Mort Künstler es un ilustrador estadounidense nacido en 1931. Su formación en arte arrancó desde niño y se fue desarrollando en su paso por el Pratt Institute,  por la Universidad de Brooklyn y la UCLA (Universidad de California en Los Ángeles). Con un pasado resplandeciente en revistas pulp y otras, de estilo similar a las pulp, exclusivas para hombres, logró llevar adelante una carrera minuciosa y fructífera. El reconocimiento ganado a través de los años surgió de esas plataformas gráficas como también por trabajos independientes. A partir de la década del ’80 comenzó a dedicarse con mayor ímpetu a pintar batallas de guerras, específicamente las civiles, ganándose el título de “Padre del arte bélico”. Respaldado por los principales decanos, prestigiosos historiadores y literatos estadounidenses, hoy sus pinturas, además de exponerse, recorren el país como complemento de estudios en escuelas, universidades y charlas abiertas. Sea cual sea el parámetro que tomemos para ver su obra notaremos a simple vista que sabe hacer la diferencia. Siempre con estilo clásico, se podría decir que en cada etapa dejó que se filtrase su romanticismo que, como en la vida de todo mortal, se ha ido aburguesando con el paso del tiempo. Sus colaboraciones pulp son un estallido de atracción. En estas piezas, que saben más a trastienda o batallas personales, el arma principal y la gran protagonista es la carnalidad. La tensión, bélica o aventurera, se regodea en un erotismo inevitable que él nos ilustra exquisitamente utilizando todos los matices que la paleta de colores pasionales otorga. Es magnético ver como las minas van a la par de los tipos. Las chicas de Künstler irrumpen en un mundo de poderío masculino para desplegar todo su empoderamiento nato. Un empoderamiento irresistible e innegable. No es lo mismo estar empoderada en el mundo aquél, a estarlo en el mundo de hoy. Mujeres bellas y fuertes construyendo su poder en un mundo de hombres bellos, fuertes y poderosos. Recordemos que las ediciones pulp tuvieron lugar en la primera mitad del siglo XX, desapareciendo del mercado post Segunda Guerra Mundial.

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Con un pasado resplandeciente en revistas pulp y otras, de estilo similar a las pulp, exclusivas para hombres, logró llevar adelante una carrera minuciosa y fructífera.

La complicidad y la ternura entre los personajes aparece con suavidad, pero la gestualidad en todos sus planos, tomando en onda expansiva los espacios de la escena, muestran deliberadamente como no necesitan más que esa demostración emocional delicada porque todo lo demás simplemente está sucediendo. Entre los personajes no hay sumisión, los une la elección primero y la decisión sobre esa elección después. Además, pareciera haber un pacto implícito en el que queda legitimado el uso de todos los atributos posibles, habilitando nuevos goces en un contexto que definitivamente está minado y al que, sugestivamente, ellos mismos podrían hacer explotar. Esos hombres y mujeres, carnosos y transpirados, encendidos de vértigo, quedan expuestos a la mirada del otro y saben hallar en esa belleza animal sus puntos sensibles, generando en sí una fuerza genuina que no da lugar a la victimización, por el contrario. De hecho, desde ahí, la cosificación queda legitimada como una previa a la concreción carnal, como la antesala natural e inevitable por la que pasamos todos antes de llegar a tener sexo con otro.

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Las chicas de Künstler irrumpen en un mundo de poderío masculino para desplegar todo su empoderamiento nato.

“Me sedujiste, Señor, pero yo me dejé seducir” recitaría Pier Paolo Pasolini y ese es el espíritu que sobrevuela sobre ambos, y que juntos lo entienden, lo alimentan y lo usan a su favor para sortear las adversidades. Otro atractivo de estas obras es que todas tienen final abierto, lo único que Künstler nos da es acción, dejándonos con el morbo a flor de piel y con el deseo insaciable de querer saber más. Así, estas obras son un perfecto tentempié porno soft. No es que me caliente una pintura, es que estas pinturas son calientes y pasan delante mío como un catálogo de fantasías. ¿Quién no fantaseó con coger en un vehículo de guerra, en escaparse con su amante y terminar en un safari, en ser bailarina de bar rutero o barman, en presenciar un bombardeo, en comandar una fuga? ¿Quién no dejó que esas fantasías se vean asaltadas por ideas fatales o extremistas, para luego ser rescatado o rescatista y terminar revolcados en un desierto cercano? Podría seguir agregándole condimentos pero básicamente es mirar las pinturas de Künstler y ver como ofrecen un espectáculo que nos es familiar, fílmica y hormonalmente hablando. Y esa es la clave, lo que hace caliente a estas obras es la súper acción a nivel película de Hollywood que nos libera de conciencia, que nos permite el impulso de sacarnos todos los mandatos, lo propios y los inculcados. Lejos de toda moral, el espíritu “espectáculo” es un bálsamo para todos esos deseos que nos dan miedo.

