El hombre que está solo y espera. Tal vez lo más importante del Affaire Kaczynski, el Unabomber, no sean sus difundidas acciones terroristas contra lo que él llamó Sociedad Industrial, sino su impostergable principio de no ser procesado como loco o anormal. Sí, el Viejo Ted quiso ser leído como un activista que actuó bajo su dogma y no como un desviado inimputable que canjearía prisión por loquero. La fuerza política de su mensaje quedó así presente, por más producciones audiovisuales que se emprendan para desactivarla y consumirla bajo la adulteración de lo patológico.

Vistas desde hoy las ideas que propugnaba Ted (que el avance tecnológico implicaría la destrucción de la humanidad) no estaban tan erradas. Aislado en un bosque desde la década del 70 del siglo pasado bien podría haber ocupado su imaginación y conocimiento en la invención de una máquina para viajar en el tiempo y unirse a la lucha de Cable y Bishop para destruir a Apocalipsis. Aunque teniendo en cuenta su tendencia tecnófoba esto hubiera conducido a una paradoja.

“La fuerza política de su mensaje” es una manera decir, como casi todo es una manera, de decir o de otras cosas. En este caso la manera alude (o quiere aludir) no a lo que Tedy quiso comunicar —ni siquiera a sus cuestionables formas—, sino más bien a que puede haber maneras de quebrar la realidad, hacerse, en algún punto, incognoscible, porque el inexistente Freedom Club (no había ningún club, sabemos, sólo un hombre en una cabaña) significó por casi dos décadas una incógnita irresoluble para el sistema de seguridad norteamericano, y así hubiese sido hasta el fin, de no ser por la traición de su hermano. Tragedias griegas (o polacas) en el mundo espectacular. Cierta manera de escribir dejó al descubierto a Ted, y, llegado este punto, podríamos decir que todas las maneras de escribir dejan al descubierto a quien escribe. Pobre Ted encabañado, su soledad de bosque y recinto de madera (sin electricidad, sin confort de vida moderna) quedó descubierta: fueron allanados sus cuadernos cifrados y su vida fue condenada a prisión perpetua. Él, que en busca de venganza implacable renunció a todo menos a lo que creía, se vio recluido, después de soñar bosques infinitos, a una celda minúscula y epistolar. Y se multiplicó, Ted, como los panes: Nadie sabía nada, sin embargo todos coincidieron en que algo había que saber, o por lo menor decir, y así fue que dijeron, equivocados o sin saber, eso ya no importaba.

Rock yugular. La mayor característica del gobierno es el uso de la violencia explícita y la puesta en escena de sus (pareciera) irrenunciables postulados discursivos. Sólo con esto puede relacionarse lo que viene a continuación con el bloque anterior, porque a decir verdad nada más opuesto a TK que quienes hoy ocupan el poder público en Argentina. Para esta gente el ideal es algo parecido a un mundo tecnofeudal, donde sólo los superricos pueden imaginar y sobre todo diseñar el futuro de la humanidad: un futuro interespacial, de conquista de nuevos mundos en otras galaxias. No son originales ni son los primeros en pensar una vida humana fuera del planeta. Hubo otros que antes imaginaron a los humanos como los únicos extraterrestres que, llegados de otra galaxia, conquistaron el mundo.

La mayor limitación del gobierno es su propia imbecilidad, no mayor a la de incursiones anteriores, aunque distintiva y particular, eso no puede negarse. El presidente se dio a conocer por sus comportamientos agresivos en los medios; cuando se mostraba calmo, acompañado de sus perros, no parecía en paz, sino alguien que estaba en una calma tensa, siempre al borde. Amoroso, tierno, “pero mirá que en cualquier momento pelo el cuchillo que llevo bajo el poncho y te lo entierro en la yugular: hasta dejarte mudo”. El gobierno dice: “Dame… dame tu vida, y tendrás mi piedad”. El gobierno monta su show en el miedo. Y si bien es cierto que no todos cumplieron con el mandato de obedecer o callar aun hablando se volvieron inaudibles: “Caen, caen al fin, caen los disfraces/caen desnudándote/mientras unos fantasmas, fieles amigos/ríen de vos y se roban tu fe.”

