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Sense8, lo último de los Wachowski


Hace más de doce años, la revista Artefacto, pensamientos sobre la técnica publicó “El hombre operable: presentación del concepto de homeotécnica” de Peter Sloterdijk. Este artículo formaba parte de un trabajo más largo cuyo título era La domesticación del ser (Por una clarificación del claro) donde desplegaba entre otras cosas, las maneras en las cuales la modernidad había trastocado la relación del hombre con su entorno técnico. Recuperando el gesto heideggeriano, Sloterdijk, revisaba las categorías de tekné, técnica y por supuesto, sus consecuencias en la subjetividad de los últimos cinco siglos. En este apartado atacaba de lleno lo que él consideraba el límite para comprender los nuevos avances tecnológicos, especialmente en materia de concepción de lo viviente. Señalaba con un ímpetu envidiable la necesidad de superar “los hábitos de aspecto humanista” abandonando las certezas de la metafísica de la presencia. En definitiva, las nuevas tecnologías, especialmente en genética, traían consigo una nueva relación entre hombre y entorno que la filosofía moderna ya no podía explicar. “Si hay hombre”, decía, es porque una técnica lo ha hecho posible, por lo tanto (los hombres) “no hacen nada perverso o contrario a su naturaleza si se transforman autotécnicamente”. El humanismo como límite señalaba la imposibilidad de comprender nuevas categorías para la existencia (todo un abanico que iba desde la criopreservación de embriones hasta la clonación. En ese sentido, tomaba como ejemplo la -en ese entonces reciente- novela de Michel Houellebecq Las partículas elementales para mostrar como su argumento, cruzado íntegramente por esta evidencia, se quedaba a mitad de camino.

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¿En qué consistía el salto que Houellebecq no terminaba de dar? En líneas muy generales, casi toda la obra del francés gira alrededor del agotamiento del proyecto moderno. Insiste en que hay una lógica que hace rato ha entrado en crisis en todos los ámbitos de la existencia humana. En las partículas… esa crisis se mostraba en la relación entre los dos hermanos nacidos en la segunda mitad del siglo XX, donde mientras uno encarnaba todos los males del humanismo, el otro, “el deprimido inventor de la inmortalidad biológica” (como lo llama Sloterdijk en el artículo mencionado) avizoraba un nuevo futuro para la humanidad, pero al momento de dar el paso, “desaparecía en el frío mar Atlántico irlandés”. En definitiva, Houellebecq veía el problema, pero no encontraba la forma de seguir escribiendo bajo el nuevo “régimen” y por eso volvía sobre sus pasos, reinstalándose en los cómodos escombros del humanismo. El problema radica, una y otra vez, dirá Sloterdijk en la retracción del pensamiento moderno que sólo ve dominación allí donde podría haber cooperación. La homeotecnología, para él, constituiría una nueva forma de tekné, toda vez que postula la relación no dominante, sino producente entre máquinas y hombres. Todo avance tecnológico, especialmente en el ámbito de la existencia, y por eso incluye intervenciones en el campo de la genética, no haría nada malo, siempre y cuando se entendiera al hombre como el co-responsable y co-participante de estas acciones. En otras palabras, a un nuevo estadio de existencia, le corresponde un sujeto “refinado y cooperador (…) que se forma en el trato de textos complejos y contextos hipercomplejos”.

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Sense8 se construye bajo premisas disruptivas. A lo largo de 12 capítulos, el argumento despliega la historia de ocho personas, habitantes de distintas ciudades.

No llama la atención que los hermanos Wachowski, los mismos que a fines del siglo pasado idearon “la matrix” como una enorme metáfora de la subjetividad moderna, presenten  una de las series más originales de los últimos tiempos. Y aunque, en épocas donde este género produce constantemente nuevos productos sea arriesgado hablar de originalidad, Sense8 se construye bajo premisas disruptivas. A lo largo de 12 capítulos, el argumento despliega la historia de ocho personas, habitantes de distintas ciudades (Londres, San Francisco, Chicago, Nairobi, Bombay, Berlín, Seúl y Mexico DF) conectadas entre sí. Las razones “científicas” de esta conexión serán develadas de a poco, pero y para evitar las alertas spoiler, este artículo evitará mencionar. Sin embargo, hay algo que subsiste en la forma en la cual se presentan estos lazos que no sólo trasciende el argumento en concreto sino que actualiza los argumentos sloterdijkianos sobre la superación del humanismo. Si el escenario actual es el de un mundo hipertecnologizado donde las conexiones virtuales están a la orden del día, cada una de las ocho historias, desperdigadas a lo largo y ancho del mundo, va en una dirección diferente. Lo que se pone en cuestión son las razones del vínculo. Todo sucede como si la utopía heideggeriana de cooperación entre los entes se hiciera realidad en el cruce de cada uno de los personajes. Así, sin mediar ningún tipo de dispositivo tecnológico ni red social, cada uno de los implicados, puede conectarse para ayudar o pedir ayuda en momentos de crisis. Situaciones que mezclan la historia personal con un “proyecto colectivo”.