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“Me sedujiste, Señor, pero yo me dejé seducir” recitaría Pier Paolo Pasolini.

Lo que de antemano es un “no está bien”, por ejemplo, en Thelma & Louise, película que hace más por el feminismo que todos los “Ni una menos” juntos, es un plan perfecto. Incluso con ese final fatal, que no es más que otro reflejo que nos muestra como, en definitiva, cuando reconocemos un deseo y no lo atendemos, tarde o temprano va a tomar terreno, por decisión o por decantación, desde un proceso natural o en una seguidilla de sucesos que erosionan. Y así abro paso a pensar en varias escenas de Top gun, de Over the top, de Fight Club, de Gangs of NY o America sniper, etc, en las que reconozco estas pinturas realizadas cincuenta años antes. O podemos darlo vuelta y ver en las obras el ideario libidinoso de Ridlet Scott, Fincher, Scorsese o Clint Eastwood, entre otros tantos. Aunque Künstler no cuenta a directores de cine entre sus influencias, están ahí, en lo espectacular de sus piezas. Mort Künstler tiene varias habitaciones de su casa tomadas por sus elementos de pintura, que incluyen una gran colección de objetos bélicos. A la obsesión coleccionista, hay que sumarle la de visitar museos y bibliotecas compulsivamente. Todos estos detalles pueden explicar cómo es que logra realizar estas obras que están reconstruyendo la historia de su país pero, a su vez, están haciendo su propia historia.Hace más de tres décadas que se dedica de lleno a recrear las guerras civiles estadounidenses. El Künstler de estas pinturas nos muestra un estilo emocional sobrio, concentrándose en el detalle de la fraternidad, en la importancia del liderazgo y en los matices sentimentales que abarcan desde el entusiasmo hasta lo más dramático de una batalla.Así y todo, la gran protagonista de estas obras es la naturaleza. Presentada como la única fuerza mayor por sobre el ejército, es a partir de ella donde se encuentra el máximo valor artístico en estas piezas que no dejan detalle librado al azar.

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¿Quién no fantaseó con coger en un vehículo de guerra, en escaparse con su amante y terminar en un safari, en ser bailarina de bar rutero?

A través del viento, del sol, de la tierra revuelta, de la nieve o el fuego, a través de la atmósfera climática y ambiental, Künstler genera el vínculo entre nosotros y los soldados. La manera en la que nos acerca la situación a la que se ve expuesta un ejército, nos deja ver cómo el artista entiende que en el peso indescifrable de la naturaleza sobre los cuerpos se palpita el mayor triunfo o la derrota inevitable. Toda preparación – física, intelectual y emocional – desaparece frente al cantar de la naturaleza y esa sensación es reconocida por todos. No hay discusión frente al “todos somos iguales ante los ojos de Dios” si tomamos como parámetro nuestra piel reaccionando frente a la voracidad de la naturaleza.

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Desde la aventura más caótica al deber militar, hay una elección clara en los personajes de Mort Künstler.

El dramatismo bélico focalizado desde ahí, provoca empatía inmediata y aporta honorabilidad sin pliegues, que no deja que se filtre frente a los soldados ningún sentimiento que no sea gloria y respeto. En definitiva, ninguna persona del bien siente lástima de sí mismo cuando se baja del colectivo y camina las cuadras que lo separan de su casa bajo la lluvia y con el frío que lastima, saltando los charcos, tanteando las baldosas rotas. El objetivo es llegar y darse un buen baño de agua caliente, por eso el tramo hasta llegar a eso se convierte en una misión amazónica pero no en algo penoso. En realidad, ninguna persona de bien siente lástima de sí mismo en ningún contexto así que es imposible, y bendito, que llegue a sentirla por otro y menos si, ese otro, tiene en el cielo tormentoso la bandera de su patria flameando sobre su destino. Desde la aventura más caótica al deber militar, hay una elección clara en los personajes de Mort Künstler que los llevó a estar en esa situación o lugar que, literal o poéticamente, se vuelven campos de batalla. Pero hay algo más interesante aún que es el relato heroico que esconde la perspectiva de esta obra inmensa. Las batallas a las que estos hombres y mujeres se exponen son las únicas dos que, antes de empezar, ya se pueden dar por perdidas. Una es la batalla con los propios deseos y la otra es con la naturaleza. Y, aunque me esfuerce, no encuentro diferencias entre una y otra/////////PACO