“Cuando Eva despierta,
Adán corre a comprar manzanas,
en el Paraíso que Eva inventó.”
Ellas, de Karina Cartaginese

I
El 1 de julio la diputada israelí Ayelet Shaked publicó en su muro de Facebook una serie de enunciados pro-Israel que, días más tarde, la prensa refritó en hecho noticioso. “¿Qué es tan chocante en la comprensión de que todo el pueblo palestino es el enemigo?”, planteaba la diputada. Días más tarde, se paró frente al Parlamento de su país y disparó un enunciado fascista de alta densidad: “hay que matar a todas las madres palestinas para que no nazcan más terroristas”. En las imágenes que acompañan las notas periodísticas sobre estos dichos está Ayelet Shaked mirando a cámara con los labios cerrados, el cabello corrido hacia un lado y sus ojos verdes penetrantes resaltados por el fondo negro. Todos estos rasgos aparecen como ejerciendo un contrapeso en la balanza, como si la delicada belleza de la mujer pudiera amortiguar el peso de su fascismo.

Ayelet Shaked tiene 38 años pero parece de 20 salvo en las imágenes que la muestran más natural, en movimiento, en plena oratoria, donde aparecen algunas imperfecciones propias de los años y el deterioro que provoca el ejercicio político. Sus declaraciones no fueron fortuitas para la dirigencia internacional ya que el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, la comparó con Hitler. Ella es una chica con estudios –se recibió de Ingeniera Informática- que forma parte del partido sionista de ultraderecha The Jewish Home, que actualmente está dentro de la coalición del Gobierno.

Claro que nada es gratuito: al ingresar el nombre de la diputada en la barra de Google, entre las primeras búsquedas aparece “Ayelet Shaked hot” como si prevaleciera en la memoria de los internautas la posibilidad de quitarle su manto fascista y verla sexualmente provocativa.

FRONT

II
Antes de que el avión MH17 de la compañía Malaysia Airlines sea alcanzado por un misil dando como resultado 295 muertos, se produjo un bombardeado en la ciudad ucraniana de Snizhne donde murieron once personas. La ciudad forma parte de Donetsk, una de las dos provincias que se independizaron de Ucrania –la otra es Lugansk- y está en permanente actividad militar. Como sucede en estos lugares, nadie se está haciendo cargo de las muertes y todo parece ser una estrategia de deslegitimación de unos contra otros.

En la web apareció una serie de fotos donde una mujer sin el uniforme tradicional de los separatistas prorrusos de Snizhne recorría junto a los insurgentes la zona del bombardeo. Muchos medios de comunicación transformaron este contenido en noticiabilidad dándole una entidad inusitada. Su pelo, fragmentariamente atado, da lugar a la identidad aún no registrada: “la atractiva rubia prorrusa”. En las fotos está vestida con un jean azul, una musculosa blanca y sandalias de color rosa. Porta un rifle de asalto y su mirada se trasluce detrás del vidrio anaranjado de unos Ray-Ban. Es su belleza la que resalta entre la neblina desolada, militares, cuerpos mutilados y escombros. Es su belleza la que es tomada por los medios para darle un lado B al conflicto bélico, el dato de color, la parte naif, descomprometida, la forma más mundana de introducir a cualquier internauta a la pesadez política de una guerra.

V

III
«Ya son tres las generaciones de fans y por lo tanto confío en que seguirá habiendo más», dijo una de las diseñadoras de la marca Hello Kitty que este año cumple 40 desde su lanzamiento en Japón en 1974. ¿Acaso existe una marca que compacte casi de forma morfológica la ternura femenina? Claro que detrás de esa inocencia tan vistosa hay una cristalización porque se sabe, la inocencia, no es para siempre. Allí está la proximidad de una mutación latente. Porque cualquier mujer que se forme como una princesa, como una niña de bien que sueña con un príncipe, hijos adorables y un palacio llamado hogar debe enfrentarse al momento decisivo en que la infancia pasa a ser el lateral oxidado de una bisagra. Ese momento es el sexo.

Yuko Shimizu, la creadora del gatito de Hello Kitty, evidencia con sus diseños menos conocidos este cambio. En sus dibujos se vislumbra no solo el mejoramiento de la técnica ilustrativa y la profundidad de su trasfondo intelectual sino también un brillo pop, una construcción de la sensualidad que no desconoce su pasado inventivo. En la obra de Shimizu es posible mutar de la tierna infancia a la pasión exacerbada de lo sexual pero en ningún momento la segunda elimina a la primera. Hay una dosis de efervescencia infantil y colores vivos que podrían empapelar la pieza de cualquier niña alegre.

