1.
Boca es un desastre, no importa cuándo leas esto. Acaba de terminar el partido de cuartos de final por la Copa Argentina en el que Rosario Central logró vengar la famosa final de la edición 2015, aquella en la que el árbitro Ceballos deformó el espacio-tiempo para cobrar un penal a favor un metro afuera del área y no estuvo lejos de patearlo él mismo. El plantel ganador se une a su hinchada rosarina al coro de “un minuto de silencio / para Boca que está muerto”. Pasando por alto que Central es un equipo que festejó por última vez uno de sus dos (2) campeonatos hace exactamente 30 años, sí, Boca está muerto. Cogido y muerto, pero todavía no termina de convencerse, se tantea indeciso y cree que todo esto es un mal sueño.

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Pasando por alto que Central es un equipo que festejó por última vez uno de sus dos campeonatos hace 30 años, sí, Boca está muerto.

2. A menos que la Conmebol aplique uno de sus famosos deus ex machina, todo indica que en 2017 no estamos clasificados a la Copa Libertadores. La Copa, la Copa se mira y no se toca: como un twist maligno del destino, en la plataforma de campaña para las elecciones que consagraron en 2011 a Daniel Angelici como presidente de la institución se decía que los japoneses extrañaban a Boca y que había que renovar el pasaporte para empezar a viajar. El resto es historia infame y conocida: final contra Corinthians perdida en 2012; tercer ciclo de Bianchi como DT para incendiarse y caer envuelto en llamas; exilio en Argentinos y retiro de Riquelme a mediados de 2014, harto de los manejos dirigenciales; ataque con Ziklon B del Panadero al plantel de River, escritoriazo y eliminación de la Copa 2015; renuncia del intenso Vasco Arruabarrena con una fenomenal cama del Cata Díaz y compañía; reelección de Angelici en diciembre de ese año y promesas de mudar la Bombonera jugando con la ilusión de un mar de socios que pagan como adherentes, eufemismo para decirles que nunca jamás pisarán el estadio; eliminación en semis de la Copa 2016 contra el ecuatoriano (¡!) Independiente del Valle, con participación estelar del arquero, dirigente de Midland y notorio camarillero Agustín Orión, hoy por suerte muy metido en destruir el vestuario de Racing.

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Como ya casi todos deberíamos saber, Macri entró en Boca para conjurar su Edipo y veinte años después es presidente de la Nación.

3. Como ya casi todos deberíamos saber, Macri entró en Boca para conjurar su Edipo y veinte años después es presidente de la Nación. Pero en sus inicios, su gobierno en Brandsen y Del Valle Iberlucea significó un crecimiento exponencial: Boca devino marca, fue pionera en la hibridación institucional –hubo intentos de generar un Boca S. A., pero no prosperó- y por sobre todas las cosas, no le quedó título que volver a ganar, construyendo un panteón de ídolos populares inolvidables. También hay que tener en cuenta que por esos años el macrismo en Boca probó y probó infructuosamente: en una época coincidieron en el mismo plantel el Diego, Latorre, Palermo, la Tota Fabbri, el Ñol Solano, Toresani y un jovencísimo Riquelme. Visto a través del prisma eleccionario de noviembre de 2015, es doloroso entender que en el momento que el Virrey soltó la lapicera con la que firmó su contrato como DT en 1998, el destino de Mauricio daba un vuelco irreversible. Bianchi fue en su comienzo una escoba para borrar contratos altísimos de jugadores que estaban grandes; el entrenador más ganador de la historia boquense empezó como medida de ajuste y contracción empresarial. Como decía alguien en Twitter minutos después de que los Mellizos Barros Schelotto volvieran a arrugar la jeta en cámara tras el final del partido en Córdoba: todo lo que me gusta pierde. Pero para eso, primero los bosteros tuvimos que ser muy felices por muchos años.

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Angelici representa un reflejo deformado de Macri como presidente de Boca: la fórmula de discurso y de gestión que ahora estruja el corazón del hincha.

