Cuarenta y ocho intercambios epistolares hacen de No Me Olvidé De Vos el reflejo perfecto de cómo sedimentan hoy las distintas capas geológicas de la vida amorosa de una persona adulta. Y sedimentan, en gran parte, en su casilla de email. Amparadas en la consigna “Cartas para personas que todavía creen en las cartas”, Belén Marchese (@belefante y actriz) y Julieta Habif (@julietahbf, se mueve en el mundo de la prensa y la edición)  alimentan desde hace un año un blog de escritura colaborativa que crece a partir de distintas historias con un denominador común: el amor. Como indica el código de la época, NMODV nació porque Julieta y Belén se seguían en Twitter y tras compartir un Podcast, se entusiasmaron con escribir juntas. “A los territorios conquistados se llegó por necesidad más que por estrategia –acepta Belén-.Teníamos el blog, abrimos la cuenta de Twitter, a partir de eso saltamos a Facebook y nuestra última perlita es un perfil en Instagram que todavía está en construcción. Pero no lo concebimos como apuestas, surgieron del devenir propio de un proyecto que sumaba lectores y queríamos darles un poquito más”. De Twitter sale el grueso de los lectores, mientras que Facebook les permitió acceder a un público más adulto. Las que más comentan son las mujeres, pero eso más que decir algo de la web, del blog o del amor es un dato de la vida misma.

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No Me Olvidé De Vos es el reflejo perfecto de cómo sedimentan hoy las distintas capas geológicas de la vida amorosa de una persona adulta.

“Voy a pecar de necia o analfabeta pero no entiendo. ¿Qué persona da por concluido un vínculo con la frase: ´me da paja la situación´?”, le pregunta Sofía a Alejandro. Benicio evita Facebook: “No te mando una solicitud de amistad porque estoy cumpliendo con esto de `no jugar arquería con nuestros sentimientos´, sé que verte y leerte en lo cotidiano sería peor”. Luciano no cree en los finales por mail: “Estoy yendo para tu casa. Si me vas a dejar definitivamente, decímelo en la cara”. La idea de NMODV, si bien recuerda a los ejercicios literarios que se multiplicaron hace una década con el surgimiento eufórico de las bitácoras personales en la red, logra interpelar al lector. Y no con la modorra de la identificación o con las vueltas de la trama epistolar. Lo que sostiene en el blog –aun cuando se trate de un recorte arbitrario de la experiencia- son las aristas de lo que hoy aparece como lo reprimido, el amor. ¿Qué lleva al sujeto a escribir cartas de amor si dejan tan expuesta la banalidad de la palabra y la ilusión de la “expresividad” del lenguaje?

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¿Qué lleva a escribir cartas de amor si dejan tan expuesta la banalidad de la palabra y la ilusión de la “expresividad” del lenguaje?

“Llegue en el formato que llegue, es más lo que no nos animamos a decir que lo que decimos en una carta de amor. A eso apuntamos con el proyecto, a destapar lo que no se vuelve palabra dicha o escrita hasta que parece no quedar otra. Siempre buscamos que los personajes sean honestos, refugiados en el amparo o el techito que da un mail”, propone Julieta. Es acá donde resuena Fragmentos de un discurso amoroso, auténtica Biblia sobre el tema que Siglo Veintiuno reedita desde 1977, siempre con tapas rosas. Barthes retoma las cartas que el joven Freud le escribía a Martha Bernays (todas leakeadas en Correspondance). ¿Qué quiere decir pensar en alguien?, se pregunta cuando analiza el por qué de una carta de amor. Quiere decir, propone Freud, olvidarlo y despertar a menudo de ese olvido. “Pensar en ti no quiere decir otra cosa que esa metonimia. En sí, ese pensamiento está vacío: no te pienso, simplemente te hago aparecer”.
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La asociación entre el amor y la guerra ha sido bastante transitada, llevada a lo más abyecto del habla cotidiana: los que se pelean se aman.

