Los globos flotan en Buenos Aires. Flotan en Santa Fe, en Salta, en Tigre, en Santa Cruz. Flotan en la provincia y en la capital. Flotan en el campo y la ciudad. Argentina se llenó de globos amarillos un domingo en el que la elección pareció ser un trámite. Lejos quedaron las maniobras de las PASO, en las que el gobierno debió acudir a una compleja triquiñuela para retener los votos hasta el discurso del presidente Mauricio Macri y disimular la victoria de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en Provincia de Buenos Aires. Ayer, al cierre de los comicios, cada portal de noticias colgó la publinota obligada festejando un inminente triunfo de Cambiemos. Las urnas en muy pocas horas le dieron la razón. No hubo dudas, ni esperas, confusiones o conspiraciones.
Los globos flotan en Buenos Aires. Flotan en Santa Fe, en Salta, en Tigre, en Santa Cruz. Flotan en la provincia y en la capital. Flotan en el campo y la ciudad.
Flotan Sergio Massa y Florencio Randazzo. Los chicos de la renovación quedaron tan atrás que perdieron cualquier protagonismo que alguna vez hubieran tenido. Entre los dos candidatos no sumaron ni el 20% de los votos totales. Desde las PASO hasta ayer, todo fue oficialismo o kirchnerismo, lo nuevo y lo viejo, los chetos o la yegua, no pasarán y vamos a volver. Y flotando hasta perderse también quedó Juan Manuel Urtubey, quedó Martín Losteau, quedó el socialismo santafesino. En la Argentina de 2017 no hay lugar para los tibios ni los reformistas, no hay interés en la mezcla de moderación y oportunismo. No hay espacio para lo que no sea sensual, atractivo, prometedor o interesante. Los votos dejaron claro que se es o no se es, se pelea o se acompaña al que pelea agitando en la esquina o con la toalla en la mano, pero no se entra en el ring a dar pataditas esperando conseguir siquiera un premio consuelo. Aunque la elección legislativa sea, al final, la madre de los premios consuelo, porque todos ganan, todos entran, todos legislan, en esta elección, todos pierden. Entre ganar y perder sólo queda flotar.
Unidad Ciudadana es una PYME que apenas tiene los administrativos necesarios para subsistir.
Flota Cristina. Mientras el oficialismo saldrá a instalar que Cristina perdió la elección, lo cierto es que es Senadora y tiene su propia dulcería. Unidad Ciudadana es una PYME que apenas tiene los administrativos necesarios para subsistir. Sus candidatos no obtuvieron más que el piso histórico que obtuvo el kirchnerismo desde que Cristina lo conduce. Es un partido con un líder fuerte y una estructura débil, con militantes ruidosos y minoritarios, fiel a su último período de gobierno. Escapada del peronismo que buscaba domarla y ponerla en un lugar dócil, Cristina fundó su propio espacio, uno donde nadie discute su rol de conductora. Lo que en principio fue un maxikiosco electoral, después de este domingo se transforma en una escuela con las aulas vacías. Su discurso de anoche deja clara su intención de superar al Partido Justicialista y formar su propio peronismo del siglo XXI. Una fuerza fundada sobre un segundo puesto, muy cerca del ganador. Del Frente para la Victoria al Frente para la Derrota, sin presupuestos millonarios y sin el omnipresente poder del Estado, Cristina ahora es una opción, como una sirena de alarma ante los abusos del macrismo que pinta de amarillo las calles y campos de la Argentina. Seguirá siendo protagonista de la batalla política, porque delante tiene un enemigo que busca neutralizarla, no realmente, sino sólo para mostrar a los propios que hacen trabajo para el que fueron votados. Cambiemos necesita a Cristina porque está fundado en contraposición a su figura, y Cristina ahora necesita a Cambiemos porque su Unidad Ciudadana se funda para combatir esta alianza del PRO, la UCR y Lilita Carrió. Ese binomio signará los próximos años de la política argentina, y esta elección es el principio de este proceso.
Nada importan las protestas multitudinarias que vimos en los últimos meses, nada importa el Caso Maldonado, nada importa la deuda externa millonaria que crece.
