La tricotilomanía es el síndrome que lleva a arrancarse el pelo de manera compulsiva, tanto del pubis como de la cabeza, la región anal u otras zonas del cuerpo. De acuerdo con estudios recientes, sólo en Estados Unidos existen alrededor de 20 millones de personas que padecen el trastorno. Hay quienes, sin embargo, consideran a la tricotilomanía como una parafilia, es decir, como una fuente de satisfacción sexual no vinculada directamente con el coito. Tal es el caso de Hugo Cansino, integrante de la lista de correo “Tricotilofilia”, que nuclea a hombres y mujeres que ejercen a conciencia la tricotilomanía a lo largo y a lo ancho del país. Consultado por PACO, esto es lo que nos contaba al respecto.
¿Cuándo descubriste que padecés tricotilomanía?
En primer lugar, no me gusta llamarla de esa manera. Lo mío no es una patología. No es una cuestión terminológica solamente: yo sufrí mucho por culpa de esta sociedad. Los médicos están educados para la normalidad, es decir, para la represión. ¿A quién jodo si me arranco pelos del culo? Eso, por un lado. En respuesta a tu pregunta, ya desde chico me di cuenta de que a mí el placer me llegaba de manera diferente que a los demás. Hasta la pubertad, digamos, doce, trece años, me arrancaba pelos de la cabeza. Con mucha vergüenza, porque siempre estaban los otros para señalarme con el dedo, para burlarse de mí. Cuando me empezaron a crecer los pelos en el pubis, no pude parar. Sufrí mucho durante esos años. Mis viejos estaban preocupados: me llevaron a médicos, psicólogos, psiquiatras incluso. Cada uno con su manual, desde el púlpito, tratando de explicarme que lo que a mí me daba placer, para ellos estaba mal. Vivía con una angustia que hoy en día me resulta absurda, criminal: esa, y no otra, era la verdadera enfermedad.
¿En qué momento se revirtió la situación?
Gracias a internet. Empecé a buscar y me di cuenta de que había muchos como yo. Los primeros nos conocimos en un foro y armamos la lista de mails. Éramos hombres y mujeres de diferentes edades y lugares, con historias similares y una necesidad enorme de compartir lo que nos pasaba. Fue una catarsis fenomenal. Inteligencia colectiva en acción. Aprendimos que no todo dolor es malo. El dolor te fortalece, te vuelve más sabio. Esta sociedad está preparada para evadirse del dolor. Es autista, en ese sentido. De todo eso hablábamos en la lista pero también de cine, libros, la vida en general. Lo de las reuniones fue una cuestión de tiempo. La primera fue a los dos meses de habernos encontrado. Al principio éramos seis. Hoy en día somos más de cincuenta en todo el país y seguimos creciendo.
¿En qué consisten las reuniones?
Somos personas muy abiertas, pero muy respetuosas de los demás. Nadie está obligado a hacer nada en contra de su voluntad. Hay hombres y mujeres, algunos vienen en pareja, otros no. Muchas parejas se han conocido en la lista, lo cual es ideal, porque muchas veces la gente de afuera no entiende que el dolor también es felicidad. Les genera rechazo. Por eso somos muy cuidados en hacer ingresar gente nueva. Las reuniones suelen hacerse en algún bar o boliche de capital, que alquilamos para la ocasión. No son orgías, aunque más de una vez ha pasado que deriva en eso. Tampoco somos swingers ni nos cabe el bondage ni el S&M, a pesar de que algunos miembros también curtan esa onda. Somos tricotilófilos, y a eso nos dedicamos. Si alguno quiere mantener relaciones sexuales por supuesto que nadie se lo va a impedir. Para reprimir están los demás. Nosotros ya estamos curados de espanto.
¿Cuáles son los próximos pasos?
Abrir una asociación civil y quizás también un bar o un centro cultural. Vincularnos con gente de afuera. Existen experiencias similares en Estados Unidos y República Checa. Sabemos que hay muchos más como nosotros, que quizás por miedo o vergüenza no salen a la luz, y es nuestro deber concientizar para que las futuras generaciones no tengan que atravesar lo mismo que nosotros.////PACO