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Terra: Bien. Voy a hacer una lista de escritores que creo están influenciados por Dick. Desde luego, va a ser incompleta. Empiezo. El primero es William Gibson que publicó en 1984 la novela Neuromancer, que se tradujo al español con mucho criterio y bastante elegancia, Neuromante. La influencia de Dick en Gibson es determinante. Si Dick es Balzac, Gibson vendría a ser una especie de Flaubert de la ciencia ficción. Escribe muy bien, con una capacidad lírica que ya está cifrada en la primera línea de esa novela: “The sky above the port was the color of television, tuned to a dead channel.” Es una línea muy potente para empezar a contar la historia de un perdedor talentoso, muy en la línea de los perdedores talentosos de Dick. Vonnegut, Ballard, Thomas Disch, Bruce Sterling, Palahniuk, prácticamente casi todos los narradores de ciencia ficción posteriores sienten la influencia de Dick. Dentro del ciberpunk, todos. Y agregaría incluso a Thomas Pynchon en la lista. De hecho, tiene un cuento que se llama Entropy. Después, ya con Internet funcionando en el mundo, es muy difícil que la obra de Dick no te toque de alguna manera. Incluso si te vas al medio del campo a escribir a mano estás trabajando contra Dick. (Por otra parte, es el final de Minority Report con los precogs leyendo libros en papel frente a una chimenea en una cabaña.) Y encima después están las adaptaciones al cine y las películas inspiradas en su obra que van desde Blade runner y Matrix hasta Inception, y la saga de las X men y las Terminator, y llegan a cosas más raras como El eterno resplandor de una mente sin recuerdos, Inteligencia artificial, Futurama y Her. Y de las series, por nombrar algunas, Twin Peaks, Lost, Flash foward y Blackmirror. Dick aparece como referencia directa en todas estas películas y series. O quizás hablando y leyendo a Dick me condiciono. Es obvio que estas películas pueden remitir y pueden partir de otros narradores. Sin embargo el diálogo con Dick es genuino y productivo y en muchos aspectos inevitable. Total Recall, El vengador del Futuro, se hace a partir de una historia breve de Dick. Y eso me hace pensar si el cine de acción de los ochentas con Stallone y Schwarzenegger a la cabeza se puede percibir como una rama, la de la acción y el futuro distópico, que Dick trabajo. No todas las películas, desde luego, pero sí las más sofisticadas en sus tramas. Incluso en los nombres de los personajes aparece la influencia. El John Spartan de Stallone en Demolition man y el John Matrix de Comando son algunos de todos los nombres dickianos que usan Stallone y Schwarzenegger en sus películas. (Encima Comando es de un realismo a la vez abusivo y pobre pero con unas escenas magnéticas que cifran en el ritmo toda su apuesta. Supongo que Dick eso le hubiera interesado.) Pero no quiero seguir porque hay un momento, si te empezás a dar manija, en que parece que todo el cine que vino después de Dick está influenciado por Dick, quizás porque el cine plantea y siempre es metáfora de una realidad alternativa, de una modificación de la percepción, de una falsificación. El tren de los hermanos Lumiere que asusta a los espectadores es, de hecho, una escena dickiana.