Lo que resume al gobierno es su política aceleracionista. Vamos a mil, te hacemos “el ajuste más grande de la historia de la humidad” y te lo escupimos en la cara, mientras tanto vos feliz, porque alguien, por fin, hizo lo que decía que iba a hacer: habló en serio, no en serie. Del lado de enfrente (no opuesto necesariamente), no lo olvidemos tan pronto, se apeló a la racionalidad, se dijo: “Ese es el loco, nosotros somos lo normales”. Pero las cosas no son así de fáciles y “el loco” ganó: se impuso como el orden de lo posible. Y la violencia continúa como práctica discursiva principal, puesta en escena de un acto contenido, siempre latente. Todo lo que hace el gobierno lo hace para justificar la muerte. El gobierno está en guerra permanente porque sabe que vive en el tiempo de la guerra permanente. Esa es su fortaleza, pero también su debilidad.

Copos de nieve y azúcar. En nuestro más acá, la Argentina, los llamados “copitos” preanunciaron el triunfo de quienes hoy gobiernan. El atentado no fue fallido, fue exitoso en sus términos, masificó un mensaje que ya estaba masificado pero, digamos, le dio una síntesis, lo encarnó. Fue la punta del iceberg del futuro que asomaba. Su fracaso exitoso, su perder ganando, anticipó una victoria electoral y destapó lo que un sector de la ilustración pública quiso negar y siguió negando: el descontento de millones con el orden de cosas que venía gobernando desde principios de siglo, en particular en amplios sectores de la juventud. Los copitos mediatizaron el descontento de una sociedad lumpenizada. Sin embargo, para un sector de la intelectualidad pública (por momentos demasiado proclive a convertirse en cultura oficial) fue más fácil reducirlos a meros agentes del neofascismo global: odiadores creados por las redes, sin “pensamiento propio”, que actuaron influenciados por las oscuras fuerzas del mal. Aunque tuviese componentes de verdad, esa lectura resultó insuficiente y puso en el tapete aquella frase que dice: “Nunca subestimes el poder de la negación”, en este caso el de “nuestra” intelligentsia vernácula. La derrota fue política, pero también intelectual.

En estos días, después del atentado de Mangione, parte de esos mismos sectores quisieron ver a un vengador de la clase trabajadora. No me importa en este texto la acción de Mangione, sino las varas de algunos sectores para pensar la violencia. Quiero decir, si por un lado se condena la violencia bajo el mote del odio cuando es ejercida por un grupo de jóvenes marginales y, por otro, se celebra cuando proviene de un joven de la elite yanqui, ¿qué quieren comunicar? ¿Fue el momento oportuno que encontraron para decir que matar es lo inevitable para cambiar el orden de lo posible? La brújula está rota.

El arma fallida de Sabag, y el arma impresa de Mangione, ¿quieren decir algo de las condiciones de producción de terror que cada sociedad produce? Las armas son armas, pero… Si la ciencia ficción es el realismo de hoy (y por eso hay que desconfiar de ella tanto como del realismo) la escena de los copitos y la de Mangione son configuraciones del realismo global actual que buscaron perforar (quizás demasiado literalmente) la realidad para descubrir que del otro lado la realidad seguiría tal cual estaba, o peor. Hacer visible lo visible.

El explicacionismo infinito como realismo capitalista. Si la derrota no fue sólo política sino también intelectual, no es extraño que el orden de lo posible mande a pensar en una escena de baño entre Myriam y Karina, escena que bien podría asociarse con un típico video porno, en este caso uno de exclusiva circulación limitada que pronto será “robado” por un dudoso —y seguramente mal pago— hacker operador que lo volverá viral. Ese será el momento en que veremos a Karina Grey y a Miryam Rose en el estrellato del porno-system político-nacional. Una escena de sexo hardcore en el Congreso por fin liberada para las masas. Es cierto, tal vez este hipotético video solo interesará por el morbo de sus protagonistas, pero es ese el séxito de cualquier producción triple x de pretensiones populares: no los protagonistas, el morbo. Esto también conduce a pensar en la relación entre porno y política. Además, ¿ya notó alguien el parecido de las caras de Grey y Rose? Al menos eso parece sugerir la foto de tapa del libro La soberana de Hyde, cuya autora en su raid mediático contó, para describir a través de un comportamiento a su objeto de estudio, la mentada historia de baño de las rubias (a la que se aludía lateralmente renglones arriba) en Santiago del Estero, con chacarera, bombo legüero y una damajuana. ¡Qué amable Karina ofreciendo maquillaje, reparando el botón mal abotonado del blazer de la trozca! Es que los socios del real-explicacionismo no pueden dejar de reparar en estos detalles, son intrusos del espectáculo, jorges riales del compromiso periodístico. ¡Good bye, Walsh! Rotos de pensamientos bien difundidos en el mercado de ideas en circulación. No importa, lo que importa es… Primero vender, después publicar. Primero vender, después, si se puede, si queda tiempo, escribir. Primero investigar y revestirse de seriedad para escupir las incómodas verdades en las caras de los streamers de turno. No matar las palabras no dejarse matar por… la novedad, la propaganda, la actualidad, la figuración.

