Las inconclusas elecciones santafesinas sorprendieron a muchos. Si bien ya se sabía que el resultado sería ajustado para cualquier fuerza que resultara ganadora, se esperaba que antes de la medianoche del domingo haya al menos una tendencia clara. Eso mismo sucedió en el distrito más populoso, Rosario y su metrópoli, donde el representante del Frente Progresista conducido por el Partido Socialista, Miguel Lifschitz, quedó a 9 puntos de ventaja sobre el comediante Miguel Del Sel y la intendenta socialista Mónica Fein obtuvo la reelección por un punto por sobre su competidora del PRO. Un punto, se sabe, es poco para gobernar con fuerza pero suficiente para que la victoria sea clara. Lifschitz, en cambio, cantó victoria con un dudoso 0,5 por encima del Midachi, quien apadrinado por Mauricio Macri –más acostumbrado a los discursos políticos, pero todavía sin comprender la lógica política- hizo un berrinche en cadena nacional cuestionando las impugnaciones como si alguna vez hubieran definido una elección. Por su parte, un moderado Omar Perotti, candidato del Frente para la Victoria, un punto por debajo de sus dos competidores, no dejó de pedir moderación y paciencia, tal vez porque siempre vio su victoria como una ilusión y no había pensado estar tan cerca de ganar las elecciones.

Urnas en el Comando Electoral

El PRO, si bien logró muchos concejales y algún intendente, todavía se muestra como una fuerza que tiene más apoyo mediático -y un líder carismático- que representatividad.

El “empate técnico”, como lo definieron muchos en la mañana del lunes es, sin embargo, un mensaje en sí mismo de la ciudadanía santafesina hacia quienes aspiran a gobernar la provincia: no nos gustan mucho los que están pero tampoco confiamos demasiado en las opciones. La diversidad no sólo se dio en la cabeza de las boletas sino en todos los niveles de votación. Más allá del gobernador que está por definirse, ya se sabe que la Cámara de Senadores tendrá mayoría peronista, la de diputados mayoría socialista, un enorme caudal de legisladores del PRO entrará en la cámara baja y un reparto de intendencias que equilibra hacia el socialismo la jefatura de los distritos en el interior provincial, además de que Rosario y Santa Fe seguirán gobernadas por la alianza progresista que careció de una tracción fuerte de candidatos a nivel nacional. Entonces, una lectura posible es que la ciudadanía santafesina pide más socialismo (y menos peronismo) en las intendencias, aunque para la gobernación tenga la decisión divida. A estas intendencias, el electorado le puso senadores del PJ para que controlen y vigilen de cerca los distritos y lograr así alguna especie de equilibrio democrático. Algo similar ocurre a nivel gobernación, ya que la Cámara de Diputados tendrá un socialismo fuerte que deberá respaldar a su candidato en caso de que gane o controle con fuerza al Midachi en caso de que sea el ganador. El PRO, si bien logró muchos concejales y algún intendente, todavía se muestra como una fuerza que tiene más apoyo mediático -y un líder carismático- que representatividad, y en caso de gobernar le costará muchísimo llevar adelante su gestión si no abre sus puertas a las demás fuerzas. A Del Sel, entonces, en caso de ganar no le bastará con la asesoría de Carlos Reutemann, Mauricio Macri y sus históricos compinches del mundo del espectáculo, sino que deberá dialogar intensamente con el PS y el PJ, que contará con perros rabiosos dispuestos a mirar y señalar de cerca cada detalle. Esto queda claro cuando vemos que el gobernador saliente Antonio Bonfatti tuvo un nivel de adhesión indiscutible del 44% encabezando la lista de diputados.

