El 2 de febrero pasado, a los treinta y ocho años de edad, murió en Texas Chris Kyle, el Diablo de Ramadi. Murió acribillado por un tal Eddie Ray Routh. Mr. Routh, como respetuosa o irónicamente lo llama la prensa estadounidense, es un ex soldado de veinticinco años que padece estrés postraumático desde su regreso en 2010 de una gira mágica y misteriosa por Irak y Haití.
La vocación militar de Mr. Routh se manifestó a edad temprana, en la secundaria. En una foto del anuario de la escuela a la que iba aparece charlando con un reclutador de la U.S. Navy. Cuando terminó la escuela, a los dieciocho, Mr. Routh se enroló en los Marines. De eso hace casi siete años, en 2006.
El acercamiento de Chris Kyle a la vocación militar es una fábula texana. Hijo de un pastor religioso y una maestra de escuela dominical (lo que acá, en clave católica hispanoparlante, llamaríamos “maestra de catecismo”), cosechó tabaco en la granja familiar desde chico. A los ocho recibió su primera arma de fuego: un fusil .30-06 Springfield, regalo de su padre. Además de practicar el tiro y la caza, durante su adolescencia Kyle se dedicó a jinetear caballos furiosos en esos rodeos típicos del Medio Oeste y el Sur Texano. Lo hizo hasta que una lesión en el brazo terminó con su carrera deportiva. Pese a la lesión, a los pocos meses logró entrar a formar parte de la U.S. Navy.
Gracias a sus cualidades para el tiro, Kyle se convirtió en francotirador en los U.S. Navy Seals y fue enviado a Irak durante la operación que se llamó Iraqi Freedom. Es la misma que terminó con el gobierno de Hussein, la de las imágenes que vio todo el mundo de los soldados yankis derribando la estatua de Sadam y entrando al palacio de gobierno a hacer mierda todo en nombre de la civilización occidental.
Durante esa operación Kyle mató a la primera persona de su vida y de su carrera. Con su fusil Lapua Magnum PGM .338 le disparó a una imprudente mujer iraquí que se acercaba corriendo hacia unos Seals con una granada en la mano. Una bala de PGM .338 tiene un calibre de 8,6 mm, algo más que los 7,62 mm de la medida militar internacional estándar, y sale a una velocidad de 900 metros por segundo. Para tener una idea: la velocidad del sonido dentro de la atmósfera terrestre es 343 m/s. Es decir que la iraquí no tuvo muchas chances de accionar su granada y los compañeros de Kyle salieron ilesos gracias a él.
Desde aquel momento, la carrera de Kyle como francotirador fue en ascenso. Tuvo una performance olímpica en la toma de la ciudad Ramadi gracias a la cual se ganó, de parte de los iraquíes, el apodo de “El Diablo de Ramadi” y recayó sobre su cabeza una recompensa de veinte mil dólares vivo o muerto que más tarde ascendería a ochenta mil. Sus compañeros seals también le pusieron apodo. Como al mexicano Julio César Chavez en el boxeo, a Kyle empezaron a llamarlo “La Leyenda”. No era para menos: con sus 160 muertes confirmadas oficialmente (sobre un total de 255 proclamadas por el mismo Kyle) al final de cuatro campañas en Irak, Chris Kyle se convirtió en el francotirador recordman absoluto de la historia militar estadounidense. (El récord mundial todavía es de un finlandés llamado Simo Häyhä que bajó a 500 y pico de rusos en la Segunda Guerra.)
Probablemente el tiro más espectacular de Kyle fue el que le disparó a un joven iraquí que tenía una bazooka y estaba por dársela a un convoy estadounidense en Sadr, cerca de Bagdad. Fue la mano de Dios: disparó a una distancia de casi dos kilómetros y le pegó. “Dios sopló esa bala y le acerté”, dijo tiempo después Kyle.
En 2009, después de diez años de servicio, Kyle se retiró de los Seals con todas las medallas imaginables. Se llevó en su pecho insignias clásicas como la Purple Heart, varias estrellas de plata y algunas condecoraciones más nuevas y pretenciosas como la Medalla al Servicio en la Guerra contra el Terrorismo Global. Por esa época, Mr. Routh andaba de gira con los Marines en el mismo puesto que Kyle: francotirador.
