1. Berlín Occidental

Buscando información sobre el emblemático movimiento okupa que surgió a finales de los 70 en Berlín occidental di con este sitio que recopila la historia de la Hausbesetzung (la toma de casas) y muestra cómo fue evolucionando el fenómeno año a año, hasta su desaparición. De paso permite visualizar, si se navega desde el año 70 al 89, cómo el Muro surcaba toda la parte occidental de Berlín y dividía la ciudad en dos.

La Hausbesetzung era un gesto político moldeado por la Alemania dividida: si bien los ocupantes eran de izquierda, estaban convencidos de que la utopía socialista no tenía nada que ver con la represión al otro lado del muro.

A mediados de los 80, Berlín llegó a tener cientos de casas tomadas, generalmente por jóvenes  menos indomables y más sensatos de lo que suele perfilar el imaginario colectivo, que denunciaban las dificultades que impone el sistema capitalista para acceder a la casa propia y a la vez le buscaban una solución concreta al problema. La Hausbesetzung era, además, un gesto político moldeado por las circunstancias particulares de la Alemania dividida: si bien todos los ocupantes eran de izquierda, estaban convencidos de que la utopía socialista no tenía nada que ver con la represión que se estaba viviendo del otro lado del muro.

Aunque hoy ya casi no existen casas ocupadas de manera ilegal (porque fueron desalojadas o porque sus Besetzer, ocupantes, acordaron con los Besitzer, dueños, una suerte de “legalización”, lo que en general significa que se les permite seguir viviendo ahí gracias al pago de alquileres muy bajos y, en muchos casos, incluso recibiendo subvenciones del Estado de Berlín en caso de que organicen y promuevan actividades culturales) el movimiento okupa berlinés moldeó la identidad de la ciudad: lejos de haber sido una práctica de *un par de punks*, fue una de las corrientes que forjaron el aire alternativo que hoy se sigue respirando en la ciudad.

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2. Berlín Oriental

El Ampelmännchen (hombrecito del semáforo) es uno de los pocos símbolos de la Berlín oriental que sobrevivieron al paso del tiempo y a la disolución de la República Democrática Alemana. En 1990 comenzó el proceso paulatino de reunificación y la homologación de la organización gubernamental, de las escuelas, del sistema de jubilación, de los carteles de la vía pública, los signos de transporte, la numeración de las calles, de todo lo visible y lo invisible que hace a una ciudad. El Oeste tenía la plata y la legitimación para imponer sus maneras en todos los rubros, pero el hombrecito del semáforo tenía más carisma que los clásicos símbolos de pare y camine de la Alemania Federal. Así es que Berlín decidió adoptarlo para siempre.

Hasta hace unos 5-10 años, todavía era posible identificar si uno estaba caminando por un barrio de Berlín oriental u occidental chequeando los semáforos para peatones: ¿federales o Ampelmännchen? Pero, en cuanto hubo que ir reemplazando semáforos rotos, el hombrecito socialista fue copando también el Oeste, como un revolucionario solitario que quiere vengar a sus creadores pero cuyo previsible destino es terminar convertido en souvenir para turistas

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3. Afuera

Fue el aeropuerto más céntrico de Berlín hasta 2008 y después de su cierre se convirtió, gracias a la movilización de los berlineses en contra de la privatización del terreno, en un parque público enorme, más grande que el Central Park de Nueva York. Desde entonces se llama Tempelhofer Freiheit (Libertad de Tempelhof), y el nombre acompaña de manera perfecta la sensación que se tiene al caminar, correr, andar en bicicleta o remontar un barrilete sobre las que fueron, hasta hace no mucho tiempo, pistas de aterrizaje y despegue. Tempelhofer Freiheit es todavía un lugar raro, bastante único, con cierta pinta de abandonado pero igual apropiado y querido por los vecinos, que probablemente irá cambiando su fisonomía en los próximos años para convertirse en un parque más tradicional. Si el día está lindo, ir con la lonita a tomar una cerveza es un gol. Este no es el espacio verde más lindo que tiene Berlín, pero es sin dudas el más especial.

Más info y más historia hay acá y acá.

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4. Adentro

A excepción de los fanáticos de la historia, son pocos los turistas que visitan -e incluso descubren- el Memorial de la resistencia alemana en una primera visita a Berlín.

Yo lo conocí recién en esta última, mi tercera vez en la ciudad, y me gusta que haya sido así porque ahora sé un poco más que antes sobre el tema (y con más información sobre el tema esta clase de museos se disfrutan mucho más y mejor). El objetivo del Memorial y la exposición que lo acompaña es dar a conocer las historias de los hombres y mujeres que resistieron el régimen nazi de manera activa, motivados por distintas razones (políticas, religiosas, humanitarias) y a partir de acciones muy distintas (desde ofrecer refugio a personas perseguidas hasta organizar atentados contra Hitler, pasando por actos tan inocentes pero igual de peligrosos como vestirse según los parámetros de la moda Swing de Estados Unidos o burlarse del ideal de belleza nazi en una pelea de box).

El Memorial y la exposición están en el Bendlerblock, el edificio donde el 20 de julio de 1944 se llevó a cabo el fallido intento de matar a Hitler. Además de ser interesante y conmovedora por las historias que cuentan, la exposición es una llave de entrada a las contradicciones y los pliegues de la Erinnerungspolitik (política de la memoria) en Alemania. Muchos jóvenes comunistas que a mediados de los 30 lucharon contra el régimen nazi y enviaron información a la Unión Soviética fueron reivindicados como héroes antifascistas en la RDA pero tratados como traidores en la Alemania federal hasta los años 60; recién entonces empezaron a formar parte del discurso oficial. Y como esa hay varias historias.

En palabras de la guía de la exposición: “No todas las personas que hoy son consideradas como parte de la resistencia alemana fueron siempre tratadas como héroes. Hasta hace no mucho, nadie hubiera considerado opositores activos del régimen a los Jóvenes del Swing, pero hoy se entiende que vestir de una manera que llame la atención, demostrando así que es posible pensar y actuar distinto, y escuchar ‘música negra’ en el contexto de una dictadura que lo prohibía también fue un gesto político”.

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5. Comer

Los alemanes se toman muy en serio todo lo que sea currywurst. En Berlín, la famosa salchicha asada con ketchup y curry tiene su propio museo, una placa conmemorativa a la autora intelectual y material de la salsa y, por supuesto, cientos de Imbiss (puestitos de comida al paso) donde se la puede probar.

Los mejores, según los alemanes consultados: Konnopke (justo abajo de la estación Eberswalderstrasse, U2), Curry 36 (estación Mehringdamm U6 y U7, excelente plan B en caso de que Mustafa estalle de gente) y Kudamm 195 (estación Uhlandstrasse U1).

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6. Tomar

Club mate, la solución definitiva para los que somos adictos al mate pero evitamos andar con el termo y la bombilla a cuestas en Alemania porque no queremos dar sudamericanos exóticos/////PACO

Textos publicados originalmente en La Guía B, http://laguiab.tumblr.com