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En febrero del 2015, dimos un taller de lectura en el CEC al que bautizamos con una ambición desorbitada “Cátedra Libre Philip Kindred Dick.” Nuestra propuesta pedagógica ofrecía “un recorrido sucinto y abierto por los libros y los autores que Dick leía y de los cuales tomó ideas e inspiración.” Fueron cuatro encuentros donde pretendíamos hablar sobre Poe, Lovecraft, Bradbury, Borges, A.E. Van Vogt, John Le Carré, Karel Capek, Erich Maria Remarque, Mary Shelley, Gustav Meyrink, Parménides, Heráclito, Platón, San Pablo y desde luego Philip K. Dick. Pero lo que pasó fue diferente. Empezábamos las clases con Dick y seguíamos con Dick y terminábamos con él. Lo que puede leerse a continuación es un poco lo que hablamos en esas clases y un poco también lo que no se escuchó ahí. Dicho de forma rápida, se trata de dos amigos compartiendo lecturas sobre un autor inagotable y apasionante. Esta es la primera entrega.
Terra: Bueno, para empezar, lo que yo diría, creo, es que en el ensayo “Como construir un universo que no se derrumbe en dos días” está el mejor Dick, el más lúcido, el que mejor cuenta y especula. Roog es un cuento feo, horrible, pero vuelto a narrar por él me gusta. O sea, me suele pasar, la narración breve, la intención sintetizada, del relato me parece mejor que el relato en sí. Después tiene ese viaje a para la televisión francesa a Disneylandia con Spinard hablando de fascismo en las tazas giratorias que me parece una imagen hermosa y muy precisa y disruptiva.
Robles: Mirá esto: “Dos hombres en el castillo:una conversación electrónica sobre Philip K. Dick.” Quedó en nada, pero está bueno. Las intervenciones de Bolaño son mucho mejores que las de Fresán, pero ninguno de los dos sabe mucho de ciencia ficción.
Terra: A ver. (…) Bueno, lo leí, no lo conocía y siento que no solo no saben de ciencia ficción, sino que no les interesa y hablan para gente que sabe menos que ellos. O al menos suponen eso. Y tampoco saben o les interesan los problemas filosóficos. Y encima están de acuerdo en todo con una amabilidad sosa, con una educación de buenas maneras… Ninguno de los dos escribió buenas lecturas sobre nada. A Bolaño, que es un narrador que me gusta y que puedo disfrutar mucho, no leía ni le interesaba leer crítica, ni tampoco era buen crítico, y de hecho sus artículos son aburridos, previsibles, a veces incluso lamentables y hasta errados. Fresán escribe siempre sobre los mismos temas y de la misma manera en la prensa. Desde luego ni ellos ni Dick tienen la culpa y es fácil juzgarlos a los tres desde el presente. Aun así, un libro que se llame Fricciones o FREAKcciones, no sé si se puede excusar tan fácil. Bolaño diciendo: “sin duda Dick es en gran medida un escritor con una preocupación religiosa.“ Bueno, toman al lector un poco de boludo. Fresán lo suele hacer muy seguido. Creo que es un resto, una problema, que le dejan sus ídolos norteamericanos que suelen ser bastante poco exigentes con sus lectores. Hace algunos años, Tomás Abraham publicó un libro y le puso Fricciones. Tiene un ensayo donde con el estilo de Piglia se ríe de Piglia, lo ironiza, e intenta dar una lectura de Aira que le queda como una monografía de la carrera de Letras. Bah, como un artículo achispado de revista literaria. Habría que hacer la lista y escribir una nota titulada “Los juegos de palabras más idiotas del mundo.” Pero pará, ¿vos me pasás esto para que yo engrane o te interesa algo de ahí?