Cuando su carrera militar terminó, después de estar un rato con los hijos y todo eso, Kyle emprendió esos proyectos típicos de los deportistas retirados: la beneficencia, el espectáculo, la autobiografía.
American Sniper, el libro en el que cuenta sus hazañas con prosa patriotera y se refiere a los iraquíes como “salvajes”, llegó a lo más alto de la lista de bestsellers del New York Times. Durante 2012, Kyle, el Messi de los francotiradores, participó para la NBC en una especie de reality show de lobby militar llamado Stars Earn Stripes. También siguió mordiendo con el tema de la guerra. Hasta su muerte dirigía una pyme contratista de entrenamiento militar para nuevos francotiradores y otras cosas cuyo emblema corporativo es una calavera estilo The Punisher con una mira en el ojo derecho (http://www.thecraft.com).
La vuelta a casa de Mr. Routh no fue ni tan gloriosa ni tan próspera. Después de estar en Irak y en las ruinas del terremoto de Haití ayudando a reconstruir el país a pura bala, en 2010 se terminó su carrera y el estrés postraumático empezó a pasearlo de un psiquiátrico a otro. Tuvo al menos un intento de suicidio y varios incidentes policiales por drogas y robos menores. Una vez se robó un pack de botellas de cerveza y lo agarraron.
Estas secuelas de la guerra contra el fantasma del terrorismo global son bien conocidas en Estados Unidos. Por eso, el héroe Kyle cada tanto se encargaba de ayudar a los veteranos que las padecían a través de una ONG ad hoc. La terapia consistía en llevarse al veterano en cuestión a un campo donde podían relajarse disparando al blanco y/o cazando algún animal.
El 29 de enero pasado Mr. Routh había salido de un neuropsiquiátrico de Dallas. Estaba un poco paranoico y sus padres se habían opuesto a que le dieran el alta pero los médicos igual lo largaron. El 2 de febrero se fue al campo con Kyle y otro amigo más en plan terapéutico. Ahí les disparó varios tiros a los dos con un revólver semiautomático y se fugó en la camioneta Ford de Kyle, con la cual parece que tenía una especie de fijación. Kyle y el otro murieron. A Mr. Routh lo agarró la policía en su casa un par de horas después. Dijo que los había matado antes de que ellos pudieran matarlo a él. Entre los argumentos condenatorios contra Routh, la prensa estadounidense señala que era desempleado y que cuando la policía allanó su casa encontró unos canutos de marihuana en la caja donde guardaba el revólver. También indican que solía vestirse con ropa camuflada.
Este 11 de febrero, Chris Kyle fue velado en el estadio de los Dallas Cowboys en Arlington, Texas. A despedirlo fueron miles de personas. Se calcula que siete mil. Entre ellas estuvo Sarah Palin, la gobernadora de Alaska que caza ciervos en helicóptero y lidera el Tea Party. Al otro día, el Diablo de Ramadi fue llevado en una literalmente kilométrica procesión al Cementerio Estatal de Texas, que está muy lejos del estadio de los Cowboys. La escolta estuvo compuesta por un montón de patrulleros y motos con banderas y autobombas. En cada puente había cientos de uniformados de todo tipo y edad haciendo la venia. Allí en el cementerio fue sepultado con honores militares: la fanfarria y la bandera doblada en forma triangular.
El mismo día a la noche, Barack Obama dio en Washington su discurso sobre el Estado de la Unión, algo tradicional que parece que hacen los presidentes estadounidenses todos los años. Aunque nombró con tono emotivo a varios working class heroes presentes en el recinto, Obama no hizo ninguna mención a Kyle en el discurso que le escribió Jon Favreau. Si bien toda la historia del francotirador muerto por un loco armado, con su moraleja progre y su ironía, es casi ideal en el contexto de la lucha por el control de armas que encabeza hoy Obama, no hizo ni el amague de mencionar al popular Kyle. Marco Rubio fue el representante republicano encargado de responderle a Obama desde la oposición, pero tampoco hizo mención al francotirador texano que mató a tantos y tantos enemigos de los Estados Unidos. Las críticas a ambos, al latino republicano hijo de inmigrantes y al demócrata negro Premio Nobel de la Paz, por parte de los fans wasp de Kyle no se hicieron esperar.///PACO