbre curiosa de los diarios es poner una cita y luego dos puntos y mencionan al que lo dijo. Por ejemplo, no ponen “López obrador quiere eliminar los servicios secretos”, sino “Se eliminarán los servicios secretos: López Obrador”. Esto me confundió bastante al principio y todavía no me acostumbro. También me cuesta comunicarme con los servicios por teléfono, como por ejemplo el plomero, al que llamé pero como no le entendí anda tuve que cortar. Me queda mucho camino por recorrer en México, pero creo que me voy a terminar acostumbrando. Hay muchos argentinos radicados en el país, y citando a un mexicano que me crucé una vez en la calle, “todos tienen sus restaurantes, hacen sus negocios”. No voy nunca a los restaurantes argentinos. Las pizzerías argentinas son de muy mala calidad, parecen pizzas de cualquier esquina muerta de Santa Fe a precio totalmente sobrevaluado. Ni hablar de comer en una parrilla, donde los precios directamente parecen los de Recoleta. Es la única comida realmente cara del país. Así que me acostumbro a los elotes, los pambasos, las gorditas, las quesadillas de bisteck y, mis favoritos: los chamorros. Pero si tuviera que explicarles lo que es todo eso, no alcanzarían mil artículos.///PACO