Philip K. Dick_1962_The Man In The High Castle

Robles: Hay algo de Dick en todas esas películas, libros y escritores, efectivamente. Y la lista sigue y es abrumadora. Así como antes hablamos de los precursores de Dick, podemos hablar también de Dick como el gran Precursor. No sé si todos los guionistas de Hollywood leyeron a Dick (aunque es evidente que muchos lo hicieron), pero Dick se proyecta desde el pasado como precursor de todos ellos. Me gusta esa idea de que la naturaleza misma del cine es dickiana. Acá me viene a la mente -otra vez- una escena del libro de Capanna: Dick, en su infancia, escuchando discos de vinilo y preguntándose si lo que se escuchaba era la música original o una copia de esa música. Me pasa algo parecido cuando veo Truman Show o Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, por nombrar sólo dos películas eminentemente dickianas (aunque Truman tiene también un sesgo ballardiano) que me gustan mucho. Y acá no puedo dejar pasar una ironía, tal vez la ironía máxima de Dick como escritor de ciencia ficción. Existe toda una corriente del género, la que desciende de Verne -la más cientificista- que establece el “valor predictivo” de algunas de sus hipótesis como medida de calidad. Es la corriente que a mí me resulta más antipática. Arthur C. Clarke con los satélites artificiales, por ejemplo, Asimov con alguna otra cosa… son los que destacan a Verne como el gran predictor de la literatura, desde el submarino nuclear en adelante. De la misma manera suelen ocultar los pifies que estos mismos autores tuvieron, como si eso tuviera alguna importancia. Para pensar que la literatura puede llegar a predecir algún hecho hay que concebirla como una especie de apéndice de la ciencia, algo ilustrativo y banal. Estudiamos la ciencia de una época, sacamos conclusiones y con un poco de imaginación podemos pensar en el mundo del futuro. Pero esta idea es muy conservadora, casi positivista, y supone que la ciencia avanza por acumulación. Por eso Asimov se permite imaginar un futuro con una megacomputadora gigante llamada Multivac, cuando hoy sabemos que la tendencia fue exactamente inversa.  La corriente Verne, entonces, es la que dio lugar a la ciencia ficción clásica de sesgo cientificista, que más tarde se transformó en lo que se llama “ciencia ficción dura”. La otra línea es la de H.G. Wells, donde la ciencia ocupa un lugar mucho menos destacado. Es una jerga, un balbuceo que está puesto ahí para darle alguna verosimilitud a la trama, pero nada más. “Yo uso la ciencia, él inventa”, decía Verne de Wells. A Wells, un socialista utópico, le interesaba advertir sobre el destino de la especie humana. Cuando escribe La máquina del tiempo le importaba más el futuro que el dispositivo en sí mismo, que funciona en analogía con el automóvil: en lugar de desplazarse por el espacio, se desplaza por el tiempo. Una idea que para Verne, cuyos personajes se mueven en un universo newtoniano, es totalmente descabellada. Pocos años después llega Einstein y la idea de los viajes en el tiempo de repente tiene sentido. Algo así pasa también con Dick, a quien jamás le interesaron la física, la matemática, la astronomía, es decir, las ciencias duras que cautivaban a los grandes escritores de ciencia ficción en su momento. Lo veo más bien leyendo a Marx o a Freud, en todo caso, pero de manera caótica, como todo en la vida y en el pensamiento de Dick. A diferencia de los clásicos del género como Heinlein, Asimov, Clarke, tipos que Dick había leído desde chico, él no tenía ninguna formación científica ni le interesaba tenerla. Cuando Dick habla de”ciencia” en realidad está hablando en una jerga, es una parodia, una fachada que él inventa para que sus cuentos pasen los filtros de los editores de revistas. Esto no quiere decir que sea riguroso con sus especulaciones. Es como si Dick tocara las mismas melodías que todos los otros: uno las escucha con la misma credulidad, hasta que en un momento se da cuenta de que lo que está sonando no es un piano sino algún otro instrumento mucho más monstruoso e inexplicable. Dick usa la lógica científica y la sabotea en secreto: cuando el lector se aviva ya es demasiado tarde. Esto explica quizás el desdén con que lo recibe el gremio, excepto Heinlein que al parecer era un tipo muy amigable. Acá está la ironía de la que hablaba antes: casi de rebote, sin buscarlo, sin haberle dedicado jamás una línea al asunto, a la vuelta de los años Dick se transforma en el más predictivo de todos los escritores de ciencia ficción, al punto de que la lista de libros y películas influenciadas por su obra se vuelve directamente imposible, porque no hay manera de saber si esa influencia sucedió realmente o es solo una coincidencia, porque el mundo en que vivimos hoy es, en sí mismo, dickiano. Con su obsesión por la naturaleza de la realidad, las apariencias y la manipulación de las percepciones, la memoria y la identidad, la paranoia llevada al extremo, Dick nos habla de nuestra vida cotidiana más que ningún otro escritor, y no solo de ciencia ficción. Y por otra parte, ¿cómo saber si los desarrolladores de, no sé, Twitter, Second Life o Pokemon Go no eran, a su vez, lectores de Dick?

