En la corta historia de la compra-venta de cuentas pertenecientes a distintas redes sociales, quien da el primer paso y manifiesta querer realizar la compra suele ser el comprador y no el vendedor. Así pasó con José Mendiola, quien –gracias a llegar antes que muchos a Instagram y registrarse con el nombre que sus padres habían elegido para él–, ahora tiene jugosas ofertas para comprarle un producto que a él no le salió nada. Lo mismo ocurrió con Israel Meléndez, quien inocentemente creó un usuario de Twitter con su nombre, obviando el apellido, y terminó haciendo una interesante transacción comercial con el país homónimo, que daba cualquier cosa por tener el control total de la cuenta.
En cambio, Fernando Salimbene, mejor conocido como Nandon, no tiene un nombre deseado por muchos ni los millones de seguidores que una empresa multimarca puede aprovechar para comerciar productos a lo loco. Aun así, decidió poner en venta su cuenta. Y, al ser artista plástico, lo hace de una forma poco ortodoxa: imitando a quienes ofrecen sus servicios en el espacio público. Pidiéndoles prestado el estilo a los clásicos del tipo “Pica pica bajada cordón”, Nandon cuelga carteles hechos a mano de árboles, paradas de colectivo y rejas a la vista de la persona que pasa. Los carteles que ofrecen la cuenta dicen “Se vende Instagram” y abajo agrega “@n.a.n.d.o.n”, para que quien esté interesado empiece a seguirlo. En su Instagram documenta las conversaciones con quienes interpelan al artista para preguntarle el precio o decirle cosas sobre su propuesta.
En la pieza de la casa de Mataderos donde vive con su familia, rodeado de computadoras y herramientas, con música electrónica de fondo y olor a comida flotando a nuestro alrededor, le pregunto un poco sobre este proyecto y nos cuenta todo.
¿Alguien puede decir que esto es para ganar seguidores?
Sí, totalmente. Por más que no haga nada, la cuenta sigue ganando seguidores por sí sola. Los carteles están en la calle y cualquiera puede verlos y seguirme, el hecho de ver la oferta genera curiosidad y deseo de consumo.
¿Vas a vender la cuenta?
No solo estoy vendiendo la cuenta, sino todo lo que tiene la cuenta y va teniendo: las conversaciones con los posibles compradores, las fotos, todo; es como la historia personal de alguien. Yo digo siempre que la cuenta se vende con los carteles en la calle, que quien compre la cuenta va a tener que seguir hablando con quienes ven los carteles y preguntan cosas. Ahora la gente todavía no lo sabe aprovechar, pero esto va a seguir creciendo y aumentando de precio, aunque su precio no vaya subiendo acorde a la economía, tiene un valor independiente al dólar y al peso. Yo insisto con que lo que se vende es una cuenta de arte digital: lo que se vende es todas las publicaciones en hilera que forman una especie de collage muy grande. Hoy está a setenta y cinco mil pesos.
¿No hay inflación en la venta de la cuenta de Nando?
No hay inflación, aumenta de precio. La cuenta yo la trato de vender al precio de lo que creo que vale. Si la quiero vender, le pongo un precio y se vende y listo, pero no es lo que vale. Para mí lo que vale es mucho más. Tengo la posibilidad, al fin, de poner el valor de lo que vale mi trabajo.
¿No te genera conflicto la invasión del espacio público?
No, la verdad que me da un montón de posibilidades nuevas, de llegar a lugares extraños.
Vos en tu cuenta hacés un poco el chiste que hicieron en el MALBA con la muestra de Leandro Erlich promoviendo que se vende el museo en la puerta del museo te robaron la idea.
No sé si me robaron la idea, pero hay algo que pensamos parecido. A mí me movilizó, justo yo vengo trabajando una temática similar y veo esto en un museo de esa categoría y pienso: “Ah, bueno, tan mal no estoy”. Pero lo mío es distinto, el cartel del MALBA es un chiste que empieza y termina, no da para pensar mucho más, todos dicen “Ah, ah, es una obra de Erlich” y listo. Mi cuenta está buscando venderse con los carteles en la calle. Y está buscando venderse en serio.
¿Es casual que esta idea aparezca en el peor momento de la economía argentina?
No, no es casualidad. Supongo que las mejores ideas surgen en momentos críticos. No solo es un momento crítico económico, sino también artístico, hay mucho más arte de lo que la gente le interesa consumir. Entonces, generar algo nuevo, algo distinto, escapar del lugar común del uso de las imágenes, los vjs, los tatuadores, es muy difícil. Esta cosa hipersaturada de las imágenes que ofrece internet termina llevándote a lugares raros para escapar de los lugares comunes en los que caen a quienes les interesa lo estético.
En el momento de terminar la entrevista, Nando, como agradecimiento, me regala uno de sus carteles de “Vendo mi Instagram”. Está pintado a mano, es de una madera liviana, le cuelgan dos cordones de zapatilla, que son los que tendría que usar si quisiera atarlos a un semáforo. También me da unos stickers que dicen lo mismo que el cartel. Yo no termino de entender si quiere usarme para vender su cuenta, si su arte es de una generosidad sin límites o si, tal vez, lo que le importa es remarcar que tratar de vender su cuenta es igual de sensato que quien trata de vender paltas o medias con tal de llevarse unos pesos a casa. No le pregunto nada, prefiero quedarme con la duda.////PACO