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También queda claro que la nueva figura promesa es Omar Perotti, quien logró unificar al peronismo detrás de sí y llevarlo a un récord histórico en las urnas, aunque se trate de una historicidad más bien reciente. Desde hace muchos años el ex intendente de Rafaela y actual diputado intenta ocupar el lugar de hombre fuerte del PJ santafesino, y el peronismo provincial se resistió al liderazgo de un político proveniente del interior provincial cuya impronta moderada y tecnocrática no convencía a un justicialismo acostumbrado a los líderes carismáticos y emocionales. Pero el último de esa lista, el diputado nacional Agustín Rossi, apenas si había conseguido el respaldo mínimo necesario para existir no sin vergüenza, y directamente quedó afuera de esta puja electoral donde apenas ensayó una candidatura a Presidente que nadie se tomó muy en serio. El PJ debió decidir después de las PASO y dejar de ensayar alternativas para encolumnarse decididamente detrás de un candidato cuya mano fue levantada por quien se perfila como el próximo presidente de los argentinos, Daniel Scioli, en un signo indiscutido que marca más futuro que presente. Gracias al piso de 30% que logró en esta elección, y al apoyo político de la mayor promesa del PJ a nivel nacional, podemos visualizar un Perotti mucho más fuerte en 2019. Considerando que el ex intendente de Rafaela no tiene en sus treinta años en la función pública ningún traspié importante, es esperable que llegue saludable a la próxima elección y tenga nuevamente tras de sí –y desde el principio- a un peronismo santafesino dispuesto a recuperar la provincia perdida con dolor frente al socialismo liberal que comanda Hermes Binner, quien toma carrera para enfrentar pronto a Carlos Reutemann en las elecciones nacionales por la senaduría.

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Este final abierto de la elección del domingo deja, sin embargo, una certeza importante. Gane quien gane precisará formar acuerdos muy delicados con sus competidores.

Este final abierto de la elección del domingo deja, sin embargo, una certeza importante. Gane quien gane precisará formar acuerdos muy delicados con sus competidores. Si gana Miguel Lifshitz, deberá auditar su gobierno con un PJ que ya se encuentra reconstruido y listo para crecer, y con un PRO hambriento de marcar terreno. Su gobierno, entonces, deberá ser aún más abierto que el de Antonio Bonfatti, quien realizó importantes aperturas durante su gestión, que tuvo las cámaras lideradas por la oposición y una diferencia con Del Sel en las urnas de apenas tres puntos. La legitimidad del socialismo golpeado deberá construirse todos los días, acordando y dialogando, haciendo concesiones y moderando cierto tono mesiánico que caracteriza sobre todo a sus mandos medios desde hace ocho años. En caso de que Del Sel sea victorioso, el nuevo referente deberá directamente abrir su gobierno a la opinión de todos, ya que no sólo contaría con una diferencia de centésimos de votos con el gobierno saliente, sino también con las cámaras legislativas dominadas por la oposición y una inexperiencia abrumadora en cuestiones básicas de gobierno. Y aunque es improbable ya una victoria de Omar Perotti, es cierto que su excelente performance electoral lo ubica como un referente de peso en las cuestiones claves, y su opinión y asesoría serán importantes para llevar el rumbo de la gestión provincial.

En una provincia que estaba pidiendo un cambio, el escenario no se ve tan mal. La victoria ajustada del ganador permite que su gobierno sea plural y reciba la colaboración –y control- de las fuerzas políticas con mayor representatividad, un desafío netamente democrático que fue producto de una elección curiosa que contradice la lógica mediática que precisa un ganador claro para que las cámaras de televisión se regocijen con las imágenes de un festejo banal que en poco tiempo se muestra ilusorio, sobre todo ante los graves problemas de seguridad que vive la provincia de Santa Fe. Y sobre todo, la idea de ver en los comicios santafesino una simple “previa” a las elecciones nacionales deja el proyecto con un sabor amargo, ya que ni Mauricio Macri, ni Daniel Scioli –y mucho menos el holograma Margarita Stolbizer- pueden capitalizar unas elecciones complejas y llena de significantes tan difíciles de resumir en un tuit//////PACO