Flota Cambiemos. Los ganadores indiscutidos de la legislativa 2017 festejaron sin pudor anoche en los bunkers de campaña. Nada importan las protestas multitudinarias que vimos en los últimos meses, nada importa el Caso Maldonado, nada importa la deuda externa millonaria que crece ni el dólar, la nafta, los servicios, no importa la ausencia de las inversiones extranjeras prometidas dos años atrás ni la imposibilidad de imponer sus políticas más básicas. Cambiemos actúa como si la elección fuera un cheque en blanco para hacer a diestra y siniestra, como si fuese la confirmación de que el rumbo por el que llevan al país en los últimos dos años fuera no sólo correcto sino exitoso. Disimulan que la única razón por la que la gente los vota es la ilusión de que el mercado pondrá a cada uno en el lugar que creen merecer, y que las urnas hablan más del deseo de contraponerse al kirchnerismo que de ratificar a quienes gobiernan. Prefieren olvidarlo pero ahora saben que Cambiemos también flota. Flota entre la inoperancia de sus ministros, entre la dependencia que tienen de Lilita Carrió quien destruyó todo lo que alguna vez armó en su carrera política. Flota porque consiguió un respaldo del 50% en CABA a una candidata que es incapaz de gobernar y siquiera de presentarse como candidata a gobernar la cuidad. Flota porque la UCR es un socio dócil con viento a favor, y destructivo con viento en contra, como se ve claramente en la experiencia del frente santafesino que lidera el socialismo y ahora, cuando el progresismo está en baja, el radicalismo abandona para ir con el nuevo amo. Flota porque los pronósticos económicos auguran un dólar cada vez más alto, un endeudamiento creciente, una inflación que retrocede sensiblemente pero que sigue minando los bolsillos de la clase media y baja y porque los sindicalistas y legisladores frenan los planes de flexibilización. A diferencia de Cristina, que está cómoda flotando en su barco vacío, Cambiemos tiene miedo a flotar, y cada vez que puede lo demuestra. Así está Marcos Peña, que ejecuta políticas de gobierno basado en temerosos focus group, que resultan evidentes para cualquiera que los quiera ver. Flotar es que ellos tienen pan hoy y no saben qué pasará mañana. ¿Qué va pasar cuando la economía empeore, cuando la flexibilización aumente la desocupación, cuando las inversiones sigan sin llegar, cuando lleguen y destruyan a las empresas oficialistas como ahora pasa con Mercado Libre, y los empresarios liberales empiecen a exigir apoyo de un Estado que no tiene dinero ni quiere entregarlo? ¿Qué va pasar con el Cambiemos flotador cuando el mal humor social empiece a prestar atención a los infantiles intentos de sus funcionarios por maquillar en cambio de gobernar? ¿Qué pasará cuando la ilusión del dinero que vota el pueblo Argentino se revele como lo que es, una ilusión? De flotar para arriba a romperse de un estallido, sólo hay una aguja de distancia.
El sello continúa vigente hasta hoy, 53 años después, y su candidato en éstas últimas elecciones fue Florencio Randazzo.
Flota el peronismo. El peronismo tiene al menos 71 años de vida. Al principio se llamó Partido Peronista y en 1964 su líder lo bautizó Partido Justicialista. El sello continúa vigente hasta hoy, 53 años después, y su candidato en éstas últimas elecciones fue Florencio Randazzo, que tuvo una de las peores performances de la elección, después de que Cristina le negara la interna y formara Unidad Ciudadana, y de que Sergio Massa, quien podría haber ido dentro del PJ, también creara su propia alianza. Sin embargo, en esta elección quedó claro que el peronismo, sea lo que sea, tiene que realizar una profunda reflexión interna para definir su futuro. Por supuesto, usted querido lector ya leyó esto muchas veces en el pasado. En cada elección que el peronismo pierde se dice que hay que replantear el peronismo. Pero el domingo a la noche los dos políticos más importantes del país, Cristina y Macri, coincidieron en que el peronismo enfrenta un trance que llevará a su desaparición. Es curioso que dos enemigos mortales, aparentemente ubicados en veredas opuestas, coincidan en esto. Cristina busca que el peronismo se acople y llene su escuela, tanto de maestros como de alumnos y sobre todo, de repitentes. Macri quiere que el peronismo se acople al vasallaje de la coparticipación y adelantos del Tesoro. Porque el peronismo conserva algo que es valioso para ambas fuerzas: los gobernadores del interior. Una fuerza que supo ser líder a nivel nacional hoy está replegada en los territorios provinciales, con diferentes niveles de dominio, y esperando ver qué pasa en un futuro que aparece en la línea de flotación. ¿Hacia donde flota la balsa emparchada del peronismo? Como la de Homero y Flanders, deberá seguir el olor de la comida hasta llegar a una nueva hamburguesería del mañana, o perderse entre los rápidos del río del olvido.
Las elecciones 2017 más que presentar ganadores y perdedores echaron por la borda las propuestas tibias.
Flota Argentina. El país eligió dos miradas, dos ideas que se contraponen, y que a la vez se complementan. Dejó atrás las propuestas intermedias, las figuras políticas que se transparentan por su propia intangibilidad, por carecer de peso y de forma. Las elecciones 2017 más que presentar ganadores y perdedores echaron por la borda las propuestas tibias e instalaron un panorama dual que parece concentrarse, fundando como una sinergia que signará la vida política de los próximos tiempos//////PACO