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Terra: La idea de Dick, lector de Marx y Dick, lector de Freud me parecen muy acertadas. Y desde ya todo lo que pasa en la web tiene su vista desde antes. Cuando nos podamos conectar con un plug in en la nuca a la compu como en Matrix, la idea de sujeto moderno va a cambiar. Ahí sí se termina la edad moderna. Y posiblemente Dick cobre todavía más valor como precognitor literario. Algo aparte, cuando te ponés a hablar de máquinas del tiempo me da un poco de miedo porque es un tema que te dispara especulaciones arborescentes. Discutimos mucho el tema y sé que lo seguiste discutiendo con Gogui Marzioni y también sé a ciencia cierta que no te lleva a nada. Perdón, pero es sí. La máquina del tiempo te pierde en la entropía. De paso, Gogui piensa que te cuesta mucho concentrarte. Es un caradura.

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Robles: Es un caradura pero tiene razón. Me cuesta concentrarme. Antes de internet me resultaba más fácil, pero ahora creo que escribo un poco mejor. Esa es una de las tantas cosas que le envidio a Dick. El tipo escribió cuarenta novelas y cinco tomos de cuentos y ni siquiera vivió tantos años. Cuando llegue a la edad que él tenía cuando se murió, si llego, me conformo con haber escrito dos o tres libros más que ahora. A Gogui lo conocí cuando me puteó por mail después de haber leído un artículo sobre máquinas del tiempo que yo había escrito. Me cayó simpático que se lo tomara tan en serio y nos hicimos amigos. Así que ahí tenés un ejemplo de cómo las máquinas del tiempo me conducen a todo lo contrario de la entropía. Igual entiendo a qué te referís. Volviendo a lo nuestro, me parece que el único tópico de la ciencia ficción al que Dick no aportó gran cosa es el de los viajes en el tiempo. No porque no los haya en su obra: hay un montón. Pero excepto en algunos cuentos, donde son el tema principal, siempre aparecen como subsidiarios de otras cosas: la droga, la psicosis, los mundos paralelos. Es que en un universo donde la realidad es sólo una apariencia, viajar por el tiempo es un poco irrelevante, ¿no? Como en Parménides, en Dick el tiempo es una ilusión. Algo de razón tiene. Por eso las máquinas del tiempo me interesan menos que hace unos años, cuando lo conocí a Gogui. YouTube, ponele, es una máquina del tiempo. La única posible, porque la temporalidad es solamente el devenir de la entropía, un proceso en el que nos vamos deshaciendo. Ah, cierto que ya habíamos hablado de esto. Al final tenés razón con lo de las máquinas del tiempo. Hablar sobre la entropía es dejarse arrastrar por ella. ¿Cómo levantamos esta conversación?

Terra: Yo la veo muy arriba. Quizás demasiado. Tal vez habría que hacer preguntas al estilo: Es tu cumpleaños y te regalan una billetera de piel. ¿Cómo reaccionás?

Robles: Me hiciste acordar a un post en un viejo blog que escribimos a cuatro manos con Facundo García Valverde, hace ya más de diez años. El título era “Momentos en que la vida se transforma en una novela de Philip K. Dick” y el chiste consistía en enumerar una serie de sucesos muy cotidianos que por algún motivo nos resultaban dickianos: “bajar o subir una escalera pensando que hay un escalón de menos o de más”, “encontrarse con alguien que se llama igual que uno”, etc. Eran momentos de extrañeza, en los que se generaba la sospecha de que la realidad era una puesta en escena. Momentos que Dick hubiera aprovechado para meter una vuelta de tuerca en sus novelas. Me gusta sobre todo la última anotación en ese post, que ya es un poco diferente a las demás: “mirarse al espejo” y me lleva a pensar que Dick es como un virus. Una vez que lo conocés, es imposible no ver la realidad en sus términos. Tal vez ahí esté la razón de la enorme influencia que ejerce y ejerció en tantos escritores, guionistas, directores de cine y lectores en general. Y existe además otro efecto colateral: después de leer a Dick uno siente la urgencia de conversar con otro, de compartir la experiencia de lectura hasta donde sea posible, y ese -esto que estamos haciendo ahora- es en sí mismo un acto de caritas en sentido dickiano. Somos humanos: podemos hablar sobre Dick.////PACO