Una vez alguien me señaló que los mexicanos no saben despedirse. No importa si es tarde o es temprano, si es fin de semana, lunes o jueves, ellos quieren seguir. Siempre eligen una copa más, un bar más, un rato más. Pero no necesariamente porque tengan ganas, sino porque no saben despedirse. La idea de que la reunión se termina no les gusta, y muchas veces esta incapacidad deriva en malestar o en peleas. Desde que escuché esta idea, presté más atención al momento de las despedidas. Los alemanes se despiden muchas veces con un gesto, moviendo de cabeza. Los franceses son más formales y se toman el tiempo para crear una breve ceremonia. Los brasileños siempre actúan un escándalo. En la Argentina, como en Italia, también nos cuesta despedirnos, pero, a diferencia de los mexicanos, sabemos hacerlo. Usamos una sonrisa, nos damos un abrazo. En general, despedirse sin saludar es grosero y, desde luego, resiente las relaciones. Pero también hay que saber que, cuando estás en una fiesta, y hay música y ruido, no es necesario interrumpir todo para irse. Alcanza con un saludo general. A veces ni eso. El famoso método de la bomba de humo ninja. Por otra parte, tenemos la seguridad de que los buenos amigos siempre se reencuentran. Y los malos amigos también. (Sería deseable no cruzarlos nunca más, pero la vida siempre se las arregla para enredar las cosas.)

Desde el principio, me gustó pensar, editar, escribir y leer Revista Paco. Trabajar para Paco fue como construir una casa y luego hacerle un jardín y finalmente mantenerla limpia y funcionando. Y siempre fue una casa llena de sorpresas y aventuras. Ahora, mientras repaso un poco la cocina, entiendo que es tiempo de partir. Decidido, ya tengo el equipaje y me llevo los mejores recuerdos. Lo que más me gustó de Paco fue ver cómo los lectores se mezclaban con los redactores y editores. También el Do it yourself que siempre rigió la revista y cómo sirvió de laboratorio para una cantidad enorme de periodistas y escritores. En estos doce años, publiqué en Paco alrededor de 450 artículos, combinando meses de mucha productividad con épocas de menos escritura, pero nunca dejé de editar columnas, entrevistas, reseñas y notas de los muchos colaboradores de la revista. 

Sí, entre el primero de enero de este 2025 y Reyes, Paco cumple doce años. Para la vida de una revista es bastante. Ahora bien, como cantaba Ricardo Soulé, todo concluye al fin. O para decirlo de manera más afectada, importa el final de la obra y también la forma en que saludan los actores. Me gusta ese momento de ligera ambigüedad en que el espectáculo termina y el actor sigue siendo actor, ocupa un lugar en el escenario, pero ya dejó de ser personaje y sonríe, cansado y feliz, mientras recibe los aplausos. (No creo que nadie me aplauda pero yo saludo igual.) Les deseo lo mejor a los que van a seguir escribiendo acá y es probable que vuelva alguna vez a leerlos. En la web resulta imposible perderse. Así que nos vemos por ahí. Como Phil Campbell le pregunta –ya tocaron la canción y el trabajo está hecho– en el final de Whorehouse blues a Lenny: can we go now? ////PACO