Octubre 1919. Serie Mundial de Béisbol de los Estados Unidos. Chicago White Sox versus Cincinnati Reds. El favorito de la serie: Chicago White Sox. El ganador de la serie: Cincinnati Reds. Los rumores: los Medias Blancas jugaron a menos por guita. Una puñalada en el corazón para el pueblo americano. Ingenuo, sí. Creyente, sin dudas.
¿Cómo recuperar la credibilidad del deporte nacional de los Estados Unidos después de que se supiera que 8 jugadores del equipo más popular de Chicago habían decidido ir para atrás en una final de la World Series de la Major League Baseball (MLB)? ¿La Justicia? Difícil. Un Gran Jurado de Chicago resolvió absolver a todos los acusados después de que importante evidencia desapareciera de la Corte.
El precio de la credibilidad
Estados Unidos se preparaba para vivir un siglo convulsionado, lleno de transformaciones sociales. La credibilidad en las instituciones no pasaba por su mejor momento. En paralelo al «escándalo de las Medias Negras», John Edgar Hoover era nombrado asistente del Director del FBI, el cual por entonces era considerado un organismo corrupto.
En 1924, mientras en USA se vivía lo que la historia recuerda como «los años sin ley» (por el crecimiento de la actividad delictiva vinculada a la Ley Seca), el por entonces Presidente, Calvin Coolidge, nombró a J. Edgar como Director del FBI para devolverle credibilidad a la institución. Las primeras acciones de Hoover: limpiar a todo agente relacionado con actos de corrupción, sacarse de encima a todo aquel que aspirara a reemplazarlo y, finalmente, darle una impronta propia al organismo.
La «impronta propia» sin dudas para muchos es el precio más costoso de la credibilidad. En ese sentido, ¿cómo es posible transformar la racionalización sacro del lenguaje que envuelve a una institución? Aquí Jünger Habermas analiza la teoría psicológica social de (George Herbert) Mead, en la que el «Otro generalizado» (algo así como la sociedad) se presenta como norma general de un grupo social.
En su libro El Discurso Religioso de la Modernidad: Habermas y la religión, José Mardones señala que para Habermas la autoridad de ese «Otro generalizado» es de carácter religioso: «El simbolismo religioso constituye, por tanto, el núcleo arcaico de la conciencia normativa». De esta manera, volvemos a preguntar: ¿cómo podemos devolver la credibilidad perdida de un deporte nacional?
El Hombre
Kenesau Mountain Landis, nacido en Ohio en 1866, fue un reconocido juez federal de los Estados Unidos (de 1905 a 1922) y el Primer Comisionado de Béisbol de las Grandes Ligas (de 1922 hasta su muerte en 1944). Su decisión, individual e inapelable, determinó que los ocho jugadores envueltos en el escándalo de la Serie Mundial de 1919 fueran suspendidos de por vida del profesionalismo.
Su reputación de juez implacable fue la que decidió a los dueños de los clubes a nombrarlo como Comisionado de la Liga, fundamental para recuperar la credibilidad de deporte en el país. No importaba la decisión de la Justicia o la condición de ídolos populares que tenían muchos de los White Sox, había que dejar sentado que cualquier jugador que arreglara un partido no volvería jugar nunca más en su vida.
«Independientemente del veredicto del Jurado, un jugador que arregle un juego de béisbol, un jugador que acometa o se comprometa a arreglar un juego de béisbol, un jugador que se se sienta en confianza con un montón de apostadores y corruptos, donde se discuta la posibilidad de arreglar un partido y no acuda con prontitud a denunciar a su club acerca del arreglo, nunca jugará béisbol profesional».
De esta manera, sin jurado, sin consultarle a ninguno de los dueños de los clubes –condición que antepuso Kenesau Mountain Landis para aceptar el cargo– y con la simple redacción de un párrafo, el Commissioner permitió que la Major League Baseball garantizara que nunca más, siquiera por un instante, el pueblo americano ponga en duda su fe por el comportamiento de los jugadores que forman parte del deporte más popular de los Estados Unidos./////PACO