Robles: Me pareció una buena manera de empezar esta conversación. El tono de Fresán, como vos señalás, es el mismo de sus artículos para Radar: entusiasta y pedante. A una observación razonable de Bolaño: “Y es curioso que uno de los grandes escritores del siglo XX (algo en lo que creo que estamos de acuerdo) sea precisamente un escritor «de género».” Fresán responde: “Tiene algo de working class hero lo suyo.” En el resto de sus intervenciones, insiste en despegar a Dick del rol de escritor de género. Bolaño a veces también cae en la trampa. “No era uno más.” Desde luego que no. Tampoco lo eran Sturgeon o Bradbury. Pero me interesa la necesidad permanente de destacar que Dick no escribía basura, como los otros escritores del género (Fresán habla de “los idiotas de Asimov y Clarke”, en algún momento). Es, menos refinada, la lectura que sostiene Stanislaw Lem en el artículo que le dedica a Dick: “toda la ciencia ficción norteamericana es basura excepto Philip K. Dick, que es un genio.” En su paranoia, Dick fantaseó que Lem era un colectivo de agentes soviéticos que querían atraerlo a Polonia y secuestrarlo porque él era un esclarecido, que en sus obras revelaba la naturaleza íntima de la realidad, algo que no es compatible con ningún régimen totalitario, y casi con ningún régimen. Creo que el temor estaba fundado. Si sostenemos, como Fresán y Lem, que la ciencia ficción norteamericana es una basura pero Dick es genial, entonces Dick es un iluminado que nació de un repollo. Entramos en su mística, donde todo lo que él dice es de alguna manera real. Están tan encandilados por su talento que no pueden ver hasta qué punto Dick es un escritor de género hecho y derecho. Sí, también es un profeta. Pero eso viene después.
Terra: Volví a leer el diálogo, esta vez salteado. Es como escuchar hablar a dos viejos y encima a dos viejos que dicen cosas aburridas. Todos los lugares comunes sobre Dick. El mercado presionando a Dick. La locura presionando a Dick. Dick peleándose con los colegas y los fans… Capanna es mucho más interesante cuando dice que si hubiera nacido en la Argentina, tomado por el misticismo que lo abrumaba, habría sido montonero. Luego, quiero sentar una posición. No podemos pensar a Dick como el filósofo que no era. Aparte como filósofo me resulta pobre, un pequeño teólogo desfazado, un místico impune de la feria de la modernidad. Bueno, la filosofía es un poco la hermana tonta de la teología. Dick para mí siempre fue un narrador del ritmo, de la acción, del espíritu de contar y sorprender. Yo lo leo desde ahí. Lo leo como a un impresionista violento, como un novelista lírico de la modernidad. Un tipo que hacía chocar ideas para ver qué pasaba, para narrar los restos. A diferencia de Fresán y Bolaño, yo, que soy, aparte de un novelista de corta imaginación, un crítico dedicado y un católico que ama su religión, no tengo por qué rendirme a priori ante los malabares de Dick. Insisto, Roog es un cuento horrible, Podemos recordarlo todo por usted es un cuento infantil, ingenuo. Corro, como dije antes, con la ventaja de vivir en el siglo XXI, pero estemos a la altura de Dick, no compremos todo para mezclarlo y esperar así los elogios del caso. Que la aventura de leer valga el esfuerzo.
Robles: Un sitio que lamentablemente ya cerró, Libros Tauro, tenía todo Dick en español. Incluso los tomos IV y V de los Cuentos completos, que en parte habían traducido ellos mismos, porque todavía no se conseguían en español. Hoy Dick sigue siendo relativamente fácil de conseguir en Internet. La mayoría de los libros suyos que leí fueron pirateados de alguna parte. Es como una religión, todo el mundo tiene la necesidad de compartirlo, de ponerlo en circulación.
Terra: Bueno, ahí hay un tema sobre el que no profundizan Bolaño y Fresán. Lo enuncian y no le dan importancia. Dick no es “como una religión”, Dick es un predicador. Y no un predicador secular. Formaba parte de la Iglesia Episcopal. Era creyente, practicaba y predicaba. Sus libros son su largo y apasionante sermón sobre el siglo XX. Desde luego yo voy a escuchar la misa de mi parroco en Santa Julia, que es el lugar donde está bautizada mi hija, y habla del amor y de la fe, y su talento para transmitirnos la palabra del señor está encuadrado en el rito y es también de una forma personal, limitado. Yo estuve en misas donde lo que se decía me interesó y en misas donde el sermón fue muy pero muy poco inspirado y me transmitió una sensación desabrida. Dick en eso tiene un talento, un instinto técnico, una velocidad y un ritmo, digamos un don, que lo hace un predicador sensual y eficiente. Y luego está el tema de Dios en la lengua, en el Logos. Que él asocia con Spinoza pero hoy ya sabemos que hay mucho más para decir sobre la lengua de lo que dijo Spinoza. Como aparte de católico soy lacaneano, pongo a chocar las ideas de Dick con las de Lacan y siento que algo pasa. La mayoría de las veces gana Lacan, que parece estar un paso adelante respondiendo a veces con sorna, a veces con interés genuino y respeto las preguntas que hace Dick. Pero sobre el final el que triunfa es Dick, el que se levanta por sobre todas las astillas de la lengua y su funcionamiento es Dick. Ambos tienen el groove de los tipos que saben lidiar con la lengua. Pero Dick, sobre el final, responde con Dios. Y Lacan solo tiene su remanido secularismo, su ironía, su bonapartismo de psiquiatra francés.
