Por @NicoSaraintaris
1. De una muerte tipo drone attack, quirúrgica, como le gusta al gobierno yankee: Transmetropolitan.
Transmetropolitan es la historia de Spider Jerusalem, un escritor/periodista que después de exiliarse en la montaña tiene que volver a la ciudad para ponerse a escribir (le debe dos libros a su editor). Está quebrado, necesita guita, un lugar para poder trabajar y conectarse. Spider agarra un laburo fijo y empiezan los deadlines, las entregas. Escribe su primera columna sobre los “transients”, un grupo de humanos que modifica su ADN con ADN alien, y descubre que el Estado los manipula para después reprimirlos y exterminarlos. La columna es un éxito y obliga al autor a encontrar nuevos temas y seguir escribiendo. Con guión de Warren Ellis y dibujos de Darick Robertson.
2. De una muerte rápida, en la ruta, un choque frontal contra un camión y un nudo de carne: Alan Moore’s Shocking Futures.
Alan Moore es uno de los mejores guionistas en el mundo del cómic. Watchmen, V for Vendetta, The Swamp Thing y podríamos seguir. Un fenómeno. Pero hay una obra de su juventud que me gusta particularmente, los guiones cortos que escribió para Tharg’s Future Shock en la revista 2000 AD. Soy fanático de los cómics de EC (sobre todo de los que introducen la figura del narrador/presentador como Tales from the Crypt o The Vault of Horror). Tharg’s Future Shock sigue esa línea: relato enmarcado, pocas páginas y twist final. Con la capacidad creativa de Moore, el formato se me antoja perfecto. Sus historias (recopiladas para los fanáticos en Alan Moore’s Shocking Futures) van desde hombres lobos en el espacio hasta niños con obesidad mórbida que viajan en el tiempo. Son relatos cortos, entretenidos y con final sorpresa. No se puede pedir más.
3. De una muerte lenta, en un callejón, con un tajo en el vientre y arrastrándose entre gemidos: La saga de Alandor.
La saga de Alandor, escrita por Jodorowsky e ilustrada por Cadelo, incluye dos tomos: El dios celoso y El ángel carnívoro. Jodorowsky es un todo terreno, mimo, director de culto, escritor, guionista, psicomago (lean todo lo que puedan de él menos su timeline en Twitter). Y Cadelo tiene una combinación de color y trazo que me vuelven loco. Entre los dos hicieron esta maravilla llena de criaturas, lugares, artefactos, religiones y somatizaciones extrañas. Lo que tiene la saga es que en cada página pasa algo nuevo, algo que mueve el relato hacia adelante e incomoda. La experiencia de leer este cómic es mucho mejor que la de conocer su sinopsis.
4. De una muerte grupal, en el laburo, ametrallado por un tipo que confunde la realidad con la ficción: Flex Mentallo.
Flex Mentallo es una miniserie de cuatro números escrita por Grant Morrison y dibujada por Frank Quitely. Es tremenda por donde se la mire. Primero, por el laburo sobre el héroe homónimo, un tipo grandote como Charles Atlas cuyo superpoder consiste en trabarse y mostrar los músculos para actuar sobre la realidad con su “bodymind”. Segundo, por la reflexión sobre el mundo de los cómics de superhéroes, desde la Edad Dorada hasta el día de hoy. Y tercero, por los juegos metalépticos. No es la primera ni la última vez que Morrison se meterá en su propia obra, pero lo interesante es que no lo hace por pura paja teórica. El recurso le permite darle vueltas al tema central que anuda la serie: “el lugar donde nacen las ideas”. Más allá de todo esto, Flex Mentallo es un cómic entretenido, con buenas ilustraciones y viene en un paquete de cuatro números que pueden leerse en una sentada.
5. De una muerte rockera, acostado boca arriba y ahogado con tu propio vómito: Rory Hayes.
Leí los cómics de Rory Hayes en algún número de la revista Snatch. Snatch la bajé porque traía cosas de Crumb, pero cuando vi las locuras de Hayes se transformó automáticamente en uno de mis autores favoritos. El tipo era un genio. Sus dibujos son chotísimos pero tienen algo, tal vez la quintaesencia del mundo under. Hace unos años Fantagraphics editó Where Demented Wented: The Art and Comics of Rory Hayes, donde pueden leerlo todo junto y hervirse las neuronas. Recuerdo una escena en el cómic “Snot Nose Harold” donde elprotagonista sufre una terrible erección… ¡nasal! Y bueno, después acaba copiosamente justo antes de una escena de coprofagia que cierra el relato.///PACO