Vi una publicidad de café donde Al Pacino decía que en todas sus películas había café y que eso era un rasgo distintivo de su actuación. El verdadero rasgo distintivo de las películas de Al Pacino es que baila. Baila en prácticamente todas. Probablemente se trate de un capricho xenófobo de los guionistas. Algo que servía para identificarlo con latin lover italiano y que poco a poco el propio Al fue asimilando como gusto personal. Si alguien sólo conociera el cine a través de las películas de Al Pacino, pensaría que el cine consiste en actuar y en bailar. Obligatoriamente hay que bailar en algún momento.
La primera gran película de Pacino fue The Godfather. Una de las primeras cosas que hace Michael Corleone es bailar. Habrá sexo, muerte, traición, venganza y sangre, pero antes de todo eso hay música y baile.
Al Pacino ha hecho de mafioso italiano, de cubano mafioso, de norteamericano mafioso, de judío renacentista y de policía. Siempre bailó. Cruising es una película bastante mala sobre un policía que se infiltra en el submundo sodomita para encontrar a un asesino de homosexuales -historia que el HIV volvería una bella paradoja- e incluso en esa película baila como un puto.
Cuando hizo de mafioso mutante para Dick Tracy también bailó. Cuando hizo de coronel ciego que decide disfrutar de la vida antes de pegarse un tiro en el Waldorf Astoria también bailó. Cualquiera que haya visitado Roma en los últimos años habrá comprobado que el Coliseo le debe mucha de su popularidad en el mundo redneck del turismo anglosajón a Russel Crowe. El tango argentino le debe mucha de su propia popularidad al coronel Slate, bailando ciego Por una cabeza. Leí que la preparación para esa escena fue una de las más complicadas. La coreografía, los pasos, la filmación. Al Pacino dijo hace poco que lo disfrutó pero que lo olvidó todo.
Cuando Al Pacino hizo de presidiario que vuelve a la vida y se enamora de Michelel Pfeiffer, también bailó música griega. Música griega pero sin pasos griegos. De hecho, no hace falta ser griego para verificar que el baile en sí mismo es una improvisación someramente insultante. Pero debe ser el único baile que Anthony Quinn se apropió para siempre.
En su última película Al Pacino vuelve a ser un presidiario que se reintegra al mundo. Vuelve a bailar. Sin mayor despliegue. Un par de pasos lentos con una piba que podría ser su nieta. Pero el toque está.
Al Pacino también bailó cuando hizo de Satanás. Recuerdo haber ido a ver esa película en el cine América y que la monja Martha Pelloni saliera de la función previa. La mejor escena debe ser cuando en un puertorriqueño bastante ambiguo le dice a un espaldamojada en el subway que en ese mismo momento alguien se está cogiendo a su mujer.
En una de las peores comedias filmadas, Al Pacino se parodió a sí mismo con un comercial donde todos sus personajes emergen para vender comida chatarra. Siempre se puede bailar un poco más.///PACO