Arte


Apuntes sobre la inspiración

1

I

Me siento frente a mi notebook. Estoy listo y dispuesto, al fin, a dar batalla. Ya abandoné (eso espero) los hilos de Twitter, las vidas perfectas vía Instagram, el videíto de YouTube. Cumplo con todos los clichés que definen el momento cero de crear: respiro hondo, hago sonar los dedos, entrecierro los ojos unos segundos. Reviso qué fue lo último que escribí. Lo releo. Necesita correcciones, pero las haré más adelante. Creo tener algún tipo de experiencia cercana a una epifanía y me lanzo. Después de un rato de haber empezado me doy cuenta de que lo escrito me resulta aburrido, poco singular y carente de valor. Quiero evitarlo, pero las comparaciones con los que admiro afloran con morboso ímpetu. En la soledad, y apenas iluminado por la luz del monitor, me veo caminando patético en el medio de un desierto blanco, añorando aquellos tiempos en los que la inspiración no era más que un concepto vago del que no había que preocuparse.

II

Los griegos se refirieron a la inspiración como al estado de éxtasis al que arriba una persona después de entregarse a cierta ensoñación de carácter divino y azaroso. También la explicaron en el contexto de la teoría humoral, es decir, como parte del balance ideal de los cuatro humores (colérico, melancólico, sanguíneo y flemático) de los que se compone el cuerpo humano. Platón explicó ese furor poeticus como una especie de lugar casi utópico en el que la certeza y la comprensión sagrada llevan a visiones que conducen, a su vez, a la creación.

Siguiendo esta línea, otro significado clásico se refería a la inspiración como a la situación ideal para el desarrollo de acciones elevadas. Muchos han hablado acerca del ansia de creación, ese estado que se da a partir de la confluencia y posterior concentración de las fuerzas espirituales.

III

Anhedonia. Hace varios días que las ideas desaparecieron y su ausencia agiganta todo. Vuelvo a sentir que todo lo que escribí es un refrito, y para colmo de males, ese colega al que no soporto (en verdad no se trata de algo tan elemental y básico como la simpatía, sino de un sentimiento mucho peor y vergonzoso; debo decirlo, es la envidia) lleva escritas muchas novelas, es reconocido y publica todo el tiempo. Me cuesta reconocerlo, pero dejé de escribir por miedo al fracaso y de leer por temor a la desolación que me revelará alguna genialidad. Se muy bien que ésta, la genialidad, siempre le pertenece a los otros.

Me acuerdo de una frase de David Lynch: “Nunca se sabe cuándo se te ocurrirán las ideas. Pueden aparecer al estar sentado en una habitación soñando despierto mientras solo sientes el aire. Creo que las personas somos como la radio, captando señales todo el tiempo”. Empujado por vaya uno a saber qué, salgo a caminar. Aguardo algo, sintiéndome a mitad de camino entre la resignación y las esperanzas.

IV

La idea heredada de los griegos de que la inspiración era más bien un regalo de los dioses cedido a los mortales de acuerdo con sus caprichos y elecciones, y que sumía a quien gozara de ella en un éxtasis de extrema sensibilidad y locura poética, comenzó a ser socavada abiertamente a partir del Empirismo. Francis Bacon, acaso el padre de esa corriente filosófica, consideró que únicamente la experiencia y la evidencia eran los pilares fundamentales de cualquier proceso que llevara al conocimiento y a la ejecución, siempre y cuando se liberara al hombre y a su conciencia de cualquier clase de prejuicios. Otras de las figuras centrales del Empirismo, John Locke y David Hume, también intentaron eliminar de raíz el aspecto divino construido alrededor de la inspiración. Ambos, aunque por separado, sugirieron que en la mente las ideas (que son a su vez, producto de la percepción sensorial) se asocian entre sí en un proceso natural y, muchas veces, repentino. De esta forma, fueron pavimentando el camino para lo que prefigurarían los materialistas cien años más tarde.

V

Fijo la vista en la pantalla blanca y me pregunto: ¿cualquiera de las definiciones que voy encontrando, sin importar el momento histórico al que pertenecen, encierran en su significado final la motivación por actuar?

