Una pintura rupestre muestra animales corriendo y hombres cazando con arcos. De izquierda a derecha la cámara se mueve y se ven nuevos dibujos y cierta progresión. Primero, un perro adiestrado, parado al lado de un humano que lo acaricia. La siguiente imagen tiene al mismo perro, ahora parado en dos patas imitando al humano. El animal mantiene cierta curvatura y torpeza en su postura mientras el hombre parece alentarlo. Por último, el dibujo rupestre muestra al perro totalmente erguido, pero con una particularidad: el canis erectus tiene hombros. En ese instante, una voz en off nos cuenta: “Hay una cosa rara que hacemos los humanos. Tomamos animales y ponemos nuestras palabras en su boca para hablar con nosotros, generalmente sobre nosotros. Es una cosa muy extraña, pero lo hemos hecho durante siglos. Aprendimos a leer de animales antropomórficos, aprendemos el bien y el mal de animales antropomórficos, pero la mayoría de la gente no lo nota. Los furry fans son las personas que lo notan y piensan que hay algo especial en eso…”.

El furry, que puede traducirse al español específicamente como ‘peludo’, es un género presente en la animación y la historieta que se caracteriza por presentar animales antropomórficos, es decir, animales con rasgos, características y personalidades humanas. El fandom furry -o furros- son aquellos fans que no solo consumen este tipo de contenido sino que, además, suelen caracterizarse e incluso llegan a adoptar identidades animales. The Fandom (2020) es un documental sobre la comunidad norteamericana furry, dirigido por Ash Kreis y Eric Risher, producido por Philip Kreis. Hasta donde sé, es uno de los pocos materiales con traducción al español que piensan y reflexionan sobre el fenómeno furry. Pero, para mi gusto, The Fandom se queda muy en la superficie. Sin dudas sugiere conflictos, pero también evade sus resoluciones, plantea ambigüedades en las que no profundiza y prefiere deambular entre muchos testimonios antes que centrarse en unos pocos para ahondar en la identidad y los testimonios de los entrevistados. Hay algo que explica no solo el fenómeno furry sino su popularidad y su influencia en otros tipos de contenidos y eso está sujeto a nuestra relación con lo animal y lo salvaje, también creo que eso aparece con sutileza en The Fandom, aunque de forma siempre inocente y quizás inconsciente.

El furry, que puede traducirse al español específicamente como ‘peludo’, es un género presente en la animación y la historieta que se caracteriza por presentar animales antropomórficos, es decir, animales con rasgos, características y personalidades humanas.

La primera vez que pensé en la comunidad furry como un fenómeno interesante fue a partir de la novela La isla del Dr Moreau, de H. G. Wells. Encontré en una wiki furry que el libro era tomado como una referencia, como el antecedente de una ficción con personajes animales antropomorfos. Si se piensa al furry como una suerte de conjunto de textos donde el antropomorfismo funciona como eje estético y narrativo, La isla del Dr Moreau es un elemento interesante, aunque difícilmente sea el primer antecedente teniendo en cuenta que los personajes antropomórficos se remontan a la mitología de las civilizaciones más antiguas. En 1939, por ejemplo, se encontró una escultura de marfil en Alemania cuyos orígenes se remontan a treinta y dos mil años, en el paleolítico superior, que fue nombrada “El hombre de León”. Esta escultura consta de un cuerpo humanoide bípedo y una cabeza felina. Pero, también, se me ocurre pensar en Vucub Caquix, un personaje del Popol Vuh que es un guacamayo con rasgos y personalidad de humano que desafía a los dioses mayas. Hay otros casos en la mitología griega, por supuesto, aunque en verdad hay mitos antropomórficos en cualquier poblado antiguo que se haya vinculado profundamente con la naturaleza.

Entiendo que en el libro de H. G. Wells la tensión narrativa y los conflictos de identidad se construyen sobre la fina línea entre lo animal y lo humano, entre la carne y el lenguaje, entre la ferocidad y la ley. En todo caso, marcar La isla del Dr Moreau funciona como un eje criterioso entre lo que el furry es y lo que no es, distinción cuya delgada línea divisoria se pregunta qué es lo que hace a un hombre ser hombre, a un animal ser animal y a un furry ser furry. Ahora bien, aunque The Fandom entiende esto y lo propone como un argumento para pensar la naturalidad con la cual la comunidad furry nace del mundo en el que vivimos, se aleja de cualquier reflexión sobre los criterios rigurosos acerca de lo qué es el furry y qué no lo es. Si el furry es una manifestación antropomórfica de nuestra civilización ¿Qué es lo que nos manifiesta? 

Rod O’ Riley, padre de la comunidad furry norteamericana y uno de los protagonistas del documental, piensa al género como “animales haciendo cosas que animales no hacen. Más allá de eso, puede ser cualquier cosa”. Pero, ¿qué es eso que los animales no hacen? Y, en todo caso, los furry ¿son cualquier cosa? “Todos lo habíamos descubierto en silencio. Esa parte de lo que nos trajo a los personajes furry, a los personajes antropomorfos, fue que pensamos que podían ser sexys. Parece algo obvio cuando ves alguno de estos personajes y cómo fueron diseñados. Estaban destinados a ser sexys. Entonces, por supuesto que el furry está lleno de sexualidad porque el furry está lleno de seres humanos que están vivos y piensan y sienten”.

Parece algo obvio cuando ves alguno de estos personajes y cómo fueron diseñados. Estaban destinados a ser sexys. Entonces, por supuesto que el furry está lleno de sexualidad porque el furry está lleno de seres humanos que están vivos y piensan y sienten.

