Fotos: Ale Arroyo
Hace dos años soy RRAA. Como esto iba a tener trascendencia de rumor, quise mantener las identidades separadas: la civil y la artística. Hay diferentes niveles de identidad: el primero es la obra, después la firma, por último, la persona física que es la que quiero mantener lejos de los flashes. La obra está en la calle: es innegable. La firma es un rosa y un celeste, no hay un RRAA firmado en ningún lado. Con el laburo sistemático la gente lo identifica. Siempre me resultó más importante el qué que el quién, al menos en lo artístico. El quién es algo más anecdótico. Yo laburo en la calle, cualquiera que pase me ve la cara, puede frenar y preguntarme lo que sea. Quiero que el factor común de RRAA sean las ideas. Que el laburo sea conceptual. Hoy está plasmado en el soporte publicitario con rosa y celeste. El día de mañana pueden ser cajas multicolor.
Empecé diseño gráfico en la UBA. El CBC me pudo. Seguí con publicidad en la escuelita de creativos. Un terciario que no convencía mucho a una mesa familiar de profesionales y másters, aunque entendían el peso del portfolio en ese ámbito. Fui un alumno muy irregular. Sentía que aprendía más por la calle, pensando ideas. La solución fue estudiar pintura, que es algo que me encanta, de manera autodidacta. También fotografía y dibujo.
Laburé muchos años en publicidad. Una agencia me dio la posibilidad de laburar con un bloc de notas, lápiz y diseñar el esquema a mano alzada. Ideal para esquivarle al típico laburo detrás de la compu. Pude volcar todas las herramientas que había aprendido por mi cuenta. Esa fórmula me funcionó durante un tiempo. Yo continuaba desarrollando mi obra puertas adentro en mi taller: formato pequeño, tela o papel. Técnica mixta, collage, instalaciones, ready-made.
No me cansaron las cuatro paredes. La agencia era re monona y cool. En concreto, el sistema publicitario me quemó un poco la cabeza. Lo empujó mucho el hábitat donde trabajaba. Quién estaba arriba mío en cuentas, filtraba un montón las ideas. Las contaba parcialmente frente a los clientes y volvía con ideas y textos manoseados. Si no lo ponés tal cual, se malinterpreta enseguida, porque le falta la coma y la palabra no se articula. Sentí que no estaban valorando mi método de laburo, ni mi creatividad. El análisis general no me sentaba. Dije ya fue.
Mis amigos se dejaban tentar por el street art, que hace ocho o diez años, se hacía fuerte en Buenos Aires. Dentro de esa camada, había profesionales de diseño gráfico que tenían sus propios estudios (Kid Gaucho, Doma, Fase). Siempre me invitaban a pintar. Yo decía no. Me daba cosa: dimensión muy grande, muy expuesto. Nunca paré en la calle y menos con esos monstruos que pintaban in-cre-í-ble. Tenían un estilo muy marcado, muy vectorial. Un trazo que yo no manejo. Sentía que lo que hiciera podía satisfacerme a mí, pero no convivir con lo que ellos hacían. Prefería mantenerme al margen.
Paseando a mi perro una noche de verano vi el afiche. Sabía que quería trabajar en contrasentido de la publicidad, directamente sobre su soporte: generando falsas piezas publicitarias. Sin atacarla. Uno de mis mayores méritos es haber identificado que la publicidad es un caballo de Troya. Es comunicación, con mucha plata puesta detrás, que llega a un montón de gente. Quise aprovechar: lo que hagas ahí arriba va a llamar la atención. Estratégicamente, me monto sobre afiches en arterias principales de barrios donde me muevo: Libertador, Zona Norte, Palermo. Ahí lo ve bocha de gente. En algunos casos dura un par de días, en otros, meses.