VI

Salteándose lo referido por Bacon y Locke, algunos años después los pensadores del Romanticismo afirmaron, como un axioma, que en todo artista moraba un dios proveedor de altas dosis de inspiración, retomando las viejas ideas tejidas referentes al significado del arte de crear. Siempre dentro de un marco de locura, exaltación e irracionalidad, el artista debía ser el encargado de abrirse camino a través de su niebla mental para así absorber ciertas brisas provenientes de esferas tan divinas como místicas para poder dar curso a su necesidad de expresión. Como los Graveyard Poets, o Poetas del Cementerio, un grupo de poetas románticos que dedicaban parte de su tiempo a hacer excursiones nocturnas a cementerios para alimentar pensamientos y reflexiones lúgubres que luego volcaban en sus poesías.

Esta concepción idealista del frenesí divino como motor puro y absoluto de la inspiración chocó con la propuesta de los materialistas, que afirmaban que todo en el mundo podía explicarse en relación con la acción de la materia y no del espíritu y la metafísica. Los estímulos externos e individuales producto de la vida moderna, sumados a la experiencia, fueron elementos sustanciales para que los materialistas dieran por tierra todo lo anterior. Y en este punto es que aparece la idea del proceso de trabajo como artífice fundamental de la creación.

Gorki, seudónimo del escritor ruso Alexei Maximovich Peshkov, señaló que la inspiración aparece cuando es consecuencia del trabajo y de un cultivo previo, de una construcción.

VII

Una vez, en una clase teórica de Historia del Arte 2, en la FADU, mencionaron al pasar que para Andy Warhol, la televisión era una de las mayores fuentes de inspiración. Algo parecido dijeron de Jean-Michel Basquiat, cuya obra resultaba muchas veces del cruzamiento desprejuiciado de diferentes tipos de disciplinas artísticas. Ambos contaron con un panteón cultural inmenso que se nutría de las artes visuales, del cómic, la literatura, la música y el arte de otras culturas.

No es mi caso, claro está. Son tantos los obstáculos que me voy encontrando a medida que escribo (algunos propios del lenguaje y la escritura; otros internos, de los peores), que tengo ganas de abandonarlo todo nuevamente. El camino hacia la creación se me hace casi imposible. Definir el proceso y dedicar tiempo al intento de ser original termina por diluir lo poco que me queda de inspiración, si es que existe.

Pero de algo me voy haciendo una idea concreta: de la rutina y el trabajo viene la creatividad.

VIII

En El Mundo de ayer. Memorias de un europeo, Stephan Zweig, desde la perspectiva de un creador literario (aunque se puede y debe aplicar a quienes se dediquen a otras ramas del arte), se pregunta sobre el proceso y sus orígenes, sus motivaciones, el método elegido y el valor moral de la creación. Para él, esto es una incógnita que lo lleva a preguntarse por ese acto de sublimación que hace que una idea se convierta en una obra de arte. Elevar ese objeto a la dignidad de un algo, de una cosa, no puede hacerse sin tener en cuenta que se trata de una exteriorización íntima y misteriosa. Y para que se lo valide como lo que es, deberá haber consenso en torno al ideal que la obra representa.

La inspiración, entonces, como tal, no existe, sino solo como catalizador de todo ese trabajo previo.

IX

Solo los que le dan un aspecto mágico y divino a la inspiración están equivocados. Lo pienso mientras observo el monitor tratando de evitar la dulce procrastinación a la que me inducen las constantes notificaciones del celular. Me sincero conmigo mismo: no sé cuándo podré retomar mi escritura.

Al estar en una cultura en la que se privilegia lo lógico, lo inmediato, lo analítico, ¿hay lugar y paciencia para construir una idea? ¿Para su previo cultivo y formación? Y yendo mucho más allá, ¿se puede crear algo nuevo?

¿Podré terminar mi novela?////PACO

Si llegaste hasta acá esperamos que te haya gustado lo que leíste. A diferencia de los grandes medios, en #PACO apostamos por mantenernos independientes. No recibimos dinero ni publicidad de ninguna organización pública o privada. Nuestra única fuente de ingresos son ustedes, los lectores. Este es nuestro modelo. Si querés apoyarnos, te invitamos a suscribirte con la opción que más te convenga. Poco para vos, mucho para nosotros.