La asociación entre el amor y la guerra ha sido bastante transitada, bastardeada e incluso, llevada a lo más abyecto del habla cotidiana: los que se pelean se aman. Lo que parece no agotarse es el espíritu de raptar, conquistar y capturar a otro. En esa lógica, la carta es una empresa táctica para defender posiciones, asegurarse lugares, tocar al otro. Y es por eso, por el movimiento de espada, que la carta espera una respuesta: no hay discurso amoroso posible en el monólogo. Ante el silencio del otro, se edifica el fantasma de un reclamo que ya es un lugar común: “Te escribí un mail hermoso y no me lo respondiste”. Es claro cómo NMODV también apela a otra idea que sobrevuela cualquier texto de más de dos párrafos que se publique en la web. ¿Es real? ¿Es ficción? La respuesta es siempre la misma: qué importa. Lo interesante, en todo caso, es abordar los mecanismos que pueden aportar a un verosímil. En una época donde -al menos- cierto registro de lo amoroso suele orbitar alrededor del chateo, las creadoras de NMODV todavía eligen el mail porque el formato les permite ensayar argumentos y construir personajes que se definen a lo largo del intercambio. “Es mucho más difícil y desgastante renegar del tiempo que nos atraviesa que aceptarlo e intentar, en la medida que podamos, fluir. Hay como un supuesto que dice que los mails bastardean la intención de una carta de amor, y no creo que sea así”, sostiene Julieta para defender al mail ante la vieja carta ensobrada.

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Aun cuando la escritura amorosa surja de la conciencia de la pérdida, cada intercambio aporta una perspectiva de qué entiende cada uno por amor.

Aun cuando la escritura amorosa surja de la conciencia de la pérdida, cada intercambio aporta una perspectiva de qué entiende cada uno por amor. “No creo que el amor sea una fórmula cerrada e inequívoca. Me parece importante hacer hincapié en la individualidad porque concebirlo desde una visión global es abordarlo desde un lugar simplista. El problema no son las historias de princesas sino creer que eso es lo único que existe”, apunta Belén. Detrás de la co-autoría de NMODV hay un método. “Una inicia el intercambio y la otra responde a partir del planteo que hizo la primera. Así, con los dos personajes sobre la mesa, se sucede el vaivén. Se puede elegir no responder, pero por lo general mantenemos un mínimo de cuatro cartas, dos de cada personaje, para que la historia tenga algo en juego”, explica Julieta. Pero, ¿Cuándo hay realmente “algo” en juego? La pregunta es difícil. El año pasado, el Centro Cultural Kirchner se inauguró con la muestra de Sophie Calle. A la performer francesa la dejaron por mail con un texto que carga en su línea final con una de esas frases malditas: “Me hubiese gustado que las cosas fuesen de otro modo. Cuídese mucho”. Dos días después, tal vez para entender ese “algo” en juego en el mail, Calle les pidió a más de cien mujeres –entre las que hay actrices, cantantes, una criminóloga, su madre y una psiquiatra- que comentaran la carta. Sólo después de la lectura colectiva del escuadrón de mujeres, el autor del mail pasa de auténtico ignoto a auténtico Pelotudo.

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Hay intercambios más gaseosos, que nunca terminan, donde se escurre la misma idea de amor. El caso paradigmático es Juan Carlos Onetti.

Pero hay intercambios más gaseosos, que nunca terminan, donde se escurre la misma idea de amor. El caso paradigmático es el del escritor Juan Carlos Onetti, aquel que supo hacer de la angustia una ética, y la poeta Idea Vilariño. Su mítica relación epistolar va de las cartas de la seducción a las de la rememoración en la vejez y alimenta la obra de cada uno de ellos. Se conocieron en una noche de verano de fines de 1950 en un bar cerca de la playa, en Montevideo, y se escribieron durante cuarenta años. Podría decirse, claro, nomeolvidédevos. Es Idea la que percibe que las cartas son un ejercicio que ahogan lo real del amor:  “Tú y yo intercambiando jirones de un amor que fue, que no fue, que quedó ahí como un animalito muerto vivo tibio, alentando, calentando un poquito el corazón. ¿Cursi, no? Salió así”. Onetti, en cambio, acepta el juego epistolar como si fuera otro de los laberintos de la literatura: “Nunca miré de frente tu cara, nunca te mostré la mía”. En 1993, apenas unos días después de que el escritor falleciera, Idea recibe una carta de Onetti y lee una despedida, la última: «Te pago sueño con sueño»//////PACO

Ilustraciones de Lais Macaria, Helga Zambrana y Lucía Franzé.