“Hacia el final vendrá la carne”, dice un verso de Dianella Trotter (Juegos para entretener a la muerte, 1995). La niña que supo tener todo tipo de objetos con la marca de la compañía japonesa Sanrio, Hello Kitty, desde cartucheras y mochilas hasta prendedores y remeras colegialas, muta hacia una adolescente curiosa por el cuerpo propio y el ajeno, por el calor interno, la prohibición, el deseo. Siempre, al final, vendrá la carne.

II

IV
La mujer como temática a representar en los medios de comunicación aparece como una figura demasiado compleja. Se podría decir que no existe tal cosa. No existe una utilización unilateral que forje determinadas subjetividades capaces de suprimirla a una sola y única cosa. No se puede hablar de la mujer como tampoco se puede hablar del hombre. Eso sería una simplificación tan aberrante que caería en la lógica pedante del ultimátum. Cuando Donna Haraway en su Manifiesto Ciborg de 1984 decía que las mujeres negras tenían mucho más en común entre sí como grupo explotado que las mujeres en su totalidad se refería a esto.

¿Qué hace posible pensar en la cosificación de la atractiva rubia separatista o de la bella Ayelet Shaked? ¿Acaso es el adjetivo valorativo que se le antepone? ¿Es eso suprimir sus cualidades de acción a su carácter de belleza o, por el contrario, es otorgarle un elemento más: una suerte de plus que consiste en llamar la atención de cualquier desconcentrado para luego inyectarle el verdadero cometido? El capital erótico que marca la socióloga Catherine Hakin es eso: el poder de fascinar a los demás. En una sociedad donde el machismo imperante muestra sus primeros baches contundentes, la mujer tiene la posibilidad de introducir su potencia como un falo invertido: un gran agujero negro capaz de manipular a la audiencia, hipnotizarla a partir del don del misterio y al fin ¡zas!, dar el golpe certero del knock out.

V
En una escena de El código Da Vinci donde Ian McKellen hace una argumentación fascinante, Tom Hanks junta sus codos y muñecas y abre las palmas formando una V. La idea que intenta graficar es la forma del cáliz, la manera en que se concibe a la mujer. Como un pozo a donde entrar. El opuesto sería el hombre, el que entra. Ahí aparece la figura del falo.

El escritor español Francisco Umbral señala en su libro ensayístico Fábula del falo (1984) una categoría muy pertinente, la de mujer fálica, que es la “que ha invertido su papel en la sociedad, que ha decidido pasar al ataque”.

Año 2014: la mujer que pasa al ataque ya no es fálica, no tiene pene, no quiere tenerlo, no lo necesita. La concepción ya es anticuada. ¿Aún se puede seguir concibiendo el poder en términos de fetichismo sexual masculino? De otra manera: ¿qué mujer puede sentir envidia del pene y qué hombre puede trazar una superioridad tan sólo por portar una configuración sexual exterior? Esta diferencia clave exhibe las opulentas armas particulares de cada género y derriba de una vez y para siempre los patrones de la aburrida igualdad. “Son mujeres que no engañan en cuanto al poder social/sexual de la hembra, que no juegan el juego de la debilidad o la ingenuidad”, dice Umbral y deja en rídiculo toda victimización, toda culpabilidad, toda autoconmiseración femenina.

III

VI
El lunes 14 de julio se registró un hecho que los medios catalogaron de trascendente en una escuela de Florencio Varela donde una niña de 12 años sacó de su mochila un revólver calibre 32. No queda muy claro cómo sucedió concretamente el hecho pero lo cierto es que el arma era de su padre y no se produjo ningún disparo.

Imaginemos a la nena junto a varios de sus compañeros en un rincón del patio. Es recreo, hacen una ronda. La nena reune a un grupo reducido de chicos y chicas donde ella está en el medio. Tiene entre las piernas una mochila de Hello Kitty. La abre lentamente. El silencio de los chicos es tan profundo que se escucha el sonido del cierre y la respiración de la ronda. Cuando ella saca el arma todos se congelan, quedan estupefactos, paralizados. ¿Es acaso ese imponente revolver, siguiendo burdamente la teoría freudiana, el falo que añora y no tiene? ¿No sería más real y acorde a nuestra época pensar que el verdadero poder de la niña radica en la forma de crear un ambiente tenso donde todo gira en torno al misterio que ella crea y al agujero negro que se divisa al abrir lentamente la mochila?/////PACO