Decir que la elección de ayer fue histórica es quedarse corto. La tradición de las PASO es muy breve a nivel nacional, los que votamos en Santa Fe -el primer distrito que las aplicó gracias a una reforma ideada por el socialista Hermes Binner- conocemos su dinámica un poco mejor. Tiene unas reglas curiosas, una de ellas es que el ganador de las PASO podría no ser el ganador de las generales. La teoría dice que el ganador de la interna abierta llegó a su techo mientras que el segundo más votado puede crecer. Pero como toda teoría, puede generar excepciones por el clima electoral. La grieta es un concepto inventado por el periodismo en el último tiempo del segundo gobierno de Cristina Fernández, allá por 2013, que fue recogido por el marketing político y finalmente dominó la conversación electoral en 2015, 2017 y 2019. Cuando Alberto Fernández salió de su casa luego del cierre de los comicios, abordado por periodistas dijo “la grieta se terminó conmigo”.
Al mirar el mapa de los resultados electorales provisorios queda claro que la grieta nunca existió después de 2015, cuando el ballotage le dio una paridad a las dos fuerzas que componen el concepto. Estos años en que los titulares, los analistas, los periodistas, los políticos agitaron con la existencia de una división igualitaria del electorado fue una mentira. La grieta se resolvió mucho tiempo antes de esta elección, cuando el malestar con el gobierno de Mauricio Macri se hizo evidente en todos los ámbitos: el trabajo, la producción, los hogares, las escuelas, los centros de investigación, la calle en general. Al salir de las burbujas de filtro creadas por los medios, el enojo con el macrismo era evidente y el pueblo argentino, consciente de la debilidad de las instituciones y los mercados, esperó pacientemente hasta la oportunidad de manifestar su descontento por las vías normales. La grieta en este país azul que dejó las PASO no existe, sólo existe una sana y robusta democracia, en la que la mayoría impone a la minoría su decisión.
La grieta, entonces, fue un negocio de muchos, algo que ya habíamos dicho mucho tiempo atrás en Revista Paco, pero quedó en evidencia en las urnas. El negocio de los medios, que llenó su programación de 24 horas hablando de algo que no existe, de los escritores de artículos y libros, que rellenaron páginas teorizando en el aire sobre algo que no era real, políticos que hicieron su campaña basados en una idea fuera de toda evidencia. Y ese negocio fue, principalmente, del Gobierno. Todo el que habló de La grieta, a favor o en contra, le siguió el juego a Marcos Peña y Durán Barba, los principales ideólogos del oficialismo. y engordó un negocio que le dio aire a un gobierno que, sin embargo, se ahogó en cuestión de minutos, cuando con retraso se presentaron los primeros resultados del escrutinio provisorio, revelando un 47% de argentinos que había elegido a Alberto Fernández sobre 32% que respaldó al macrismo.
El descalabro económico que hoy vemos en todo el país es producto de la caída de los supuestos que construyeron los grandes poderes en torno a un concepto imaginario. Es el resultado de una crisis conceptual, una idea que sostuvo la gobernabilidad y la normalidad se desplomó para dejar a paso a un país que ninguno de todos estos poderes puede conocer porque se negaron a verlo hasta hoy. El amanecer argentino con un dólar 10 pesos por encima de la cotización del viernes es un golpe de los bancos para conseguir una rentabilidad de leliqs extraordinaria en los últimos días de un modelo económico que los favoreció impunemente. Pero este simple hecho no es más que el hematoma de un golpe mucho mayor, el sopapo de la realidad de un país que quiere terminar con un gobierno que destruyó todas sus bases productivas, que condenó a la Argentina a decenas de años de deuda, que reventó los cimientos que se construyeron desde 2003 hasta 2015, bases creadas a fuerza medidas de gobierno pero también de debate, de protestas, de reclamos, de marchas y contramarchas, proceso del que participaron todos -oficialistas y opositores- un país que solía ser democrático hasta que una mano negra, a un grupo de ellas, cambió el concepto de democracia por el de grieta. la grieta sugería un país sin solución, sin salida, un país atrapado en una dicotomía cuya tensión podría destruirlo, y proponía como resolución entregárselo completamente a un grupo de poder que, precisamente, inventó ese concepto para perpetuar su negociado.
La victoria de Alberto Fernández es especial. Ganó elecciones que no son definitivas, pero el resultado es tan categórico que es percibido como un presidente electo. La debilidad del gobierno es tan grande que el presidente que competía por la reelección es percibido como un presidente en retirada que debe ordenar la transición. El Frente de Todos es una nueva fuerza que llega para gobernar la Argentina. La pregunta no es si sucederá, sino cuándo, cómo y cuánto costará que lo haga. El tiempo que está llegando requiere visión, responsabilidad, inteligencia y sabiduría. Los que escribimos, hablamos, pensamos y decimos necesitamos ser más inteligentes para verlo con claridad. Es importante no volver a caer en los lugares comunes y detectar cuándo nos cuentan una mentira, porque el costo de comprar un buzón y vivir en una burbuja puede ser muy alto, como lo vemos ahora mismo. La grieta se terminó, si vos querés, si todos queremos que se termine. Empieza un nuevo tiempo. Estemos a la altura de él. ////PACO.