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Todo sucede como si la utopía heideggeriana de cooperación entre los entes se hiciera realidad en el cruce de cada uno de los personajes.

Hasta aquí, podría homologarse el argumento a cualquier liga de superhéroes, sin embargo, nada más lejano a esto. En cada una de las subjetividades presentadas se ponen en juego características propias pero que ayudan a potenciar al resto. Si el humanismo había centrado el interés en las capacidades individuales, cerrando el cuerpo y la percepción a la empatía ajena, aquí se establece un tipo de juego que podría llamarse pre-humanista. Todo sucede como si la potencia aludiera más a la sensibilidad griega propuesta por Heidegger, que a la adquisición de un superpoder característico de personajes de una novela futurista. Queda claro que al pedido de auxilio o a la posibilidad de atravesar espacio y tiempo de cada uno de ellos, le correspondiera una mirada panvitalista, donde la potencia no es más que una extensión que se materializa en cuerpos individuales pero que la trasciende. Todo se despliega al mejor estilo heideggeriano donde el hombre, como formando parte de un mundo que se expande tuviera en sí mismo la capacidad de develar las esencias de todo lo que lo rodea, incluso la de otras subjetividades. Si cada miembro del grupo de los 8 puede captar la señal de los otros es porque hay un componente -altruista pero valiente- que lo diferencia del hombre moderno, porque sus células, su código de ADN, su cuerpo ha evolucionado y puede captar sin diferencias entre un “adentro y un afuera” las urgencias y los apremios de su prójimo. Claro que sus capacidades potenciadas encuentran su explicación en fundamentos científicos, pero eso no hace más que confirmar las predicciones sloterdijkianas acerca de las  posibilidades de mejorar y superar el carácter humano a partir de los avances tecnológicos sobre la vida. La homeotecnología no sería otra cosa que la relación cooperante con las nootecnologías; una tekné revitalizada.

Al poner en jaque la existencia obliga a cada uno de los personajes a preguntarse, en primera instancia “¿Qué está pasando?”

El contexto mundial, en el que la trama se va insertando, cruzado por diferencias políticas, ideológicas, religiosas y económicas no hace más que confirmar la necesidad de trascendencia de la humanidad toda.  Así, cuando todo indicaría que el destino del hombre se cierra como un embudo a la anomia y a la anulación de la singularidad, Sense8, devuelve una mirada no sólo más esperanzada sino mucho más emancipadora. Al poner en jaque la existencia obliga a cada uno de los personajes a preguntarse, en primera instancia “¿Qué está pasando?” (incluso pone la canción de 4 non Blondes entonada por los ocho[1], en una escena que recuerda a Magnolia, otra obra coral que trataba sobre las causalidades y casualidades de los encuentros[2]) para después formar una especie de cadena donde cada causa personal se transforma en una colectiva, mezclando y mezclándose entre sí en una festiva orgía internacional que incluye a heteros, homos y transexuales, con las mismas dosis de amor y satisfacción. Esta aparente ceremonia de iniciación les revela, entonces, que el destino sólo depende de ellos, de su capacidad de avizorar y levantar el pie hacia el nuevo escalón al cual la humanidad debe dirigirse. Si ellos han sido elegidos, entonces queda a su cargo permanecer, nuevamente parafraseando a Heidegger, serenos ante las cosas. Solo esa actitud logrará vencer al enemigo humanista, al violento y al peligro del mal develamiento. Al fin y al cabo, no es casual que sea el propio Heidegger el que tomando los versos de Hölderlin sepa que allí donde está el peligro, también está la salvación, aún cuando en el camino, la muerte amenace con cargarse a unos cuantos///////PACO

[1] https://www.youtube.com/watch?v=TRJYCW_dCN4

[2] https://www.youtube.com/watch?v=aNmKghTvj0E