No soy anticapitalista, estoy inmerso en un sistema, uso cosas. No voy contra eso. Está bien que existan las marcas, que generen productos y servicios y que lo comuniquen. Lo acepto. Pero tengo dos problemas: el primero tiene que ver con el bombardeo y el segundo con algunos pruritos que me generan mensajes que baja el sistema publicitario que son, más allá de creativos o poco creativos, erróneos. Busqué activar el contrasentido frente a la saturación: internet, tele, diario, revista, mingitorio en un bar, escalones del subte, respaldo en un micro barrial. Y cuando intentan venderte algo que es malísimo. A nivel conceptual, podemos hilar más fino y te das cuenta que están comunicando cualquier boludez: no sos fachero por tener un auto increíble ni te vas a agarrar a la minita que está re fuerte por tomar esa birra.
Al laburar en publicidad entendés que tratan imponer un aspiracional. La o el modelito al lado del mega auto. Un mensaje falso. Quería desmitificar un poco esta cuestión y cuando vi el rostro pensé “nivelar”. “Ante los ojos de Dios todos somos iguales” sin ser religioso, me cerró. Una manera de igualar: desenmascararlos. Una mancha colorida en lugar del rostro. Olvidarte de las texturas de sus pieles, si es narigón, si tiene bigote, barba ó anteojos.
El modus operandi es siempre lata de pintura y pincel: las pinto ahí mismo. Las primeras caras fueron amarillas: el color a mi alcance la primer noche. Probévarios tonos y después salté a un rojo cereza muy fuerte. El azul es uno de mis colores favoritos, entonces probé azul francia. Luego uno más oscuro que no terminaba de combinar con los fondos. Lo fui bajando. Venía haciendo pruebas con dos colores sin pensar que iban a ser dos. Me di cuenta que uno en pastel quedaba bueno. Automáticamente, fui a buscar el pastel que convivía y quedaron: celeste y rosa. A lo largo del tiempo, esa fue la identidad visual de RRAA.-
Cuando empecé a trabajarlo sistemáticamente, empecé a borrar la cuestión del bombardeo publicitario. Lo sé porque me lo dicen en la calle: la mancha en los rostros es un punto de distracción. La gente deja de detenerse en el mensaje, logo o producto y se cuelga mirando las caras. Empiezan a mirar si tiene máscara o no. Corren el eje de atención. Quizás durante tres cuadras ni miran las publicidades. En lugar se preguntan: ¿cómo hizo? ¿está pegada? ¿las calcó? Al principio, laburaba como metralleta. Atacaba todos los anuncios de la cuadra. Era una manera de instalar esta distracción. Ahora soy selectivo con las piezas a intervenir. Energía y tiempo son recursos acotados.
Cuando se vencen las pautas, los soportes quedan en blanco hasta que se renuevan. Escribo mensajes en rosa y celeste. Son frases que se me ocurren: algunas educativas, algunas esperanzadoras, otras chistosas. Por ahí estoy bañándome, se me ocurre una frase, la pulo mentalmente hasta que la encuentro bien contundente. Recién ahí, salgo. Cuando se me cruzó por la cabeza “Page not found” estaba caminando. Volví a casa, agarré a mi perro, las pinturas que tenía a mano y caminé hasta ahí. Lo escribí, fotié y listo.
La galería del Patio del Liceo fue, en 2013, el marco donde traduje al lenguaje artístico una sede partidaria de barrio. En vez de tener banderas y afiches políticos, armé un equipo de candidato cuya fórmula la integraban artistas plásticos y músicos. La lista la formaban compañeros artistas. Los afiches eran serigrafías, buscando un salto de calidad en esa pieza. Generalmente, cuando vas a una muestra te dan un díptico o flyer. Yo lo diseñé como si fuese un afiche de votaciones. Ofrecí talleres de dibujo animados por bandas o DJ’s amigos que se coparon y pasaron música. El público se re copó.
En 2014 quiero empujar mi suerte. 2013 me agotó. Fui artista, fui gestor. Quiero que los vínculos que generé se vayan materializando en laburos concretos. A mí me gusta estar atrás del teléfono y en contacto directo con las posibilidades, pero quiero tener la cabeza libre y limpia para pensar en expandir mi obra.///HABITAT///PACO