Robles: En Idios Kosmos, Pablo Capanna reconoce tres etapas en la obra de Dick: la política (los cuentos y las primeras novelas), la etapa metafísica (a la que pertenecen Los tres estigmas, Ubik, El hombre en el castillo, Tiempo de Marte y ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, entre otros) y la etapa religioso-mesiánica (Valis, La invasión divina, La transmigración de Timothy Archer, entre otros). Dick lee a sus padres literarios en su propio idioma, hecho de ciencias blandas, psicoanálisis, religión, teorías conspiranoicas y de la costa oeste norteamericana. Concretamente: sus cuentos son diferentes variantes de temas clásicos de la ciencia ficción, resueltos de una manera novedosa. La cuestión de fondo es: ¿quién manipula la realidad y con qué propósitos? Hay un cambio con respecto a los personajes de la ciencia ficción clásica: ya no son astronautas ni científicos, sino lúmpenes del espacio. No hay todavía algo que va a aparecer mucho en su obra de madurez: el Mal, así con mayúsculas. Esto creo que ya no lo dice Capanna, pero no importa. ¿Qué es el Mal para Dick? La respuesta aparece en la etapa siguiente, la “metafísica”, que se caracteriza por un cuestionamiento permanente de la realidad. El cuento La hormiga eléctrica es otro representante de este período. Si en la etapa anterior Dick “construyó” un lenguaje propio, acá es donde lo hace funcionar de manera más plena. Para entenderlo mejor, creo que vale el esfuerzo de meterse -desde sus libros- adentro de su cabeza. Dick piensa a la literatura como un vehículo para acceder a algún tipo de verdad. Esto no significa que él crea, en esta etapa, que lo escribe es cierto. Sólo significa que escribe como si lo fuera. «La verdad siempre se esconde» es una vieja idea de Heráclito, que también toma Platón (filósofos que Dick conocía en profundidad). Las apariencias engañan. Lo que vemos, lo que creemos, puede no ser real. Puede estar manipulado, pero ya no por un poder político sino por algún tipo de instancia metafísica. Con esto entramos en la idea que Dick tiene del Mal. Si lo real puede no ser lo que se presenta ante nuestros sentidos, entonces es posible que alguien lo manipule. El Mal está encarnado por aquel que, como el “genio maligno” de Descartes, nos hace pasar por verdaderas cosas que no lo son. Palmer Eldritch es un ejemplo de esto. Quizás sea el malo por excelencia de las novelas de Dick. Y no es casual que aparezca como un empresario, porque Dick es al fin y al cabo -entre muchas otras cosas- un escritor de izquierda. El capital siempre representa al mal. Actúa de acuerdo a sus intereses al punto de manipular lo que nosotros consideramos que es la realidad. Los malos, en otras palabras, son los dueños de la Matrix. (Nótese acá la diferencia abismal que lo separa de Asimov y de la ciencia ficción campbelliana en general, donde “los malos” -si es que los hay- son los que “vienen a destruir la humanidad”, etc). La etapa religiosa de Dick es donde se produce una especie de traspasamiento de la literatura a la realidad. Su biografía y su obra se confunden. Él mismo considera que lo que escribe es real. Es su etapa de profeta. Podríamos decir que, si en sus primeras dos etapas él se piensa como un escritor que busca la verdad, acá considera que la encuentra. Lo dice textualmente: todos mis cuentos y novelas son aproximaciones a lo real. Esta etapa, también, es la de la psicosis final. /////PACO