4. El angelicismo de nuestros días, por su parte, lleva cientos de millones de pesos invertidos en pases de jugadores que varían de lo intrascendente a lo inexplicable (Hernán Grana y Franco Sosa jugaron en Boca, ni olvido ni perdón). Para ilustrar, en el ciclo Angelici ya pasaron 16 marcadores centrales (do you remember Chiqui Pérez?). Una diáspora de chicos de inferiores que andan de préstamo en préstamo, sin la oportunidad de crecer en la primera del club y devolver la inversión que significaron. Todo esto sin entrar en detalles del proceso de gentrificación generalizada de la base de socios y destrucción sistemática de las actividades sociales que quedaban en pie dentro del club por fuera del fútbol y el básquet –es ejemplo el vóley masculino, vigente campeón metropolitano, desmantelado para acomodar los números del turbulento balance post vuelta de Tévez desde Juventus. Los #AngeliciFacts podrían seguir y seguir, pero hay algo que lo condensa todo en un vórtice gigantesco de fracaso y es que Angelici representa un reflejo deformado de Macri como presidente de Boca: la fórmula de discurso y de gestión que constituyó el éxito desmesurado a escala planetaria ahora estruja el corazón del hincha bostero más optimista en una infamia que parece no conocer dique ni fondo.

5. Angelici es nuestro José María Aguilar, aquel que se empeñó durante años con suaves golpes de topadora en destruir a River hasta sus cimientos, y lo logró. Ningún hincha, por fuera de la rosca partidaria del club, puede dar un solo argumento a favor de la gestión del operador judicial en jefe del macrismo. Boca no tiene un solo ídolo, si no contamos al conflictuado Carlos Tévez, quizás deprimido tras perder al ahora músico Daniel Osvaldo, su compañero de aventuras en la trasnoche del hotel Faena donde vivían hasta hace algunos meses. ¿Por qué juega el Pérez adicto a la amarilla y no el Pérez colombiano, organizador, más prolijo? ¿Quién carajo es Zuqui? ¿Qué negociado fabuloso impulsó al club a tener a seis jugadores –repaso: Cubas, Bentancur, Gago, Pérez boludo, Pérez colombiano, Palacios- para dos puestos? ¿Benedetto tiene algún otro superpoder por fuera de ser hincha y tener tatuado el escudo? ¿Bentancur dejará de invisibilizarse ante el miedo de que una patada le frustre su futuro millonario en Europa? ¿De qué estaba escapando Ricardo Rocho Centurión para venir ahora a robar a Boca a cambio de 30 palos cash? Hoy, en un momento de alta intensidad del partido, con Central aplastado contra su propio arco por la necesaria reacción de Boca en 0-2 abajo, Ricky encaró, gambeteó y cuando LA REALIDAD TODA le indicaba que saliera para su inhábil pero aún millonaria pierna izquierda y la empujara a la red, su psique alterada por la joda decidió salir hacia la media luna del área, a su derecha, donde lo esperaba la mitad de la población rosarina para cortarlo. ¿Cómo se puede ser fanático de un tipo que tiene la capacidad decisoria de Derek Zoolander?

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Boca no tiene identidad, no representa a nadie, no gana de visitante dos partidos seguidos hace un milenio.

6. Boca no tiene identidad, no representa a nadie, no gana de visitante dos partidos seguidos hace un milenio y la sensación ante cada fecha importante es de abierta incertidumbre. Los jugadores juegan neurotizados, tapándose la boca para que no les lean la desesperación en los labios. Los Mellizos eran el futuro del club, pero el Mundo Boca, devenido bestia indefinible bajo el mandato del Tano, ya anda con ganas de escupirlos a medio digerir. Si se van, vendrá otro a intentar emparches, motivaciones y dibujos tácticos renovadores que probablemente choquen con sucesivas fojas ceros del plantel en cada apertura del mercado de pases. Encima, esto es ya ineludible, desde su regreso desde la B River no paró de construirse una microhistoria épica del aguante y el fenixeo, algo inédito para el club de Núñez que tenía acostumbrados a sus hinchas a escandalosos gallineos. Desde aquel todavía misterioso 14 de mayo en la Bombonera, River sobreactúa una ¡mística copera! que nosotros le dimos. Imperdonable, porque si algo identificaba al macrismo en Boca era tener de bisnieto abusado al eterno rival.

7. ¿Qué hacer? Salvo episodios trágicos y explosivos, el macrismo controlará Nación, Provincia, Ciudad y Boca hasta 2019, y no hay nada claro en el horizonte que se le oponga. Ser felices, cogernos de parado a River –aportar a la transformación de River en Riber-, ir a Japón cuatro veces en siete años, todo eso tuvo un costo altísimo y hoy lo estamos pagando. Pero entre la humareda de la aniquilación, alguien genera el lugar común más hermoso del fútbol, una tímida esperanza: Román quiere competir en las elecciones para presidente de Boca. Hay que esperar y creer en los héroes/////PACO