Ese fragmento es todo lo que The Fandom dedica a pensar la relación del contenido y arte furro con la sexualidad. Al igual que en el punto anterior, piensa la sexualidad como un desarrollo natural extensible de lo humano y, por consiguiente, natural en la comunidad furry. Eso, en primera instancia, resulta irrefutable. Pero, el contenido, la estética y las formas características que se manifiestan en el arte furry invitan a pensar otras cosas.

Lo cierto es que es muy difícil encontrar ilustraciones furrys cuyos personajes no estén sexualizados. De hecho, una rápida googleada demuestra cuán frecuentemente esos personajes se ven involucrados en situaciones sexuales o románticas. Ahí están los músculos bien definidos, los cuerpos torneados y en posiciones sugerentes. Si el furry es la humanización del animal, un punto medio entre la humanidad y la animalidad, ¿por qué sería muy incómodo si, en vez de dos lobos humanoides, bípedos y musculosos que se besan y tocan, se tratara, de un animal y una persona?

En la famosa historia de Caperucita Roja, también el Lobo Feroz presenta una sexualidad simbólica inherente. Por tanto, no sería algo tan nuevo la idea de la bestia sexualizada. Pero esta bestia en particular, el Lobo Feroz, está cargada de un sentido peligroso y agresivo: a través del tiempo y las sociedades humanas, nos habla sobre la imagen del violador o el agresor sexual con especial preferencia por las chicas jóvenes. Lo llamativo, quizá, sea que hoy inventemos mitos con bestias terroríficas alejadas de los territorios silvestres. Curvilíneas y estilizadas, estas nuevas bestias reemplazan la sugestión terrorífica del relato oral por colores chillones y alguna especie de sexo consensuado. Lo cierto es que esta tendencia, este fenómeno de antropomorfia sexualizada no se limita al nicho del fandom furry.

Veamos dos ejemplos recientes. Cuando en 2021 se proyectó en cines Space Jam 2, la película que ponía a LeBron James a jugar al básquet con los Looney Tunes, el grito en Twitter estuvo centrado en el nuevo rediseño de Lola Bunny. La coneja, que en la precuela tenía un diseño muy seductor, con curvas muy marcadas y poca ropa deportiva, ahora lucía una indumentaria más alargada, parecida a la del resto de sus compañeros, y sus curvas eran mucho menos pronunciadas. Las quejas se enfocaban en la influencia del “progresismo” con base en las redes sociales, al que acusaban de comprometer y presionar a los creadores de la película para no sexualizar al personaje. Con argumentos o no, lo irrefutable es que la queja giraba en torno al cuerpo sexualizado de una furra. Por otro lado, tenemos el caso de La forma del agua (2017), película dirigida por Guillermo del Toro. La historia cuenta cómo una empleada de limpieza comienza a desarrollar una atracción por un monstruo acuático. Por supuesto, la criatura anfibia es antropomorfa, goza de una gran espalda, pectorales y nalgas bien paradas. Tal historia, que en principio podría pensarse como una narrativa propia de un género o un nicho específico, fue tan mainstream que ganó un Premio Oscar en 2018, un galardón que en los últimos años se ha caracterizado por limpiar sus culpas otorgando premios a mexicanos, afrodescendientes, mujeres y asiáticos. ¿Qué nos dice eso? ¿Qué tiene este antropomorfismo pop llamado furry para atraernos y volverse un producto comercial masivo?

Lo furry es ficción, ficción del cuerpo y la identidad: usa los pelos para hablar de la piel, usa garras para hablar de dedos curvos e inocentes, tensiona los límites de lo que lo humano es hacia aquello que no es e imagina genitales imposibles para explorar la sexualidad más allá de lo real.

Según una encuesta presentada por The Fandom, aproximadamente, el 80% de la comunidad furry se identifica como LGBTQIA+. De ese 80%, más del 12,2% se identifica como transgénero. Nate, uno de los entrevistados del documental, se dedica a confeccionar disfraces de furris para luego venderlos. Lo hace a veces por encargo y otras bajo sus propios criterios e ideas. “Cuando empecé mi transición, primero lo hice con mi personaje furry para ver si se sentía bien volverme más masculino. Ya no era Luna, ahora era Nate, el másculino. Y realmente me ha ayudado a explorar. Fue un lugar seguro para explorar la transición sin hacer la transición en mí primero”, explica Nate.

A la manifestación furry de una persona se la llama fursona: una proyección del yo manifestada en pelos, garras y colmillos. No son menores los vínculos entre el furrismo y el rol medieval de juegos de mesa y videojuegos, ya que, en alguna instancia, ambos tratan de la posibilidad de manifestarse en algo que uno no es. De igual manera, casos como el de Nate pueden explicar lo que el fenómeno furry permite sin reducirlo a la particularidad de una transición de género.

La relación con lo animal es una relación de tipo ontológica y humanista. Sirve y permite explicar, manifestar y explorar, así como el mito, eso que lo humano y la realidad aún no pueden por sí solos. Lo furry es ficción, ficción del cuerpo y la identidad: usa los pelos para hablar de la piel, usa garras para hablar de dedos curvos e inocentes, tensiona los límites de lo que lo humano es hacia aquello que no es e imagina genitales imposibles para explorar la sexualidad más allá de lo real. ¿Qué cosas andan haciendo los animales en The Fandom y el furry que normalmente los animales no hacen? Principalmente lo que los humanos no. The Fandom tiene más mérito en sugerir y mostrar que en decir. De hecho, mucho de lo que dice no acompaña la complejidad de aquello que muestra y las interrogantes que sugiere. ¿Dónde termina lo humano y empieza lo animal? ¿Dónde termina el mito y empieza la ficción? ¿Dónde termina el miedo y empieza el sexo? Y, en todo caso, ¿por qué nos atrae eso que nos atrae?/////////////PACO