¿Los límites de lo decible son los límites de lo pensable? Todos los libros sobre el gobierno son una prolongación de su victoria. Porque no se trata de escribir sobre (sea con o sin sobre) sino contra. O, llegado el caso, escribir sobre nada y contra todo. Pensar lo imposible, ¿eso se perdió cuando se fundieron los fundamentos? Bercovich: “Yo disiento con que Perú sea necesariamente preferible al 200% de inflación. Sé que el 200% de inflación es destructivo, enloquecedor, invivible. Pero en Perú el 70% de la gente sabe que no va a cambiar su condición de pobre”: ¿Y por casa cómo andamos? Pensar siempre en los límites de lo posible: ya fue suficiente. Por supuesto, se agradece en mesa de entrada de la oficina número 666 la afabilidad de todos los conmovidos explicadores de lo posible, esos mismos que, una vez hecho el negocio de mostrar lo que había que mostrar (y que de tan obvio se había vuelto impensable) cobraron la suculenta pauta de fama consabida y se echaron a andar. Bien por ellos.

Pero, mientras tantas explicaciones volaron por los aires, lo imposible quedó en manos de los Ellos. Los Ellos invadieron la gran llanura de los dramas con una nevada tóxica que gritaba: ¡Libertad…! Nada de naves espaciales y seres deformes con tecnología deslumbrante. O sí: Pero con una novedad: te mataremos mientras jugás a la grieta. Los Ellos no tenían forma, o la forma que tenían no era decodificable por la visión humana, o más preciso sería decir para quienes se creyeron la medida exacta de lo humano. Los Ellos no tenían imagen, hasta que la tuvieron. Los Ellos no eran humanos, hasta que se dieron cuenta, ellos mismos, pero también sus enemigos, que lo eran. Ahora los Ellos tienen imagen, brillan, y habrá que inventar una nueva decodificación. Hay que volverse idecodificable, dejar de comprar en el bazar del real-explicacionismo en curso.

Regresemos: Hay algo porno en el presidente. Hay algo porno en su estilo, que a esta altura es indisociable de su persona y de su estética, que es su política. Arrebatos violentos en set televisivos con pulposas mujeronas siliconadas, o maltratos a ignotas periodistas de rincones acorralados del país-corral que lo vio florecer y bendice cada mañana sus porno-actos diarios. El presidente se dice dios mientras se acuesta con sus perros. En este momento recuerda la foto con Stallone y dice “fuck-fuck-fuck” mientras el holograma de Conan aúlla. Pero todo es fantasía, él lo sabe mejor que nadie, por eso lo hace con su visor de realidad aumentada. Las retinas presidenciales se humedecen. Ojo, incluso podrían derretirse. El presidente grita en su pieza-balcón: ¡Soy el representante del Uno en el país chiquero, nuestro paraíso mugriento! ¡Soy dios! Por ahora. Todo representante de dios que se cree dios tiene su tiempo: es de humanos pensar la eternidad. El presidente dice ser un místico revolucionario, pero está desnudo (y no le importa) mientras ejerce su porno-política a cielo abierto. Porno mesianismo al palo. Porno mesianismo para todos. El presidente está contento. El presidente quiere ser Terrifier, el payaso siniestro, y canta: “¡Bailen el pogo del payaso asesino!”. Pero es un payaso, uno de tantos. De fondo se escucha un grito: “¡El gobierno ya tiene un muerto!”, como si lo estuvieran esperando, como si por fin hubiera llegado el día. Extraña manera de impugnar y celebrar en simultáneo.

Vuelvo: Si lo inconcebible nos gobierna quiere decir que se volvió posible: las puertas a un nuevo inconcebible están abiertas. La posibilidad de la fuga. Pero la fuga no estará en frases (no estará en ninguna frase) como “la Revolución es siempre una pasión de las clases medias” o “el peronismo es el partido del orden”. Desde los realpolitikers del centro peronismo romano a los trozkos de palacio no-revolucionarios: pensar lo posible. Pero tampoco dan en la tecla los lobos del autonomismo retrokirchnerista, saturados de buenas intenciones y viejas teorías, siempre mirando al sudeste. Es cierto, no hay ninguna tecla a la que dar, hay que inventarla. Lo que no tiene forma no nos protegerá, lo que no tiene forma será, llegado el momento, la posibilidad.////PACO