No se trata de una secuela de Charlie y la fábrica de chocolate en la que Wonka busca desesperadamente al espía que le robó la fórmula secreta de sus golosinas. Si fuera parte de una película de Tim Burton, veríamos al chocolatero resentido lanzando paragüitas (de esos cuyo envoltorio está lleno de puntitos de colores) a los rusos. La escena sería por lo menos graciosa, pero como la que transcurre en el este de Ucrania sucede en el plano real, lo que vemos es el enfrentamiento armado más serio desde la Guerra Fría.
El viernes 5 de septiembre, en una reunión en Minsk, Bielorrusia, las autoriades de Kiev y las milicias prorrusas de Donbass acordaron un alto al fuego para resolver la crisis en la zona. Como intento puede ser considerado importante pero eso no excluye la posibilidad de que también sea un “parche”, porque lo que en realidad hay en la región es un conflicto en stand by, una separación traumática, una guerra con delay. Todos resabios del no amor existente en la relación entre Rusia y Ucrania.
Actores hay muchos pero ¿quiénes son las grandes figuras detrás de este conflicto? Petro Poroshenko es el actual presidente de Ucrania; Vladimir Putin, el de Rusia. Ambos discutieron por teléfono y “detalladamente la crisis militar y humanitaria” en la región. Sus posturas, dicen, “son mayormente coincidentes” pero ¿y sus diferencias? ¿Acaso no son más? Para empezar, los rusos aclararon que podían contribuir a lograr un arreglo pero que no podían pactarlo por “no ser parte del conflicto”. Al mismo tiempo, remarcaron que se trataba de un “problema interno” de Ucrania por lo que, básicamente, Kiev tuvo que negociar -y llegar a un acuerdo- con los separatistas, que son prorrusos que no dependen de Moscú pero cuentan, disimuladamente, con su apoyo.
Petro Poroshenko, aka Willy Wonka, es licenciado en Economía por la Universidad de Kiev y lleva en su puesto apenas tres meses, desde el 7 de junio. Llegó al poder por las elecciones anticipadas del 25 de mayo, consecuencia de la Revolución del Maidán que se dio en Kiev entre noviembre de 2013 y febrero de 2014 y que terminó con el gobierno de Víktor Yanukóvich. Ganó con el 54% de los votos y con el apoyo de uno de cada tres habitantes del este. Antes de ser presidente pasó por los Ministerios de Relaciones Exteriores, de Comercio y de Desarrollo Económico. El 25 de agosto disolvió el Parlamento, razón por la cual no se sabe exactamente cuánto tiempo va a quedarse: eso depende de que obtenga una buena representación en las elecciones legislativas del próximo 26 de octubre.
Vladimir Putin, Volodia para los amigos, estudió Derecho en la Universidad Estatal de Leningrado, fue espía de los servicios de inteligencia rusos (primero en la KGB y luego en la FSB) y se desempeñó en la Alemania Oriental hasta la caída del Muro de Berlín en 1989. Volvió a su ciudad natal (actual San Petersburgo), fue Primer Ministro de Boris Yeltsin y llegó a la presidencia de la mano de un oligarca de esos que aparecieron con el fin de la Unión Soviética. Como no podía ser reelecto por tercera vez consecutiva, después de sus dos primeros mandatos (2000-2004 y 2004-2008) ofició de Primer Ministro. Fue durante la presidencia de su actual -¡oh casualidad!- PM, Dimitry Medvedev. Volvió a su sillón por tercera vez también un 7 pero de mayo, hace dos años, con el 63 % de los votos y para quedarse hasta el próximo mundial.
Poroshenko hizo su fortuna con los chocolates y demás golosinas que produce su fábrica, gracias a la cual también obtuvo su apodo. Empezó vendiendo granos de cacao y hoy su imperio empresarial incluye la fabricación automotriz de distintos vehículos, algunos astilleros y el canal 5 ucraniano. Sus ingresos fueron los de mayor aporte para la campaña y realización de la Revolución Naranja de 2004, con la cual Ucrania buscaba romper definitivamente sus lazos con Rusia. Al poco tiempo, las acusaciones de corrupción y los cuestionamientos sobre su riqueza eran tantos que fue despedido del gabinete en el que se desempeñaba como Secretario del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa. Dentro de Ucrania tiene pocos amigos y una archienemiga: Yulia Tymoshenko.
Putin también es millonario. Aunque no se sabe exactamente de dónde viene su riqueza (tampoco es algo que se pregunten los rusos), nada tiene que ver con su gusto por el helado. Hoy su fortuna se calcula en 50 millones de dólares, además de su participación como socio en las tres principales compañías rusas de gas y petróleo. En todo el tiempo que lleva en el poder, muchas situaciones de corrupción, denuncias por enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias -además de la acusación por manipulación de medios- le pasaron por un costado, sin siquiera salpicarlo. Dentro de Rusia tiene muchos amigos que lo respetan por su lealtad, mientras que los comunes lo hacen porque gracias a él recobraron el orgullo de ser rusos.
Justamente el tema de la identidad juega un papel importante en este conflicto y las ilusiones de independencia se dan como réplicas de sismos. De veinticuatro provincias ucranianas (más dos municipios con estatuto especial), nueve quieren ser autónomas, formar parte de la Nueva Rusia, de lo que Putin llama Novorossiya. Tienen un antecedente exitoso, la península de Crimea, la cual perdieron los ucranianos el 17 de marzo y cuyos habitantes ya tienen pasaporte ruso.
Poroshenko es un proeuropeo que les ofrece, de alguna manera, ser parte de Occidente: está dispuesto a darles una determinada independencia económica a las regiones de Lugansk y Donetsk, garantizarles a sus ciudadanos que puedan usar el idioma que elijan (en este caso el ruso) y proteger sus tradiciones culturales pero siempre y cuando respeten la integridad territorial de Ucrania. Para todo esto cuenta con la confianza y el apoyo de la Unión Europea.
Los separatistas acusan al gobierno de Willy Wonka de fascista y llueven las denuncias de abusos, torturas y desapariciones por parte de sus agentes de seguridad en la región. Putin, que no cuenta con los mismos sostenes occidentales, es un autoritario carismático que no les ofrece nada pero acepta de muy buen gusto que quieran pertenecer a una Nueva Rusia. No hay nada más gratificante para un líder sólido en su puesto -y en su postura- que (re)afirmar su poder, sobretodo cuando lograrlo no requiere mucho esfuerzo.
¿Qué posibilidades tiene el chocolatero de ganarle en algo -cualquier cosa- al estratega Volodia? Putin sabe que Occidente no actuará militarmente en la región. La OTAN tiene desde hace años una crisis de identidad y son varias las distracciones (Irak, por citar un ejemplo) con las cuales prefiere entretenerse. Por el momento, y mientras sueña con ser parte de la Organización, Poroshenko sabe que Ucrania sola no puede ganar una posible guerra contra Rusia: no habrá Umpa Lumpas que lo protejan.///PACO